¿Qué es lo que más extraña de Pinerolo, su ciudad natal?
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáA veces, la manera de vivir más tranquila, una dimensión, una realidad que es más difícil de conseguir en las grandes ciudades, donde el tiempo parece pasar más deprisa. Cuando regreso a Italia, con mucho gusto paso por ahí.
Las raíces del Club Atlético Peñarol, uno de los equipos grandes de Uruguay, provienen de Pinerolo. ¿Ya quisieron convertirlo en hincha?
Cuando presenté mis credenciales, el canciller, Rodolfo Nin Novoa, que es de Nacional, me informó de esto y de que su esposa, Patricia Damiani, es de la familia de Peñarol. No conozco la historia del club al detalle, aunque sé de la importancia de la historia que tiene en este país. Yo soy celeste.
Es ávido lector y estudió música desde muy joven. ¿Para qué siente que le ha servido la cultura?
Para mí no es solamente la cultura erudita, los clásicos. La cultura también es patrimonio de un país, incluye la gastronomía, la manera de ser, la cotidianidad de los pueblos. Trabajar como diplomático me ha permitido tener un relacionamiento intenso con la cultura de los países en los que viví. Me gusta pensar que vivo la cultura de cada país donde estoy.
Empezó su carrera diplomática en Venezuela, luego en Portugal, más adelante vivió en Brasil y Turquía. Antes de llegar a Uruguay estuvo en Ecuador. ¿Qué conserva de esas experiencias?
Son países que siempre me han dado mucho. Almacenar todo es complicado, entonces uno forzosamente debe conservar flashes. Comencé en Venezuela siendo muy joven y me impactó mucho su exuberante naturaleza. De Portugal, la pequeñez del país contrasta con la grandeza de su historia y su cultura. Turquía impresiona: es el cruce de civilizaciones, el puente entre Oriente y Occidente. Brasil es inabarcable, todo un continente. En Ecuador me entusiasmé mucho con su pasado indígena, con la parte colonial.
¿Allí aprovechó para reencontrarse con la práctica del montañismo?
Claro. Nací y crecí entre montañas. En Pinerolo el montañismo es una manera de vivir: caminar e interpretar la montaña. Como aquí algunos hacen surf, corren o andan en bicicleta por la rambla, allá se hace alpinismo. Después de haber hecho alpinismo deportivo, de un modo bastante fuerte, elegí una vía intermedia, el trekking, el paseo, el recorrido por la montaña. Es algo que tiene que ver con compartir, con formar grupos, con la amistad. Porque al final el asunto no pasa por las cosas, sino por cómo se hacen esas cosas y con quién se hacen. Eso es lo importante.
¿Qué le interesó de Uruguay como destino?
Fue una de las primeras opciones que pedí. Es un país que tiene fuertes raíces italianas y creo que debe retomar el contacto con esa tierra. No lo pienso desde la nostalgia, lo sostengo desde los valores actuales. Las nuevas generaciones tienen que ver a Italia como un partner, como un punto de referencia, no solo porque haya sido la patria de sus tatarabuelos, sino por sus avances, su tecnología y su cultura.
Es un gran apasionado del cine. Si hicieran una película sobre su vida. ¿Quién le gustaría que la dirigiera?
Mi hijo. Estudia en la Anglia Ruskin University, en Cambridge, y aspira a ser director de cine. Creo que podría ser él. También podría ser el Ettore Scola de “Una giornata particolare” (“Un día muy especial”). O el Fellini de “Amarcord”. Aunque no puedo compararme con el señor de “Amarcord”, que era el propio Fellini.
Una buena cena con amigos, ¿finaliza con una buena grappa?
Cómo no. Es una buena forma de completar la ola con algo caliente para compartir con los demás. En Italia, en Valle d’Aosta, en la frontera con Suiza y Francia, arriba de Piamonte, tenemos algo que se llama la grolla, una gran taza de madera que tiene varios picos y que se llena con café muy muy fuerte y grappa... más grappa que café. La grolla se va pasando de mano en mano, es un bajativo para combatir el frío del invierno en esa zona y, sobre todo, para compartir un momento grato. Conocí esa costumbre cuando hice el servicio militar, que estuve en las tropas alpinas.
¿Qué aprendió en aquellos años en las tropas alpinas?
Las tropas alpinas fueron creadas para defender las fronteras de montaña, tienen un sentido de pertenencia muy fuerte, de modo que fue una experiencia fuerte, que recuerdo con gusto y que me ayudó después en mi carrera. Era joven, tenía 25 años, y aprendí a hacer las cosas difíciles de la forma correcta, disciplinada, a tratar de hacer lo que se puede hacer sin dejar nada de lado. Aprendí, básicamente, a trabajar desde un espíritu de servicio.
¿Ya le dieron a probar el mate?
No. Aunque ya lo probé como cónsul en el sur de Brasil, en Santa Catarina. Ya lo probaré, es parte de la cultura del país, lo voy a probar, como probé la pipa de agua en Turquía. Todos los países tienen algo parecido.
¿Cómo se abastece de aceite de oliva, parmesano y pasta?
He visto que se pueden conseguir cosas, un poco caras, pero se consiguen. Hay buenos aceites, parmesano, tomates y prosciutto. Todavía nos queda lo que trajimos, así que hasta el momento no hemos tenido problemas.
¿Ha conocido restaurantes italianos por aquí?
Algunos. Los que conocí manejan un paladar que no es muy italiano. La comida es italiana con un paladar de aquí. Creo que el mejor restaurante es mi casa.
¿Qué tal cocina usted?
Soy un pésimo cuoco. Cocina Paola, mi esposa. Yo solo puedo trabajar como catador. De comida y de bebida (risas).