“La familia y amigos han querido siempre verme en pareja y con familia”, reconoció una fisioterapeuta de 38 años. “Hubo momentos en el correr de mi vida que fueron duros, por insistir con preguntas o comentarios sobre mi soltería. Hoy ya nada de eso me afecta, entendí que las cosas suceden cuando tienen que ser y que seguramente no ha sido mi momento, pero confío en que llegará esa persona con la cual compartir mi vida y tener un proyecto en común de vida”, agregó.
“El otro juzga, y yo me río de eso”, dijo la comediante Laura Falero (34), la única soltera consultada que aceptó hacer comentarios con su nombre. “Al preguntarte si estas soltera no construimos, no me inspira como ser individual. ¿Estás sola, nena? ¿No pensas en casarte, tener hijos?”.
Nueva nación. En Estados Unidos la escritora Rebecca Traister publicó recientemente “All the Single Ladies: Unmarried Women and the Rise of an Independent Nation” (la traducción sería algo así como “Todas las damas solteras: las mujeres no casadas y el ascenso de una nación independiente”). “A lo largo de la historia de Estados Unidos, el comienzo de la vida adulta de una mujer solía estar marcado por el matrimonio, sin importar qué más podría haber en su destino. A finales del siglo XIX, la edad promedio de matrimonio para una mujer oscilaba entre los 20 y los 22 años. Esa era la forma, el patrón y la definición de la vida femenina”, escribe la autora.
“En 2009, el porcentaje de mujeres estadounidenses casadas cayó por debajo del 50%”, dice Traister, señalando también que ahora en ese país la edad promedio de una mujer en su primer matrimonio es 27 años y que eso representa un cambio significativo. “Ahora se casan después de una década como adultas solteras, en la que logran forjarse un destino propio en sus vidas profesionales, amorosas y sociales. Ahora la decisión de abstenerse o retrasar el matrimonio no tiene que ser un acto intencional de protesta feminista. La soltería ya no es tan limitante para las mujeres. Ahora las mujeres trabajan, votan, compran casas, empiezan un negocio, viajan, piden préstamos y tienen hijos sin la necesidad de estar oficialmente atadas a un hombre”, afirma la autora.
Aunque las cifras en Uruguay no están detalladas, la tendencia es la misma: la edad promedio en la que las mujeres se casan aumentó en las últimas décadas, y por este motivo, sumado a las uniones libres sin matrimonio civil, el porcentaje de mujeres casadas en el total de la población femenina disminuyó su proporción. Estudios realizados en Uruguay también muestran que hoy el porcentaje de mujeres que asiste a la universidad y se gradúa incluso supera al de hombres. Sin embargo, aunque se ha postergado por varios años, la presión de “formar una familia” —sea en el marco de un matrimonio o de una convivencia sin papeles— todavía existe, según la mayoría de las solteras uruguayas consultadas.
Cómo ser soltera. También desde Estados Unidos pero en el plano del humor, llegó la película “Cómo ser soltera”, que hasta hace poco estuvo en los cines montevideanos. Allí, la comediante Rebel Wilson le enseña a la recién separada Dakota Johnson, que estuvo de novia desde el secundario, algunas claves para disfrutar su flamante soltería y también la actualiza en los supuestos códigos actuales de las primeras citas, como por ejemplo demorar un mínimo de cuatro horas en responder los mensajes de WhatsApp y evitar responder con emojis.
Completan el elenco otras dos amigas solteras, Leslie Mann y Alison Brie, y la acción transcurre en Nueva York, por lo que es inevitable recordar al cuarteto de “Sex and the City” y sacar una conclusión: tener un grupo de amigos en la misma condición es vital para que la soltería se disfrute y no se padezca, mientras que rodearse solamente de grupos sociales compuestos por parejas contribuye a que el soltero o la soltera se sienta anormal o carente de suerte.
Para Lucía (que prefirió no revelar su nombre real), una soltera de 34 años, esa es una de las claves. “Mis amigas del colegio y facultad están todas casadas y la mayoría con hijos chiquitos. Por supuesto que ni los planes, ni los horarios, ni los temas de conversación son los de antes, es lógico. Pero creo que si no hubiera tenido la suerte de forjar nuevas amistades en la misma condición que yo, con las que salimos los fines de semana, nos juntamos también algunas tardes a la salida del trabajo e incluso a veces viajamos, me sentiría un poco sola y dejaría de disfrutar de la soltería. Si una es de esas que piensan que las únicas amigas verdaderas son las que se tienen desde el jardín de infantes y no está dispuesta a conocer gente, está frita”, meditó.
Soltera, soltinha. Los fines de semana Lucía frecuenta los pubs de Parque Rodó/Cordón Soho, muchas veces termina la noche en Lotus, y generalmente repite la misma queja: “lo que abunda en la noche uruguaya son los 'Peter Panes' menores de treinta. ¿Dónde está la tan cotizada franja etaria que va de los treinta a los cuarenta?¿Será que no quedan solteros?”
Probó también con aplicaciones como Tinder —que permite seleccionar por edades y si bien en el exterior su uso está más ligado al sexo casual, Lucía conoce al menos a tres parejas “serias” que se conocieron aquí gracias a ella— y en verano incursionó con Happn, una aplicación similar. La metodología es la misma: se elige previamente un rango de edades, se ven luego fotos de los candidatos, y se les asigna un corazón a los que interesan, o una cruz para descartar a los que no. Cuando los corazones son mutuos sucede el “match”, y ambas personas quedan habilitadas para hablar entre sí.
También tuvo varias experiencias con el método tradicional de todos los tiempos y aún vigente: las presentaciones a través de conocidos en común. Intenta no enojarse cuando le sugieren candidatos que poco o nada le atraen y también lo intenta cada vez que escucha el latiguillo “pero dale una oportunidad”. Además, otras veces le han presentado candidatos que sí le interesaron —que luego no funcionaron por razones ajenas al caso— así que sigue confiando que en su futuro quizás sea un amigo o familiar quien cumpla la labor de Celestina.
Se divierte, entretanto, con algún “huesito” ocasional y no sentiría ningún apuro por cambiar de estado civil si no fuera porque es consciente de su reloj biológico y quiere tener hijos algún día. Pensó incluso en congelar óvulos para asegurarse unos años más de tranquilidad, pero postergó la idea luego de informarse del elevado costo del procedimiento, que no está comprendido en las leyes actuales de fertilización asistida. En ese momento maldijo levemente al sexo masculino, por el hecho de que la naturaleza haya sido más generosa con ellos y su biología vinculada a la reproducción.
¿Ser o estar?. Varias de las mujeres consultadas coincidieron en que prefieren que se diga que “están solteras” a que “son solteras”, porque lo consideran un estado pasajero. “Yo no 'soy' soltera, yo 'estoy' soltera. Soy muchas otras cosas, y la soltería no me define como mujer, así como tampoco lo hace el no ser madre. Y aún si no lo fuera, tampoco dejaría que el 'estar en una relación' me definiera”, dijo la asesora. “Es difícil resumirme pensando solo en este aspecto de mi vida, pues parecería que eso te define, en lugar de ser un detalle más en la vida”, coincidió la maestra.
“Creo que hay una diferencia entre ser soltera y estar soltera”, agregó la publicista. “Se trata de saber distinguir en si querés la soltería como opción por el resto de tu vida o simplemente es un momento por el que estás pasando. En mi caso no es un casillero que quiera seguir marcando en un formulario por mucho más tiempo, pero por ahora pongo tick y no lo sufro”, dijo, y agregó: “lo peor de la soltería es justamente lo que para mí define 'estar soltera': el no poder compartir esas cosas, lindas y malas, con alguien más”.
La fisioterapeuta consultada coincidió en el deseo de compartir, aunque destacó las virtudes de la soltería: “lo mejor es que manejás tu vida sin dar explicaciones a nadie y podés utilizar el tiempo en lo que quieras, cuando lo necesites, sin que eso genere inconvenientes. Pero todo tiene su contrapartida porque hay lugares, momentos y situaciones del diario vivir que me gustaría poder compartirlos con una pareja”.
Pero en los cuentos de hadas, el final es cuando el chico y la chica logran por fin estar juntos: luego de esto se dice que “fueron felices para siempre” y no se dan más detalles. En la vida real, en cambio, abundan ejemplos de parejas que no funcionan y contra ellos se despachó Falero. “El concepto de soltera es antiguo y prejuicioso, desearía erradicarlo. Veo a parejas en restaurantes que no se hablan, no se miran, no se acarician ni se abrazan y que miran a otras personas con deseo. Vivo cuestionando si no será el ser humano tan egoísta que busca espejarse en el otro, para encontrarse a sí mismo, y cuando no lo logra, convive con la falta de deseo por el otro, en vez de buscar dentro suyo y quizás en soledad. Cobardes”.
La maestra también coincidió en preferir su soltería a la de parejas “desparejas”, donde a veces “están juntas no por felicidad sino por miedo, miedo a perder esto o aquello'.
Será entonces, quizás, que muchas mujeres luego de cierta edad sí tienen ganas de conocer a alguien interesante con quien compartir sus vidas, pero lo que no desean es emparejarse con alguien que les atrae poco simplemente para no estar solas y dejar tranquilos a quienes la rodean, que temen que ellas terminen “vistiendo santos”.
Una frase repetida que suelen escuchar las solteras es “ya te va a llegar”, pero lo cierto es que hasta que esto suceda (o no) nadie conoce el futuro de cada persona, y quizás la clave pase por disfrutar cada día sin pareja como si fuera una eterna despedida de soltera.