LA TRAGEDIA. EL ESCÁNDALO DEL PUEBLO, EL SILENCIO DEL PODER Y LAS RAZONES PARA SER OPTIMISTA (II)
LA TRAGEDIA. EL ESCÁNDALO DEL PUEBLO, EL SILENCIO DEL PODER Y LAS RAZONES PARA SER OPTIMISTA (II)
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCuando estas líneas lleguen a los lectores, todo el país habrá asistido a la primera movilización masiva durante un 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, en la historia del país.
Es muy poco probable que una demostración de estas características no tenga, luego, consecuencias en los destinatarios del reclamo, que en este caso es el poder político en general y de él, quienes están a cargo del gobierno en particular. Quizás no implique que al día siguiente resuelvan ocuparse con seriedad y eficiencia de tramitar la ley para prevenir, proteger y sancionar la violencia de género (a consideración en el Parlamento desde hace un año), pero la nota se habrá tomado (y no se trata de que estén de acuerdo con ella, se trata de que al menos se ocupen de considerarla).
Por otro lado, no habrá sido la de este miércoles la primera movilización masiva reclamando atención al tema de la violencia doméstica y de género, en ella hay un origen. La adhesión, respeto y credibilidad ganados por la organización Mujeres de Negro, lograron que cada 25 de noviembre miles de uruguayos desde hace seis años desfilen en forma masiva y creciente por 18 de Julio en protesta y señal de escándalo ante el fenómeno de la violencia doméstica y de género. Si bien esta toma de conciencia se condice con los tiempos y a su vez con un movimiento globalizado, el hecho de que una organización como Mujeres de Negro haya logrado estos niveles de liderazgo sin pretensiones megalómanas, sin dudas contribuyó y dio una característica muy propia de Uruguay al movimiento. A esto no puede dejar de reconocerse el apoyo recibido por parte de las dirigentes políticas fundadoras de la Bancada Femenina en el Parlamento y figuras públicas de los medios masivos desde el comienzo, lo cual le dio visibilidad y legitimidad al grupo.
Este movimiento (que un estudio reciente dio como el más nombrado por los uruguayos en el tema, por encima de las instituciones oficiales específicas de apoyo a la mujer) significó también un quiebre importante en la historia de las reivindicaciones de la condición de la mujer en el Uruguay, que desde el retorno a la democracia tuvo quien lo pensara y estudiara, pero en general desde organizaciones que parecen no haber estado interesadas en salir de lo académico y de los círculos convencidos, y con planteos teñidos por la izquierda de pensamiento más conservador (esto es, cercano al partido comunista y aledaños), aunque sin salirse demasiado del sistema como para dejar de recibir los fondos internacionales que costaron años de amistades y vinculaciones.
Es verdad que los reclamos feministas siempre surgieron de las elites, en todas partes del mundo, y también aquí (no solo desde el 85), desde las sufragistas hasta hoy. Quizás también es por eso que estamos (o estábamos) hasta los 60 bien legislados pero culturalmente atrasados: porque la gente no se había apropiado del tema y porque quizás no había un grupo de voces de mujeres que formaran una mínima masa crítica como para ponerlo a consideración masiva.
Hoy eso está. Y habrá que escucharlo. Y es por lo que soy optimista, porque ya no hay vuelta atrás. Y porque las razones sobran:
– Las mujeres ganamos 25% menos.
– Somos más de la mitad de los egresados universitarios y de los posgraduados, pero no llegamos a ocupar el 20% de los cargos gerenciales.
– Sufrimos más desocupación (esto es, encuentran menos trabajo las mujeres que buscan uno que los hombres en la misma situación).
– A medida que aumenta el número de hijos la participación en el mercado laboral baja, lo cual no ocurre en el caso de los hombres.
– Aún no alcanzamos el 20% de las bancas parlamentarias, y por eso estamos abajo del promedio regional y mundial.
– Estamos en 5º lugar en la región en tasa de muerte por parejas o exparejas.
– Se calcula que unas 180.000 mujeres en el país sufren violencia en su hogar.
Las causas de estas situaciones son culturales. Algunas de ellas se encuentran en el hecho de que las mujeres hacemos el 65% del trabajo no remunerado (cuidado de niños y adultos mayores, tareas de limpieza, etc.) por asumir todos, hombres y mujeres, como natural que este tipo de tarea nos corresponde; no estamos educadas para aprender a reclamar y ejercer el poder; tenemos, por tanto, muy pocos referentes que nos inspiren o que integren una red solidaria para seguir modelos culturales diferentes; las políticas públicas parecen quedarse en la declaración de lo políticamente correcto, pero sin asumir un compromiso real con el tema.
Pero estas últimas semanas el tema de la condición de la mujer y de la violencia de género y doméstica, en particular, ha surgido en columnas de opinión (escritas por hombres) en los medios, en tertulias radiales, en debates televisivos en las redes sociales. En algunos casos, con voces críticas hacia las reivindicaciones, en otros para imponer moderación, en otros para cuestionar al movimiento (que no es homogéneo, por supuesto) en su conjunto. Pero la gran victoria es esa: el feminismo en Uruguay salió de los cajones y se puso arriba de la mesa. Esa es la mejor parte. Lo demás, llegará.