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Los grandes diseñadores suelen inspirarse en el pasado para revivir estilos que quedaron en el olvido. Eso se siente al mirar fotos de casamientos: todo vuelve. Con la llegada de la primavera, comenzó la temporada de casamientos. Se empiezan a ver las nuevas tendencias elegidas por las novias y legitimadas por las expertas. Muchas caminan hacia el altar llevando vestidos clásicos, con pequeños volados y largas colas. Pero otras —más modernas— se animan a elegir diseños más arriesgados, con grandes mangas removibles, tocados con flores extravagantes y algunas transparencias, hasta llegar incluso a usar pantalones. Las nuevas tendencias, inspiradas en las colecciones de firmas como Delpozo o Christian Dior, se instalaron para que las novias estén cómodas y disfruten de una de las noches más importantes de sus vidas. Si bien algunas viajan a comprar el vestido en el exterior, la mayoría elige creadoras uruguayas. En este escenario conviven tanto las históricas, como Vera Kuzel, que lleva más de 50 años en el oficio, las clásicas como Laura Sorhuet y Sofía Carluccio, y las más que están entrando en escena, como Clara Laborde. Para saber qué se vendrá en esta temporada alta de casamientos, galería consultó a algunas de ellas, y a la tocadista Belén Fischer.
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Laura Sorhuet tiene un estilo clásico y, como le gusta decir, elegante. La diseñadora, con 30 años de carrera, sigue atentamente a los nuevos modistas de Valentino. También confiesa estar un poco obsesionada con la frescura y simpleza de los vestidos de Jesús del Pozo.
Las tendencias de los grandes diseñadores, que en setiembre presentaron sus nuevas colecciones en la Semana de la Moda de Nueva York, Londres, Milán y París, también se instalaron entre las novias uruguayas. “En el último tiempo aparecieron distintos estilos: están las que eligen los diseños más cargados, las hippie chic y las más suntuosas”, dice Sorhuet. Se impusieron las transparencias, instaladas como un guiño moderno a los casamientos tradicionales. “En Uruguay está de moda poner forros de color piel porque no se puede llegar desnuda a una iglesia o una sinagoga”, dice la diseñadora. Ella suele hacer pequeños —o grandes— tajos en algunos vestidos que se pueden pensar como crop tops, una pequeña parte de arriba que se separa de la pollera y permite ver un poco de piel.
Al igual que Laborde, Sorhuet empezó a hacer trajes con pantalones: “Hice al menos cuatro y son una versión increíble para no perder la elegancia, pero estar diferente”. En el último año, también se instalaron las colas, capas y mangas removibles como una opción para que las novias se sientan más cómodas durante la fiesta. “Ninguna quiere sacrificar lo más divertido: poder bailar y disfrutar de la fiesta”, dice. Acostumbrada a trabajar con novias ansiosas, Sorhuet suele empezar a pensar los vestidos entre un año y seis meses antes de la ceremonia. “Todas nos ponemos nerviosas porque queremos estar perfectas y sentirnos bien en uno de los días más importantes de nuestras vidas”, asegura. Y no se equivoca.
Clara Laborde
Antes de empezar un nuevo diseño, Clara Laborde (@estudiomonaqueda) coordina una entrevista con la novia para asegurarse de poder trasladar su estilo y personalidad al vestido. También piensa en su figura, las telas y los colores que sentarán mejor a la mujer que en unos pocos meses estará en un altar. “Me inspiro en la novia, en sus gustos y me preocupo por crear vestidos memorables que la identifiquen”, dice la diseñadora. Laborde se hizo conocida por confeccionar los vestidos de Patricia Wolf y Agustina Zuasnábar, y por vestir a algunas de las mujeres más influyentes de Uruguay. Pero hasta hace poco, esta diseñadora era conocida por las colecciones de ropa multimarca que vendía en sus cuatro locales de Monaqueda.
Laborde, de 31 años, había pasado su adolescencia pintando remeras y estampados en distintas telas para hacer prendas que luego vendía en las ferias. Estudió en la escuela de diseño Peter Hamers y hace una década abrió su primera tienda en Montevideo. En las perchas de Monaqueda colgaban blusas, pantalones y tapados modernos. También diseñaba algunos accesorios y vendía zapatos que pronto se empezaron a ver por las calles de Montevideo. Pero no había pensado en confeccionar vestidos de novia hasta que en 2016 recibió su primer pedido. “Fue un poco sin querer, pero descubrí algo nuevo que me apasiona”, dice.
Desde entonces, empezó a diseñar modernos vestidos con un sello que siempre la identificó: la comodidad. “Me preocupo por crear atuendos memorables que sean auténticos, y nadie quiere casarse disfrazado”, dice. Sus vestidos de novia se caracterizan por ser minimalistas, con algunos volados y mucho volumen. Muchas de sus clientas eligen las flores bordadas en estampados simples o en 3D, que se convirtieron en una tendencia en el último año. Otras quieren cortes asimétricos y se animan a olvidar las tradiciones con nuevos conjuntos rupturistas. Se volvieron a usar los brillos y el escote en V con la espalda al descubierto. “Las novias que me eligen quieren romper con lo clásico y diferenciarse”, cuenta. Y con ese espíritu han llegado los pantalones.
En 2013, por ejemplo, Carolina Herrera presentó a una novia vestida con un traje de chaqueta y pantalón, y un enorme sombrero, en la Semana de la Moda de Nueva York. Esta tendencia —cada vez más presente en los casamientos locales— también se vio en el casamiento de Amal Alamuddin con George Clooney, y en el de la modelo Lily Becker. “Las novias con pantalones van a tener un gran protagonismo”, anticipa Laborde. Lo clásico también desaparece en la elección de los colores: cada vez se utilizan más tonos champagne y beige para reemplazar el tradicional off white.
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En Monaqueda, que está por lanzar una colección de vestidos de novia prontos para usar, los diseños se empiezan a trabajar varios meses antes del casamiento. Pero las medidas y la moldería del atuendo final —que suele cambiar durante el proceso— se eligen dos meses antes del casamiento. “Al final, las novias se preocupan por destacar, no perder su esencia y estar cómodas”, concluye la diseñadora.