Es quien puede irse del escenario durante buena parte de una de sus composiciones más emblemáticas, porque entre Bessio y Los Reyes del Tablado hacían magia con sus gargantas, y que aun así nadie —salvo un alien, el habitante de un tupperware o un hibernante— desconozca que Brindis por Pierrot es la quintaesencia de Jaime. Volver no tenía sentido; o sí, para el recitado que originalmente grabó Washington Canario Luna.
“Ustedes nos hicieron el aguante más largo del mundo. Si hay otro más largo, no lo conozco. Gracias infinitas, gracias totales”, dijo antes del segundo tema, El hombre de la calle. El recital del viernes 17, el Mediosiglo, el que celebraba sus 50 años como músico, originalmente iba a constar de cuatro fechas en el Auditorio Nacional del Sodre, del 6 al 9 de agosto de 2020. Ese fue el comienzo de un periplo más hamacado que un tren. Para entonces, llevaba cinco años sin pisar los escenarios, abocado a los remasterizados de su colección Obra completa.
Cayó la pandemia y los shows se reprogramaron para abril de 2021, agregándose dos actuaciones más. Luego se modificó el escenario: el Teatro de Verano en los días ya programados. Después, se pasó a octubre. Después al Centenario. Por motivos futbolísticos, de la Conmebol primero y de la AUF después, las fechas del reencuentro fueron cambiando, sucesivamente, al 26 de noviembre, al 3 y 4 de diciembre y, finalmente el diablo se apiadó de él y llegó el 17 de diciembre. Por cómo respondió el público, es el hombre a quien hubieran aguantado una espera de medio siglo más. Y él respondió con un recital tremendo, acompañado por una banda afiladísima.
El Centenario resultó ideal para un hombre que tanto se inspiró en el fútbol y en este templo pagano para su obra. Es la portada del disco Mediocampo, la que lo muestra a él con la camiseta de Fénix en una foto tomada en el verde césped más famoso del país. De ese disco, uno de los más logrados de su carrera, interpretó más canciones que de ningún otro: Tal vez Cheché, Victoria Abaracón, Los futuros murguistas y Durazno y Convención. Es Cometa de la Farola el tema más viejo del repertorio, de 1977, rematado con un “¡Volvimos!” en homenaje al regreso a Primera de su amado Defensor. Es Las luces del estadio, en un momento del recital emotivo hasta estremecer. Es Cuando juega Uruguay, devenido clásico de las cortinas musicales celestes, escuchado por primera vez en los altavoces del estadio a fines de 1992. Es la caminata, desde que salieron asomando por el túnel hacia el escenario, de Jaime y los 21 músicos que lo acompañaron en el regreso, bajo una ovación.
Para Cristina (57), diseñadora web, Jaime es, antes que nada, la efervescencia de la salida de la dictadura como parte del llamado movimiento del “canto popular” (al que el artista excedió largamente). Es la despedida de sus murgas como Adiós juventud, Colombina o, sencillamente, Retirada, que la emocionan, a ella como a tantos, hasta las lágrimas. Es el recuerdo a su casamiento con Gabriel, es Calle Yacaré (del disco Contraseña, 2000), la que les cantaba a sus hijos. Es también su vecino de La Floresta. “Siempre lo veo caminando. Por respeto nunca me paré a detenerlo y hablar con él, pero lo veo muy seguido. Hay mil cosas… Amándote es divina, ¿quién no se la dedicó a nadie? Yo conozco todas sus letras, pero no me acuerdo nunca de ninguna”. Y cuando sonó Amándote se abrazó a Gabriel como cuando se ennoviaron, allá por 1985, y se encandiló con las luces de otro barrio.
“Uno llega a viejo y se encuentra diciendo frases recurrentes. Una es: ‘parece que exagero’; otra es: ‘¿quién iba a decir?’. Bueno, ¿quién iba a decir hace 41 años, cuando grabé esta canción en Francia, que en 2021 la iba a interpretar frente a la mismísima Torre de los Olímpicos?”. Jaime lo dijo y se iluminó “la torre más linda del mundo”, como una locura inexplicable que no se oculta. Enseguida arremetió con Los olímpicos, la de “los barrios más remotos de Colombes y ámsterdam”, la de los exiliados, la de los inmigrantes, la del disco Aquello (1981). Hubo momentos para bailar y hubo momentos para emocionarse. Acá hubo de las dos.
En su interacción con el público, Jaime le dedicó Aquello a José Carbajal, el Sabalero, cuya viuda, Anke van Haastrech, estaba presente en el Centenario. También mencionó a Mauricio Rosencof antes de interpretar Golondrinas, del disco La margarita (1994), sobre poemas del exdirigente tupamaro. Evocó al recientemente fallecido Gastón Dino Ciarlo al citarlo como influencia para Nadie me dijo nada, un tema de 1982 al que definió como su “primera milonga-rock”. Se emocionó al hablar de Alberto Sonsol antes de Cuando juega Uruguay. Habló como si los viera en cada esquina y los escuchara en el café. Y antes de Durazno y Convención, segundo y último bis, bromeó con que la voz no lo ayuda tanto como en 1984. “Pero yo hago como Paul McCartney, que tiene a dos tigres al lado que lo ayudan (con las voces) y le da nomás”. En realidad, tuvo ocho tigres: los siete integrantes de los Reyes del Tablado y el Zurdo; y una cuerda de tambores mágica.
Cuando el padre de Federica (24) se fue a Buenos Aires, ella escuchaba mucho Adiós juventud. Era una canción que él le enseñó y que a ella le recordaba mucho a él. “No sabía que Jaime era Jaime, por entonces. Sin darme cuenta, sin estar muy metida en lo suyo, me di cuenta de que varios clásicos de mi infancia fueron suyos, como Amor profundo. Una vez la escuché por Mandrake y dije: ‘Qué loco, reversiona a Jaime’”. Cuando fue al colegio, se hizo muy amiga de un hijo de una expareja del músico, que le contó cómo lo influenció culturalmente. Ella estudió periodismo y tomó un curso con Andrés Torrón, uno de los escritores más cercanos a Roos. En la noche del viernes sí entendió lo que pasaba en ella: se emocionó sobre todo con esas dos canciones y con El grito del canilla. “Para mí, Jaime es mi viejo, uno de mis mejores amigos y los sábados de tarde en la casa de Andrés. Yo estuve en Buenos Aires y entre las cosas que nos hermanan están tomar mate y escuchar a Jaime. Lo de este viernes fue meter a todo Uruguay en un micrófono”.
Es Jaime. Pero también es una banda atrás que es una mezcla de dream team y aplanadora: la viola de Nicolás Ibarburu (“el pibe-guitarra”, Jaime dixit), la batería de su hermano Martín, los teclados de Gustavo Montemurro cargándose sobre los hombros una tonelada de peso al ponerse en el lugar de Hugo Fattoruso, la cuerda de tambores de Nego Haedo, Foqué Gómez y Manuel Silva y la batería de murga de La Tríada (“las dos patas del dinosaurio de la música uruguaya”).
“Nosotros los vamos a llevar a ustedes por el resto de la vida. Ustedes son los del Mediosiglo”, dijo un emocionado Jaime antes de Colombina, el último tema previo a los bises. Él también es su público, entregado desde el arranque, el que esperó más de un año, el mismo en el que abundaban remeras de Defensor y Fénix, donde coexistían abuelos, padres, hijos, nietos, enamorados, ministros, intendentas, artistas y comunicadores. Todos se fueron con la sonrisa dibujada. Y hubo muchos gritos de tablado: “Jaime, te amo”, “Mi abuela te ama, Jaime”, “Valió la pena esperarte, Jaime”, “Buena campera, Jaime” y pedidos insistentes, muchos, de que cantara La hermana de la Coneja.
Es un hombre superprofesional —lo era incluso en épocas que esa conducta no era frecuente en un artista popular— que tiene claras las reglas del espectáculo. Para los bises escogió una tranquila, Piropo, y una para irse agitando, Durazno y Convención, a puro candombe, murga y batucada. El show tuvo la anunciada estructura de la W: arranque con toda la fuerza, pasar a un momento tranquilo, luego uno “intermedio”, otro tranquilo y finalmente se van, se viven yendo, con todo el power. Los momentos de paz fueron con Jaime sentado con su guitarra en la tarima, como en los rescates de Good Bye y Lluvia con sol.
Jaime Roos quizá es el repertorio más sólido de la MPU. ¿Faltaron clásicos? Inevitable. La hermana de la Coneja fue muy pedido y no fue incluido (no faltan voces que dicen que esta canción, del disco 7 y 3 de 1986 y letra de Raúl Castro, hoy sería carne de la llamada “cultura de la cancelación”), lo mismo con Luces en el Calabró, El tambor, Lo que no te di, Tu laberinto, Esta noche, Bienvenido, Hermano te estoy hablando o La despedida del Gran Tuleque. Aun así, esa noche no hubo ni quejas sobre el repertorio ofrecido.
Marcelo (20), estudiante de facultad y la pinta de un gorrión, nació después de que todas las canciones del repertorio del viernes fueran editadas. Las más nuevas fueron Amor profundo y Milonga de Gauna, del disco Contraseña (2000). Nieto de una pareja de exiliados en la dictadura, hijo de un fanático de Jaime, fanático de las murgas, fue como “invitado”, solo “para acompañar” y se emocionó como todos los presentes. Fue su primer recital de Jaime. “Sonó siempre en casa, fue como que estuvo conmigo siempre, conozco mil versos”. También hay un Jaime para él, su nuevo fan; en realidad, siempre hubo.
Jaime prometió volver entero y cumplió. Fin.
EL REPERTORIO
Amor profundo (disco Contraseña, año 2000)
El hombre de la calle (Estamos rodeados, 1991)
Tal vez Cheché (Mediocampo, 1984)
Las luces del estadio (Sur, 1986)
Retirada (Por espantar el sueño, 1978)
Los olímpicos (Aquello, 1981)
Aquello (Aquello, 1981)
Golondrinas (La margarita, 1994)
Milonga de Gauna (Contraseña, 2000)
Victoria Abaracón (Mediocampo, 1984)
Los futuros murguistas (Mediocampo, 1984)
Adiós juventud (Siempre son las 4, 1982)
Cometa de La Farola (Candombe del 31, 1977)
Amándote (Sur, 1986)
Si me voy antes que vos (Si me voy antes ?que vos, 1996)
Good bye (Si me voy antes que vos, 1996)
Lluvia con sol (Sur, 1986)
Nadie me dijo nada (Siempre son las 4, 1982)
El grito del canilla (Selladas uno, 2016; ?es la cortina de un spot publicitario de 1989)
Brindis por Pierrot (Brindis por Pierrot, 1985)
Cuando juega Uruguay (Cuando juega ?Uruguay, 1992)
Colombina (Estamos rodeados, 1991)
Bises
Piropo (Esta noche, 1989)
Durazno y Convención (Mediocampo, 1984)
LA BANDA
Nicolás Ibarburu: guitarra acústica y eléctrica / Martín Ibarburu: batería / Gerardo Alonso: bajo / Andrés Poly Rodríguez: guitarra acústica / Gustavo Montemurro: teclados y acordeón / Pablo Somma: flauta / Juan Ibarra: teclados y percusión / Walter Nego Haedo: tambor piano / Jorge Foque Gómez: tambor chico / Manuel Silva: tambor repique / Raúl García: redoblante (La Tríada) / Pablo Lolito Iribarne: bombo (La Tríada) / Gerardo Batata Cánepa: platillos (La Tríada) / Freddy Zurdo Bessio: voz / Pedro Takorián: voz (Los Reyes del Tablado) / Nicolás Grandal: voz (Los Reyes del Tablado) / Maximiliano Pulpa Méndez: voz (Los Reyes del Tablado) / Edén Iturrioz: voz (Los Reyes del Tablado) / Maximiliano Pérez: voz (Los Reyes del Tablado) / Agustín Pittaluga: voz (Los Reyes del Tablado) / Fabricio Ramírez: voz (Los Reyes del Tablado).