Pero en la
obra Borges y yo, recuerdo de un amigo futuro, que se representará los
primeros días de marzo en el Teatro Solís, ese narrador tiene nombre y
apellido: Andrea Bonelli, la actriz argentina que probablemente de este lado
del Río de la Plata identifiquemos con comedias como Gerente de familia,
Los exitosos Pells y Los Roldán, pero que atesora una larga
trayectoria teatral luego de formarse en la Escuela Superior de Artes del
Teatro Colón y protagonizar clásicos de Shakespeare, García Lorca y Molière en
escenarios como el Teatro Colón. Borges y yo es una de las siete piezas
que componen la obra, un homenaje creado por la actriz alemana Hanna Schygulla
que también incluye los cuentos borgianos Utopía de un hombre que está
cansado, El enemigo, Los espejos velados, El cautivo, Ulrica
y El fin. Completa la propuesta una selección de tangos clásicos, como Volver,
La última curda y El día que me quieras, que se alternan entre
los relatos combinados como si fuesen los instrumentos de una orquesta.
Ella ya la había hecho en Alemania, hablada en francés y con la música
original del artista alemán Peter Ludwig, que creó tres temas nuevos: Tango
nuevo, Lisboa y Tango E. Luego añadió algunos tangos populares como El
día que me quieras, El choclo y La última curda. Y los trabajó
dramatúrgicamente combinados con los siete cuentos de Borges que eligió. O sea,
el espectáculo no es que sea un cuento, pausa, un tango, pausa, sino que todo
está entramado.
Aquí en Uruguay conocemos más su faceta de actriz que de cantante. ¿Cómo
se lleva con el canto?¿Implicó un gran desafío?
No, yo canté
muchas veces en obras de teatro, y también hice un espectáculo musical con
Nacho Gadano (su pareja y también actor) que trajimos aquí a las Sala
Zitarrosa, y justamente eran tangos, valses y milongas. Me da mucho placer
cantar además de actuar, siempre traté de hacerlo.
De todos los tangos que componen la obra, ¿cuál es el que más la
interpela?
Hay una frase
de Volver que me parece de una belleza enorme y la siento muy cercana;
también hay algo en La última curda. En realidad son tantos que los
escuché toda mi vida, porque son muy populares, pero realmente ahora los estoy
descubriendo. Uno a veces escucha sin escuchar, pero esta obra lleva a mirarlos
de manera minuciosa, a desentrañarlos, desmenuzarlos en cuanto al
significado.
Andrea Bonelli con la chelista Titi Chiappero y la pianista Shino Ohnaga. Foto: Carlos Furman
¿Cómo era antes su relación con Borges? ¿Lectora ocasional o ferviente
admiradora?
Tengo un
libro de cabecera, Los conjurados, que tiene mi poesía preferida, “La
suma”, y la incorporé dentro al espectáculo: le pedí a Hanna y me respondió que
por supuesto que sí. También El libro de arena. Esos eran los dos que
tenía presentes, pero después no había leído tanto. Ahora sí me siento
realmente cerca de ese mundo borgiano, místico, de los sueños, los laberintos,
las realidades y las no realidades… esos juegos que él hace permanentemente con
el tiempo y el infinito. Ahora me siento ahí, viajando por ese mundo.
¿Hubo cambios entre la versión anterior y la actual?
Esta es más
tecnológica, hay una participación audiovisual de ella (Hanna Schygulla), un
video presentando el espectáculo. La estructura dramática y la dramaturgia es
la misma, pero esta versión es de alguna manera más teatral, más performativa.
La hago con dos músicas excelentes, la chelista Titi Chiappero y la pianista
Shino Ohnaga, que van a venir conmigo ahora al Solís.
¿Qué le preguntaría a Borges si reviviera y lo tuviese delante?
¡Qué difícil!
Me encantaría que viniera a ver el espectáculo, a ver si le gusta, a ver si él
siente lo mismo que yo siento con él. Porque es su mundo, pero de alguna manera
está tamizado a través de mí como actriz.
¿Cuál de los siete cuentos de Borges que componen esta obra resultó más
desafiante interpretar?
Cuando
empezamos a ensayar Utopía de un hombre que está cansado me generó algo
de dificultad, quizás fue el que más me costó por un tema de cómo trabajar un
texto literario y volverlo teatral de la forma más pura y honesta posible.
¿Qué es para usted la honestidad a la hora de la actuación?
La respuesta es una búsqueda. Que tampoco sé hasta dónde lo logro,
depende de las funciones, pero es mi deseo por lo menos. Salir de mí en en ese momento,
que es el vivo del teatro, el vértigo en el escenario; ese momento con la
gente, que es lo que tiene de maravilloso el teatro.
¿Alguna vez sufrió pánico escénico?
Todos los
estrenos.
¿Al punto de paralizarse y no poder salir al escenario?
No, nunca me pasó de no poder salir. Pero antes de los estrenos siento un
pánico grande, la verdad que la paso muy mal. Desde los días previos a los
estrenos siento un vértigo fuerte, me da mucho miedo, y sobre todo cuando estoy
esperando para salir. Pero en el instante en que doy el primer paso al
escenario se me pasa.
Foto: Carlos Furman
Aquí en
Uruguay, el trabajo por el que más se la recuerda es la tira Gerente de
familia, un éxito tremendo de los años noventa que coprotagonizó con
Arnaldo André. ¿Cómo se sigue luego de tener la vara profesional tan alta?
Fue increíble
lo que pasó con ese programa en Uruguay. En Argentina también era un éxito
increíble, pero recuerdo lo que fue en Uruguay porque me invitaron varias veces
en ese período. Pero después también me ha tocado hacer otros programas de
mucho éxito, como Los Roldán (2004, con Miguel Ángel Rodríguez, Gabriel el
Puma Goity, Andrea Frigerio y Claribel Medina) y Los exitosos Pells
(2008, con Carla Peterson y Mike Amigorena). Y
más allá de esos momentos de gran exposición, lo que siempre me sostuvo,
toda mi vida, es la autogestión, mis obras de teatro independiente, mis
proyectos profesionales personales.
¿Como un cable a tierra quizás?
Siempre
consideré que ese era mi sostén, mi pilar, mi alimento. Lo otro es algo que va
y que viene, es aleatorio porque nunca sabés cómo sigue. Y puede ser muy
angustiante, porque podés estar en el éxito más grande y después tres años sin
trabajar. Entonces es importante que no te impregne la vida, que lo puedas
transitar (al éxito) y disfrutar, pero sabiendo que puede pasar como no.
Así que
(trabajar en proyectos personales) es lo que te da solidez y poder. Porque el
de la actuación no es un trabajo fácil. Cuando estás haciendo un proyecto de
televisión podés estar 12 horas durante meses levantándote a las cinco de la
mañana. Y tenés que estar bien físicamente, sano para subirte al escenario,
cuidarte la voz. Tiene sus cosas, como todas las profesiones.
¿Ahora está trabajando o preparando alguna otra obra en paralelo?
No, porque ya
hay muchas fechas programadas, sería casi imposible. Vine ahora a Uruguay a
promocionar la obra y aproveché para pasar algún día descansando en Rocha, ya
que venía de un año muy duro y de mucho trabajo. Necesitaba un despeje, así que
con Nacho (Gadano) nos escapamos unos días. Pero me vuelvo a Argentina para
representarla en el Teatro San Martín, donde ya la habíamos hecho en noviembre
del año pasado. Después regreso a Uruguay por las funciones en el Solís, y a
continuación vamos a volver tres semanas más al Teatro San Martín. Más
adelante, entre setiembre y octubre, tenemos funciones en España: en Palma y en
Madrid.
Siempre fue cuidadosa con su vida privada. Estuvo casada con Gerardo
Romano e incluso tienen un hijo. Su actual pareja, Ignacio Gadano, también es
un actor prestigioso. Pero no suele hablar de sus relaciones. ¿Cómo hizo para
mantener esa postura?
Soy de esa camada de
artistas que se paran y hablan de su trabajo, no hablan de las peleas y
reconciliaciones que tienen con sus parejas.
Es una decisión que tomé desde que empecé la carrera. Con Nacho hace 25 años
que estamos y aparte siendo él actor se podría haber generado mucha más
exposición de la pareja, pero me parece que no va por ahí. Me pasó de estar
más expuesta en los momentos en que estuve sola, como que hay una búsqueda de
los medios de que algo suceda, se inventan cosas que no existen y la verdad es
que me parece aterrador, no me gusta nada. La intimidad es la intimidad. Porque
una cosa es el trabajo del actor o la actriz, y otra lo mediático, lo que los
medios descubren o inventan. Y lo que se supone que la gente quiere consumir,
que yo no sé quién lo supone, pero alguien lo supondrá.