El territorio y sus escenografías

Construida en algún momento entre 1924 y 1925, el edificio tiene casi un siglo de historia y el esplendor de esa época se nota de inmediato al ingresar. La nobleza de los materiales de su construcción puede ser percibido por el más desentendido de los visitantes. La casa es una fiel evidencia del trabajo artesanal y artístico que se hacía en aquel entonces. Desde una impresionante escalera de mármol de Carrara que recorre los distintos pisos, el trabajo en las molduras de los techos y en las ventanas interiores, los pisos y sus maderas; todo es un viaje memorable en el tiempo. Pero además, el gusto de su dueño logró hacer que cada uno de los espacios de la casa (que son muchos) esté lleno de vida y sea como una pequeña escenografía para ser habitada cotidianamente.     

Imposible de encasillar, la decoración de esta residencia no se priva de nada y demuestra el cariño que se le puso a cada espacio. Es un hogar único, con el alma de las dos personas que lo habitan, llena de adornos, con muebles que podrían ser piezas de museo, con las paredes —ideales para la exposición— repletas de obras de artistas plásticos nacionales e internacionales. Cada espacio de la casa evoca una atmósfera distinta, y por estos días gélidos el calor de la salamandra sumado a la música que recorre todos los pisos invitan a quedarse a vivir allí.

Entre los destacados de este territorio inagotable hay una biblioteca irregular en el escritorio; una silla fabricada en Viena en 1904; una cubertera de madera con todos los cubiertos de plata; el baño tapizado con pastillas que estaba pensadas para una piscina; un muñequito del capitán Haddock de Tintín; una mini Vespa; una araña de caireles que corona el espacio de trabajo del artista; las molduras pintadas de dorado con el fondo turquesa.  Aunque no lo noten quienes transitan por esa calle, esta casa esconde un universo lleno de tesoros. Felices los que la habitan y los amigos y familiares que la disfrutan con frecuencia.