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El “fenómeno de James Bond 007” es más que un nombre curioso para un fenómeno hidrológico. Si se suma toda la cantidad de agua del mundo, incluyendo los océanos, la proporción de agua dulce es mínima. El 97% del agua está en los océanos y solo el 2,5% es dulce. Además, el 80% de esta agua dulce está concentrada en los polos Sur y Norte, congelada en los glaciares y en el permafrost (área de suelo permanentemente congelada en zonas muy frías del planeta como la tundra del norte de Canadá o Rusia). De lo restante, el 9% es agua que está bajo tierra, subterránea. Entonces, el agua dulce que permanece en la superficie en ríos, arroyos y lagos, es una pequeñísima fracción del agua de la Tierra. Corresponde al número 0,007% del agua del planeta, de ahí el nombre del fenómeno de James Bond 007.
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El agua dulce “es un recurso muy, muy vulnerable”, dijo András Szöllosi Nagy, presidente del Consejo Intergubernamental del Programa Hidrológico Internacional (PHI) de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Szöllosi es profesor de recursos hídricos sostenibles en la Universidad Nacional de Servicio Público de Budapest, Hungría, y disertó durante el “I Foro abierto de ciencias Latinoamérica y el Caribe: Cilac 2016” en Montevideo, organizado en setiembre por Unesco, la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII), la Universidad de la República, la Intendencia de Montevideo y la Asociación de Universidades Grupo Montevideo.
El agua tiene una importancia enorme por su vínculo con la seguridad alimentaria y la salud humana. El tema hídrico no está aislado, ya que problemas con el agua “amenazan” esos otros aspectos. Pero no son los únicos escollos a solucionar.
“En muchos casos las políticas de gobierno están basadas en ciencia obsoleta y tecnología obsoleta y esta brecha debería cerrarse”, dijo a Búsqueda Szöllosi.
Este tema no es exclusivo de países en desarrollo, y también ocurre en países europeos. Los asuntos vinculados al agua, su gestión y gobernanza, se dan en todo el mundo. En Uruguay, problemas con las fuentes de agua dulce para potabilizar, como las del río Santa Lucía y Laguna del Sauce, han puesto en alerta al gobierno.
La gente habla de la “crisis del agua” pero ¿de qué tipo de crisis se trata? “Señoras y señores, ahora la crisis es de gobernanza”, aseguró Szöllosi. “La gobernanza se trata de hacer las cosas bien, de tener las instituciones correctas, los sistemas legales apropiados, buenas capacidades de investigación científica y la apropiada educación para tener la capacidad de hacer políticas de agua”, señaló. Al ver el lado del vaso medio lleno, esta crisis de gobernanza tiene un aspecto positivo: depende de lo que hagan los humanos y es posible actuar.
“Ha muerto”.
“Ahora la profesión está pasando por una etapa entretenida”, opinó Szöllosi, especialista en hidrología. El cambio climático impone nuevas condiciones y exige un cambio en la mirada. Generaciones enteras de ingenieros se manejaban con el argumento de que el ciclo hidrológico tenía patrones estacionales, siempre regulares, algunos incluso hoy le dan una importancia inmensa. Si bien es un factor a considerar, por sí solo y asilado “el argumento de la estacionalidad ha muerto”, consideró Szöllosi. Las inundaciones que antes ocurrían cada 100 años ahora han cambiado su ritmo, lo mismo ocurre con las sequías, el sistema en general ha cambiado.
“Es una situación general en el mundo. Aún algunos estándares de inundación están basados en asumir su estacionalidad, en que el futuro va a ser igual al pasado. Eso ya no es más así, todo está cambiando exponencialmente, pero los instrumentos estadísticos no estacionales que la investigación está ofreciendo no están siendo usados en estándares nacionales”, informó Szöllosi.
Los gobiernos de países europeos, africanos, asiáticos y americanos, todos se enfrentan a dificultades en cómo incorporar la ciencia a la toma de decisiones cuando se trata de agua. “En Europa a veces los gobernantes no saben lo que la investigación y la ciencia les puede ofrecer”, señaló. “Es un camino largo, es más un proceso sociológico que otra cosa. Hubo un tremendo cambio en los últimos 20 años en tecnología, y a veces vemos que los gobernantes son un poco… conservadores, digamos”, indicó a Búsqueda.
“Es necesario reconocer” que lo útil no es tener a la ciencia por un lado y la política por otro, “sino ciencia para las políticas”, dijo Szöllosi. “Aún hay lugares en los que se están usando herramientas científicas obsoletas para generar políticas y esa brecha necesita ser corregida lo más pronto posible”, destacó.
En noviembre la Unesco está organizando la Cumbre para el agua de Budapest. Allí se encontrarán políticos (una decena de presidentes y otros muchos ministros), sociedad civil y la comunidad científica para “quitarle el velo” a cómo hacer ciencia para las políticas públicas de agua y generar conciencia en que el agua es un tema “que conecta, y que no divide” a estos dos mundos, resumió Szöllosi.
Cambios acá.
“Las aplicaciones informáticas para la gestión de los recursos hídricos desde las instituciones del Estado son un desafío en sí mismo”, indicó Daniel Greif, director nacional de Aguas en el foro Cilac. Uruguay no es la excepción. La Dirección Nacional de Aguas (Dinagua) cuenta con modelos para agua dulce superficial y algunos para subterráneas, pero son insuficientes. Trabaja en “modernizar y actualizar” los que hay, desarrollar nuevos y conectarlos con la región. “El desarrollo tecnológico exponencial de las últimas décadas” expone a la Dinagua y otras instituciones de gobierno a la necesidad de adaptarse para poder usar la mayor capacidad de generación de información, almacenamiento de datos y transmisión. El objetivo es usarlos en la “gestión cotidiana” de los recursos hídricos. Además, resta aprovechar aún más la tecnología de información satelital para el monitoreo y, contar con más recursos humanos formados para entender los modelos y usarlos. “El gran cuello de botella es la formación de los recursos humanos para poder manejar todo esto”, opinó Greif.
“El agua y la tecnología son dos cosas que transversalizan. Nos dan la posibilidad de complejizar un tema que ya es complejo. El desafío es cómo incorporar la complejidad de la gestión de recursos hídricos” en un contexto inestable de cambio climático que debe velar por un uso sustentable del agua a futuro, djo Greif.
Hace falta “salir de la lógica sectorial de que el uso del agua era para un solo fin, que nos movíamos con un modelo y que con dos o tres variables nos arreglábamos. Debemos pasar a una gestión integrada y anticiparnos a la incertidumbre”, con el manejo de riesgos asociados a fenómenos como inundaciones y sequías, y desarrollar herramientas que abarquen todos estos temas para una gestión unificada, detalló el jerarca.
Por otra parte, los países deben “integrar” sus servicios hidrológicos y meteorológicos, que a menudo están disociados en distintas instituciones del Estado con poca conexión, comentó Szöllosi. En Uruguay, instituciones como Dinagua y la Unidad Reguladora de Servicios de Energía y Agua (Ursea) tratan temas referentes al agua y lo meteorológico lo hace el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet). El gobierno prepara actualmente un “largamente demandado” Plan Nacional de Aguas en el que participan la academia, los diferentes organismos de gobierno como Dinagua, Inumet y Ursea y la sociedad civil, informó Greif.