“Engordé”, dice una adolescente al ver que sus muslos y su cola crecen. Sin embargo, “biológicamente” es normal que las adolescentes acopien grasa en esos sitios.
“Engordé”, dice una adolescente al ver que sus muslos y su cola crecen. Sin embargo, “biológicamente” es normal que las adolescentes acopien grasa en esos sitios.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá“Ella dice ‘engordé’ pero en realidad creció, se debe al cambio hormonal”, dijo a Búsqueda la doctora en Nutrición María Elena Torresani, profesora de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Por lo tanto, es necesario “entender lo que pasa desde la biología para explicarle, tanto a la mamá como a esa chica, cuál es el punto normal”. Informar sobre la distribución de la masa grasa y la masa muscular en las distintas partes del cuerpo y mantener una vida sana con alimentación saludable es importante.
Los cambios hormonales en la mujer tienen diversos efectos que se reflejan además en la estética, en la forma de su cuerpo. ¿Qué tienen en común la menopausia y la adolescencia?
“El cambio hormonal produce aumento o disminución de una hormona que se llama lipoproteinlipasa”, encargada de la distribución de la grasa en el cuerpo, explicó Torresani. La “regionalidad específica” de la grasa —la ubicación en mayor medida de la grasa en algunas partes concretas del cuerpo— se debe en gran parte al rol de esta hormona.
Antes de la adolescencia, cuando tiene unos siete u ocho años, la mujer tiene una “panza alta”, que tras el paso de los años baja, explicó la investigadora y nutricionista, que viajó a Uruguay para participar el 4 de junio en la jornada de actualización de Nutriguía titulada “Nutrición en obesidad pediátrica y sus comorbilidades”.
En determinados momentos de la vida, como la adolescencia, “la hormona lipoproteinlipasa está aumentada y hace que normalmente, biológicamente, la mujer tenga grasa femoroglútea”, en los glúteos y muslos principalmente, explicó Torresani. “La naturaleza es sabia, le da todo el acopio a la mujer en cola y cadera para dar también la fuerza y la concentración hormonal para la procreación de la especie”, agregó.
Lo contrario es lo que ocurre durante la menopausia. Cae el nivel de los estrógenos, una hormona importante para el desarrollo sexual que disminuye en esta etapa. También la mujer “pierde esa regionalidad específica” en los glúteos y muslos y la grasa; entonces, se deposita en la zona abdominal.
“Cuando en la menopausia la mujer dice ‘yo no tenía panza y ahora tengo’, hay que enseñarle a amigarse con esta situación. Desde la biología se produce un cambio de talle, aumenta tres kilos depositados en la zona abdominal, es biológico”, informó Torresani. Eso corresponde a un aumento normal de unos tres kilos de peso. Claro, lo que “no es biológico” es que en lugar de esos tres kilos la mujer aumente de peso ocho o diez kilos.
“Hay que enseñarle estrategias” para que aumente de peso sólo “en lo biológico” y no se exceda.
De todos modos, hay “factores externos” que complican la ecuación. La “compulsión glucídica” es una de ellas. Consecuencia de otro cambio hormonal, esta compulsión a ingerir dulces en la tarde-noche se debe a una caída del cortisol (hormona), de los estrógenos y la serotonina (sustancia química neurotransmisora). La mujer busca lo dulce sobre todo en la tarde-noche debido a esta baja; es “parte de la biología”, explicó Torresani, que tiene una línea de investigación sobre estos cambios, concentrada principalmente en los mecanismos que ocurren en la etapa previa a la menopausia (perimenopausia).
La nutricionista opinó que la mujer debe “amigarse” con su cuerpo y asumir la parte de la biología, sin dejar de lado el ejercicio y la buena alimentación, que evitan excesos. De esta forma es posible “prevenir” el aumento de peso desmedido.
A la consulta llegan “mujeres a aprender para que no les pase, y muchas que ya tienen la problemática y vienen a solucionarla”, comentó Torresani. En cualquier caso, les enseñan “que no van a volver a tener el talle que tenían” porque, advirtió, “no es posible desde la biología”.