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    Los problemas de sueño en niños son de los “grandes olvidados”

    El 58% de los pacientes de Neuropediatría del Pereira Rossell en 2016 tenían trastornos del sueño

    Quiero cuentos, historietas y novelas,

    pero no de las que andan a botón.

    Yo las quiero de la mano de una abuela,

    que me las lea en camisón.

    “María Elena Walsh era una adelantada. En los años de 1970 decía un montón de cosas que hoy se demuestran”, de esas “que nos enseñaron nuestras abuelas y que hoy la neurociencia está demostrando que tenían una base”, dijo a Búsqueda Gabriel González, director de la Cátedra de Neuropediatría del Instituto de Neurología de la Facultad de Medicina en el Hospital Pereira Rossell.

    El uso de dispositivos electrónicos antes de dormir perjudica conciliar el sueño, también el ruido y la luz. Es posible enseñarles a los niños a dormir bien al inculcarles rutinas como el baño o la lectura de un libro, decirles buenas noches a los juguetes y dedicar tiempo para una comunicación amena y armoniosa.

    El sueño ha sido “uno de los grandes olvidados” de la medicina y en los niños ha sido “poco estudiado y menos difundido” hasta hace pocos años, opinó Jaume Campistol, catedrático de Pediatría de la Universidad de Barcelona que participó en el libro presentado en el Hospital Pereira Rossell el miércoles 22 y titulado Sueño en Pediatría. Elaborado por González y Cristina Scavone, profesora de la Cátedra de Neuropediatría, y un grupo de colaboradores.El libro aborda los problemas de sueño más frecuentes en los niños, incluye consejos y también particularidades de cada etapa, desde el recién nacido hasta el adolescente.

    El sueño ha sido un “gran olvidado en la práctica diaria” de los médicos mientras los familiares se acostumbran “a que el niño duerma poco y mal”, opinó Campistol. Los padres se preocupan por que el niño llore de noche y les despierte, pero que duerma poco o que tenga malos hábitos para dormir “casi se considera una cuestión banal” y no es un motivo de consulta al pediatra, indicó.

    El mal dormir juega en contra del buen desarrollo del niño y afecta a la familia y los vínculos con sus pares.

    Entre el 30% y el 50% de la población infantil tiene trastornos del sueño y hay un “claro infradiagnóstico”, aseguró González. En el Pereira Rossell en 2016 el 58% de los niños que acudieron a consulta en el servicio de Neuropediatría (por primera vez) tenían trastornos del sueño.

    “Es importante” que, por un lado, los profesionales de la salud como el pediatra, los psiquiatras y neurólogos infantiles consideren la evaluación del sueño —que pregunten ¿cómo duerme el niño? además de si tiene todas las vacunas o si creció— y por otro que los padres se involucren con el tema, destacó González. “No es para generar alarma y que estén todos los padres consultando porque el niño se despertó un día, sino para que observen a los niños cómo duermen”, agregó (ver recuadro con test).

    Los problemas del sueño más frecuentes reportados por los padres son la resistencia a dormirse, la ansiedad, el insomnio, el sueño retrasado, el colecho, el ronquido, despertares nocturnos, despertar matinal precoz, sonmnolencia diurna excesiva y el orinar involuntariamente durante la noche.

    Los seres humanos pasan “la tercera parte de su vida durmiendo. Todo lo que uno le enseñe al niño de entrada bien, es más fácil que corregir hábitos. Que el niño tenga un trapito para que si se despierta pueda volver a dormir solo, por ejemplo. Si lo acostumbro a dormir conmigo, a dormir a upa o dando vueltas en el auto, con una mamadera cada vez que se despierta de noche, es más difícil. Por eso lo importante es enseñarlo a dormir bien desde las primeras etapas”, consideró González. Ruidos, luz, temperatura, siestas inoportunas, colecho, estos son algunos de los factores que pueden afectar el sueño en los niños.

    Dinámico.

    Dormir es un proceso dinámico que pone en juego la mayoría de las funciones vitales. Se activan grupos neuronales, hay actividad eléctrica cerebral, respiratoria, muscular, no es un lapso pasivo. De hecho, es clave para el aprendizaje, un sueño reparador consolida por la noche lo que se aprendió de día. Pero también durante el sueño pueden ocurrir eventos o experiencias indeseables y no placenteras conocidas como parasomnias. Si son esporádicas no son un problema, solo si se convierten en muy recurrentes pueden ser patológicas.

    Los terrores nocturnos comienzan a partir de los 18 meses de edad, aproximadamente, y su pico está entre los tres y cuatro años. Son despertares bruscos con gritos, llanto y sensación de miedo en los que el niño se muestra desorientado pero no está consciente durante los episodios. Las pesadillas sí son conscientes, el niño se despierta, recuerda lo que soñaba y se asusta, explicó González. Comienzan en el entorno de los tres años y tienen una predisposición genética. El despertar confusional es el trastorno más frecuente en menores de cinco años. Los trastornos del arousal son despertares confusos, no pesadillas, el niño no sabe si está dormido o despierto.

    En el estudio Trastornos del sueño en la consulta de Neuropediatría el médico residente Diego Costales encuestó en 2016 a 105 niños de entre 3 y 15 años y observó diferencias según las edades: los problemas respiratorios fueron más frecuentes en adolescentes y los desórdenes del arousal en preescolares (ver gráfica).

    Más intensos y frecuentes.

    Las alteraciones del sueño afectan a niños sanos y con mayor frecuencia a los que padecen enfermedades crónicas. Hay niños con problemas respiratorios que ven afectado el buen dormir, roncan y pueden sufrir apneas obstructivas del sueño en las que se interrumpe la respiración y se producen microdespertares.

    Casi la mitad de los niños experimentan en algún momento un problema de sueño mientras que el número se eleva a un 80% en niños con trastornos psiquiátricos o de neurodesarrollo. Discapacidad intelectual, trastornos del espectro autista, déficit atencional con hiperactividad y alteraciones psiquiátricas como la ansiedad y la depresión están asociados a una “mayor gravedad” de los trastornos del sueño, informó González.

    Según el estudio de Costales al que accedió Búsqueda el 30,5% de los niños tenían problemas respiratorios. Quienes consultaban por alteración de conducta e hiperactividad, el 77% tenía trastorno del sueño. Lo tenían el 60% de quienes fueron por sospecha de autismo, el 58,6% de los que fueron por dificultades de aprendizaje, el 62% de los que acudieron por epilepsia.

    La alteración del sueño más frecuente en los autistas es el insomnio tranquilo. El lactante se despierta y en vez de llamar a la madre se pone a jugar solo en la cama con sus manitos o un juguete. Los padres dicen que es muy bueno y no molesta, no es buena señal. “Un niño que se despierta de noche llora, llama a la madre o se vuelve a dormir”, comentó González.

    En los casos de hi­peractividad los trastornos del sueño generan distractividad durante el día, “una cosa es consecuencia de la otra” muchas veces, comentó González. Por otra parte, un niño que tiene problemas respiratorios y duerme mal puede durante el día manifestar síntomas similares al de la hiperactividad, como distracción e irritabilidad, pero se debe a este otro motivo y al tratarlo mejora.