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Un día “especial”. Así calificó Luis Barbeito, director del Instituto Pasteur de Montevideo, al jueves 11. Los motivos son varios, y entre aplausos y homenajes se explican. El centro de investigación festeja la publicación en el último número de la revista “Science” —la prestigiosa publicación científica—del trabajo sobre leucosis bovina realizado junto a la Universidad de la República. Sus resultados abren nuevas puertas para el desarrollo de medicamentos para ese virus similar al VIH que ataca al ganado. Aplausos a los investigadores líderes, diplomas e incentivos económicos para algunos de los más jóvenes.
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También fue el último día para el médico e investigador Guillermo Dighiero en el Instituto Pasteur de Montevideo, antes de partir a Francia para asumir su rol como embajador. Dighiero fue el fundador de la sede local del instituto, ubicada en Malvín Norte, a comienzos del siglo XXI, tras su regreso al país.
Ese día fue especial por un tercer motivo: Christian Bréchot estaba allí. Por primera vez visitaba Uruguay el presidente del Instituto Pasteur de París, que nuclea a la red que reúne 32 centros de investigación en salud en el mundo.
Bréchot es médico, tiene una amplia carrera académica y como investigador se ha concentrado en áreas como el cáncer hepático. Dirigió el Inserm (la agencia francesa de investigación biomédica) y desde 2013 dirige la red de Instituto Pasteur.
A continuación un resumen de la entrevista que Bréchot mantuvo con Búsqueda.
—Usted comenzó su carrera en biología molecular, virología y biología celular. ¿Qué lo atrajo a estas áreas de la medicina?
—Cuando era un joven médico fui a Túnez por un año y medio enviado por el ejército. Ahí había muchas enfermedades hepáticas. En aquel momento el origen de esas enfermedades al hígado era desconocido. Seguí muy interesado en el tema cuando volví a Francia y decidí que quería trabajar en hígado. Luego tuve la oportunidad de ir al Instituto Pasteur (de París) como estudiante. Así fue como ocurrió, una mezcla de interés social y azar.
—Queda mucho por hacer en el campo de las vacunas. ¿Qué hace falta?
—Necesitamos nuevas generaciones de vacunas. Para algunas enfermedades infecciosas todavía no hay vacunas, tenemos que encontrarles unas. Hay que inventarlas con un nuevo abordaje porque intentos se han hecho. Hay otras enfermedades para las que hay vacunas, pero hay resistencias de algunos grupos sociales a dárselas. Hay una percepción errónea en la sociedad del riesgo que existe. En Alemania y Francia hubo un movimiento contra la vacunación del sarampión. Ahora ha reaparecido en algunas poblaciones. En Alemania reapareció en la población muy rica; entre ellos hay un grupo de llamados intelectuales en contra de la vacuna. Es interesante: los pobres estaban mejor protegidos que una parte de los ricos, que predicaban contra los adyuvantes (sustancias que se incorporan a las vacunas para aumentar su eficacia). Necesitamos trabajar en esto.
También hay que trabajar en formulaciones más sencillas de vacunas. En países en desarrollo no queremos varias inyecciones, no podemos costearlo. Necesitamos vacunas que sean eficientes con una sola dosis. Para la fiebre amarilla una vacuna es suficiente para toda la vida. Es perfecta. En muchas de las otras enfermedades infecciosas tienes que repetir la vacunación. Repetir vacunación en África es un problema por un tema de capacidades, de equipamiento sanitario necesario, entre otras cosas.
—Países en desarrollo como Uruguay tienen problemas para retener a jóvenes científicos y financiar investigación. Usted ha trabajado para estimular talentos en Francia. ¿Qué propone para apoyar a los jóvenes científicos en países en desarrollo?
—Estamos montando un programa muy grande con todos nuestros institutos Pasteur en África y Asia para entrenar y educar a científicos. No es para entrenarlos solo en Europa y Estados Unidos sino en África o Asia. Que la próxima generación de médicos científicos africanos sean entrenados por africanos en África. Debemos evitar la fuga de cerebros. Obviamente estamos felices de recibirlos en el Instituto Pasteur de París y entrenarlos por un rato, pero es muy importante cómo lo hacemos para que vuelvan a sus países. También tenemos que proveerles libertad a los jóvenes científicos. Es muy importante.
—¿A qué se refiere con libertad?
—No tenerlos bajo la vieja modalidad, trabajando en fines muy específicos, porque necesitamos siempre recordar que los nuevos campos de investigación que se van a abrir en cinco años no los conocemos hoy. Algunas cabezas de agencias de investigación decían que solo querían apoyar investigación que surja a partir de la curiosidad puntual, y otros que se necesitaban programas transversales. No es contradictorio. Aquí en Uruguay tienen buenos ejemplos. Hay científicos con actividad muy básica y algunos pueden contribuir en el programa sobre vacunas. No les estoy pidiendo que cambien totalmente; quiero científicos que puedan tener una cabeza abierta. Es sencillo de decir y no tan fácil de organizar.
—Desde que comenzó su actividad científica hasta ahora muchísimas cosas han cambiado en investigación en salud. ¿Cuáles han sido las más importantes?
—Ocurrieron tres cambios significativos. Hubo descubrimientos en investigación básica que realmente cambiaron la forma de ver la ciencia. Por ejemplo, estábamos viviendo en un principio bajo la concepción de que había un gen, una proteína. Ahora sabemos que hay un mundo más grande, el de los ARN no codificantes (moléculas), que son clave para regular el genoma. Surgió la epigenética (que refiere a la interacción entre los genes y el ambiente), era totalmente desconocido. Otro ejemplo ha sido la reciente identificación de la capacidad del cerebro de regenerarse, aun en personas mayores. Estos son dos ejemplos representativos de conceptos completamente nuevos sobre la manera en que miramos la ciencia.
También las tecnologías han cambiado. No hay nada que comparar al evaluar el potencial de las nuevas tecnologías. Cuando era estudiante me llevaba un día preparar el material y analizar 100 nucleótidos (moléculas que componen el ADN y el ARN). Ahora puedes tener en tres días 1.000 millones de nucleótidos. Es un mundo diferente. El tercer cambio ha sido respecto a la organización de la investigación. Necesitamos seguir enfocándonos en los científicos individualmente, porque ellos harán la diferencia, pero hoy en día necesitas también hacer actividades de networking. Es una nueva organización de la investigación y es difícil de lograr.
—Propone una nueva forma de trabajo en los institutos Pasteur. Que los científicos trabajen de manera multidisciplinaria en varias áreas en vez de enfocarse de lleno en una. ¿Por qué?
—No puedes realmente hacer nuevos avances si no tienes diferentes orientaciones, distintas perspectivas sobre el mismo tema. Además, hay que trabajar con una conciencia de las necesidades sociales como ocurrió con el VIH y ahora con el ébola.
—El Pasteur de Montevideo trabaja mucho en investigación básica. ¿Qué le interesa de este centro como integrante de la red?
—Cada integrante de la red de institutos Pasteur trabaja para su ambiente local. El de Montevideo es un instituto muy activo en medicina veterinaria. Es un instituto muy interesante por la investigación básica que tiene y que interesa para la red. Acá la gente tiene ojos abiertos y mentes abiertas, eso es lo que a mí me gusta mucho.
—Ha dicho ante sus colegas investigadores que la crisis y el brote del ébola en 2014 cambió la forma en que se miran los problemas de salud. ¿Cómo lo cambió?
—Exacto. Hubo pequeñas epidemias de ébola desde el año 1976, pero no les prestamos atención. Cambió nuestra mirada porque nos demostró que tenemos que estar preparados siempre, no solo para reaccionar ante la crisis. Mostró que se necesita trabajar de manera interdisciplinaria. A futuro dependemos de tener el trabajo en biología estructural asociada con estudios epidemiológicos y clínicos.
—La crisis del ébola puso en primera plana a los científicos que trabajaban en el tema. Se hizo visible el problema y le dio un nuevo impulso a la investigación ante falta de tratamientos. ¿Cuál es la situación ahora?
—Ese es el punto. Ha tenido dos efectos. La comunidad de científicos trabajando en ébola estaba un poco dejada de lado y ahora ha sido puesta en primera línea con prioridad de investigación, lo cual es excelente. Teníamos antes muy buenos equipos y los apoyábamos pero se ha reforzado su visibilidad. El segundo efecto es que creamos una “fuerza especial”. Quiere decir que cada mes tenemos en el Instituto Pasteur reuniones y paquetes de trabajo sobre nuevos tratamientos, nuevos diagnósticos, vacunas. Esto ha atraído al campo a científicos que no estaban trabajando en ébola. Lo mantendremos, es un cambio grande.