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Cabañeros, estancieros, peones, rematadores, cuidadores, productores, dueños, domadores y veterinarios. Ellos son solo algunos de los responsables de que año a año el campo uruguayo se traslade a Montevideo para participar en una nueva edición de la Expo Prado, que empieza el miércoles 6 y se extiende hasta el domingo 17.
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La Rural es la gran vidriera de la actividad agropecuaria y a ella concurren los especialistas y conocedores del rubro, pero también curiosos citadinos que tienen en esos días el único contacto con el campo. El año pasado, unas 340.000 personas visitaron la Expo Prado, una cifra levemente menor al promedio de otros años, que se ubica entre 380.000 y 420.000 visitantes. Según explicó a galería Alejandro Carvalho, director de exposiciones de la Asociación Rural del Uruguay (ARU), en 2016 el clima jugó un papel determinante en la convocatoria, porque llovió buena parte de los días que duró la exposición.
Este año se espera la llegada de 1.300 animales ovinos, bovinos, suinos y equinos, y unos 300 ejemplares de aves y conejos. A la oferta animal se suma la posibilidad de visitar unos 350 stands comerciales, de instituciones estatales y de las Embajadas de Gran Bretaña y España. La Rural también tiene impacto directo en lo que respecta a empleos temporales. La ARU contrata unas quinientas personas para el funcionamiento de la exposición y entrega unas seis mil acreditaciones de trabajo para empresas y establecimientos que asisten a la muestra.
En Uruguay hay pocos sectores tan asociados a los negocios familiares como el agropecuario. Hay apellidos que se repiten a lo largo de las décadas, vinculados a cabañas y emprendimientos que cada año compiten por grandes premios de esas categorías. Algunos conversaron con galería sobre lo que significa para ellos estos días la Rural. En general, coinciden en que más allá de la competencias, es una ocasión única para compartir un rato de camaradería con familiares y conocidos.
De todas maneras, hay quienes tienen algunos reparos con la exposición. Por ejemplo, Olivia Strauch. Considera “horrible” todo lo relacionado con el cuidado de los animales porque a su modo de ver las instalaciones son “pésimas” y los ejemplares están sometidos a un estrés no habitual por el ruido. “Uno está con el corazón en la boca desde que llega hasta que se va”, dijo.
Esa visión tiene matices. La veterinaria Lucía Zerbino —estancias San José de Yaguarí de Durazno, y El Palmar de Río Negro—admite que sí existe un cierto grado de estrés para los animales porque están en un ambiente distinto al habitual, pero considera que los ejemplares se van acostumbrando y cada vez sufren menos. En la misma línea opinó el ingeniero agrónomo Juan Bordaberry, de la estancia El Baqueano de Durazno. Él cree que todos trabajan para mitigar el estrés de esos animales, y explicó que en su establecimiento se pone especial cuidado en el tratamiento de los ejemplares siguiendo los programas de carne orgánica.
Otros, en cambio, descartan que los animales puedan sentirse afectados por pasar esos días en Montevideo. “Viven en un hotel cinco estrellas. No puedo entender que alguien me diga que sufren cuando los animales de cabaña y sobre todo los de exposición son totalmente favorecidos por un trato personalizado y benigno para ellos. Son los animales que mejor duermen, que mejor sanidad tienen, que mejor comen. No estoy para nada de acuerdo”, dijo Isabel Chiarino, propietaria del establecimiento La Prenda Chica de Florida. De todas maneras, Chiarino sostuvo que la duración de la Expo Prado es tal vez un poco extensa de más y que sería mejor que fuera más acotada.
En tanto, desde la ARU, Carvalho rechazó que los animales sufran mientras están en la Expo. “Están acostumbrados desde chiquitos a estar entre humanos y participar en estas actividades. Además estamos pendientes de lo que pasa con el estrés ambiental, con el sonido, el calor y la gente. Buscamos las mejores formas para que no sufran”, aseguró.
