Discursos históricos, conductores fallidos, premiados que no son y desaires.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáQuizá los desaguisados de los últimos años, con James Franco y Anne Hathaway a la cabeza, contribuyeron a que por segundo año consecutivo la ceremonia de los Premios Oscar no tenga un maestro de ceremonias. En su lugar, los ganadores a Mejor actor y actriz principales y secundarios del año pasado, Rami Malek, Olivia Colman, Mahershala Ali y Regina King, serán los presentadores este domingo 9 en el Teatro Dolby de Los Ángeles. Sí es seguro que no estarán los empleados de PwC encargados de custodiar los sobres que hace dos años protagonizaron el error más notorio de los 91 años de esta fiesta; de hecho, tienen prohibido hasta pisar el lugar.
La historia que comenzó en 1929 tendrá este domingo su 92ª edición. Ha sabido de grandes consagraciones y también de notorias injusticias, pero también de momentos jocosos, surreales y bochornosos que han perdurado en el imaginario tanto como los 11 Oscar de Ben-Hur, Titanic y El Señor de los Anillos: el retorno del rey. Cada año se suma uno de estos episodios a esta antología de lo inesperado (o que no debería pasar y pasa) en la ceremonia del espectáculo más popular en todo el mundo. ¿Qué podría ser esta vez?
El dulce grito de guerra de Jorge Drexler
El mojón uruguayo del Oscar tuvo su historia más allá del chauvinismo. La canción Al otro lado del río, de Jorge Drexler, fue la primera creación en español en ser nominada y ganar como Mejor canción original, por la película Diarios de motocicleta (2004), en toda la historia de la ceremonia. Pero para la gala del 27 de febrero de 2005, los organizadores dispusieron que la interpretación en vivo estuviera a cargo de Antonio Banderas y Carlos Santana, en vez del propio autor. La explicación tenía su lógica marquetinera: nadie en Estados Unidos -y mucho menos el público no latino- sabía quién era Jorge Drexler. Gael García Bernal, protagonista de la película, no fue al evento en protesta por esa decisión. Pero ni bien ganó y recibió la estatuilla de manos de Prince -a quien le dedicó una reverencia- el uruguayo se tomó una minirrevancha entonando durante 22 segundos su propia canción, en lugar del típico discurso de agradecimiento. El diario El País de Madrid -donde estaba y está radicado Drexler- publicó al día siguiente que esa manifestación del cantautor se asemejó "pese a su dulce voz, a un grito de guerra".
¿Hay amor?
Primero fue la tensión romántica que atravesaba las pantallas; segundo, algo así como la inminencia de un beso frente a cámaras que finalmente no llegó; tercero, la catarata de memes con ambos protagonistas con chistes de corte grueso. La última entrega de los Oscar, el 24 de febrero de 2019, dejó en las retinas de todos la interpretación de Shallow, de Nace una estrella, finalmente ganadora a la Mejor canción, de la mano de Lady Gaga y Bradley Cooper. En el piano y codo a codo (y cheek to cheek), fueron muchos los millones de espectadores que sintieron la electricidad amorosa que parecía fluir entre ambos. Junto con los memes vinieron los rumores, alimentados luego de que el actor se separara de su pareja Irina Shayk, que presenció con un estoicismo digno de admirar ese momento desde su butaca del Dolby Theatre de Los Ángeles. Solo meses después, la actriz y cantante reconoció que esa actuación estuvo planificada.
Marlon Brando, el gran desaire (pero no el único)
La 45ª edición de los Oscar, en 1973, quedó en la historia por el rechazo de Marlon Brando a su premio como Mejor actor. Lejos de sus años de gloria de la década de 1950, el artista había vuelto a los primeros planos tras su fantástico Vito Corleone en El Padrino, por la que fue nominado y finalmente vencedor. Los organizadores sabían que no iba a asistir y que en su lugar, en caso de ganar (y era el claro favorito), subiría por él una aspirante a actriz de origen apache llamada Sacheen Littlefeather. Cuando Roger Moore (el segundo 007 más famoso) le quiso entregar el Oscar, la joven declinó aceptarlo en nombre de su mandante, debido "al maltrato de los indios estadounidenses en la actualidad por la industria cinematográfica". Dicen que John Wayne, el mítico cowboy del cine, ardía de bronca tras bastidores. Sacheen dio luego un discurso completo para los periodistas. Por recordada que sea, la actitud de Brando no había sido la primera de su tipo. En la ceremonia de 1971, George C. Scott no fue a recoger su premio como Mejor actor por su trabajo en Patton, criticando la alfombra roja y argumentando que prefería ver un partido de hockey por la tele. Pero son juegos de niños comparados con John Ford: este, que tiene el récord de haber ganado cuatro veces el Oscar a Mejor director (1935, 1940, 1941, 1952), nunca fue a recoger ninguno.
Vestida para morir
La alfombra roja de los Oscar, ese manto de 150 metros de largo por 10 de ancho en el que los artistas nominados y los invitados muestran su elegancia antes de entrar a la ceremonia, es un espectáculo en sí casi tan esperado como la premiación. Por supuesto, a veces en lugar de la elegancia muestran su absoluta falta de ella. Ese el caso de la cantante islandesa Björk, que en la gala del 25 de marzo de 2001 se vistió con un atuendo que simulaba un cisne. No contenta con ello, la artista, cuyo tema I've Seen It All, de la película Bailarina en la oscuridad, estaba candidateado como Mejor canción, simuló poner un huevo cuando se paró ante los fotógrafos. El diseño del macedonio Marjan Pejoski recibió críticas y burlas de a montones -el conocido crítico de moda Steven Cojocaru dijo que era "una de las cosas más tontas jamás vistas"; la comediante Joan Rivers lo tildó de "ridículo y horroroso" desde su Fashion Police-, pero también algunos elogios (como el de la cantante Melissa Etheridge, que alabó su creatividad). La islandesa se justificó diciendo que el cisne es una criatura "romántica y monógama". El ropaje no le trajo suerte, ya que Bob Dylan se llevó el premio con Things Have Changed, la canción del filme Fin de semana de locos.
Una selfie hoy imposible
Selfie es un anglicismo muy de moda que no requiere ninguna explicación. La selfie más famosa de la historia, faveada y retuiteada a través de Twitter, fue tomada en la ceremonia del 2 de marzo de 2014. Si bien todo el mundo se la adjudica a la presentadora de esa ceremonia, Ellen DeGeneres, quien la puso en su cuenta de Twitter logrando al día de hoy 2,3 millones de faveos y 3,2 millones de retuits, quien sostuvo el teléfono para sacar la foto fue el actor Bradley Cooper. "Si tan solo el brazo de Brad fuera más largo. La mejor foto sacada jamás", tuiteó la comediante y actriz. La foto incluye a una gran cantidad de luminarias: DeGeneres, Cooper, Jennifer Lawrence, Julia Roberts, Meryl Steep, Brad Pitt, Angelina Jolie, Channing Tatum, Kevin Spacey y Lupita Nyong'o. Como muestra de que el mundo (y Hollywood) es muy dinámico, esa misma foto sería impensable hoy: Brad y Angelina se separaron mientras que Kevin Spacey cayó en desgracia por las acusaciones de abuso sexual.
Paren que no ganamos
La cara de desconcierto del presentador Warren Beatty, galán veterano como muy pocos, era un poema. El discurso de agradecimiento de los productores de La la land culminó con un inesperado "Por cierto, hemos perdido". Alguien le erró a los sobres y luego de unos minutos de incertidumbre se supo que en realidad Luz de luna se había llevado el premio mayor. No existe ceremonia perfecta, pero hay un error que no se puede cometer: errarle al ganador de la estatuilla más esperada. En este caso, es el Oscar a Mejor película. Pues bien, esto ocurrió y posiblemente haya sido el mayor papelón de los 91 años de esta fiesta. Ocurrió el 26 de febrero de 2017. La auditora PwC, encargada de que todo anduviera bien (y anduvo rematadamente mal), pidió disculpas a los presentadores Beatty, Faye Dunaway (que fue la involuntaria autora del gaffe), a los productores de ambas películas y al público por semejante dislate, al tiempo que ordenó una investigación interna. Las cabezas que rodaron fueron las de Brian Cullinan y Martha Ruiz, quienes hacía años eran los empleados encargados de entregar los sobres; ya tienen vedado el pasar por la alfombra roja.
Un discurso que se volvió meme
¿Vieron el GIF de Meryl Street aplaudiendo a rabiar y apuntando adelante con el dedo, en un gesto vehementemente aprobativo? Este gesto, popularizado en las redes sociales, nació en la ceremonia de los Oscar de 2015, durante el discurso de Patricia Arquette al recibir su premio como Mejor actriz de reparto, pidiendo igualdad salarial para las mujeres. Los discursos no suelen salirse de libreto -saludos a directores, productores, familiares, hijos-, pero cada tanto quedan algunos para la historia. Jane Fonda apeló al lenguaje de los sordomudos al aceptar la estatuilla a Mejor actriz en 1979. Una muy emocionada Halle Berry dijo al ganar ese mismo premio en 2002 que "se les ha abierto una puerta" a las mujeres afro, que no habían hasta ese año ganado ningún Oscar. En 2016 y tras ser distinguido (al fin) como Mejor actor, Leonardo DiCaprio alertó sobre el cambio climático. Las enfermedades crónicas también fueron aludidas, el Alzheimer por Julianne Moore en 2015 y el sida por Jared Leto en 2014 y Tom Hanks en 1994; en todos esos casos, obviamente, protagonizaron películas referidas a esas patologías. Michael Moore dividió las aguas de la audiencia, entre abucheos y aplausos, cuando su Bowling for Columbine ganó como Mejor documental en 2003: "Vivimos en una época en la que un hombre nos envía a todos a la guerra por razones ficticias. ¡Nos oponemos a esta guerra, señor Bush!". En esos días arrancaba la invasión a Irak. Similares silbidos por motivos políticos se llevó Vanessa Redgrave en 1978, ganadora como Mejor actriz de reparto y simpatizante de la causa palestina, habló de los "matones sionistas" que la cuestionaban. En un mundo donde se suele tener que poner la música por encima de los ganadores para que corten sus melosos discursos, una mosca blanca fue la intervención de Joe Pesci al ser nombrado Mejor actor de reparto por Buenos muchachos en 1991: "Es mi privilegio, gracias", dijo y se fue.
Paseando las miserias
Streaking es un anglicismo ahora en desuso que se utiliza para definir el acto de correr desnudo en público, ya sea como protesta por algo o simplemente para llamar la atención. El mundo deportivo es terreno fértil para estas manifestaciones que nunca resultan ser violentas. Pero también le tocó a los Oscar, en la ceremonia del 2 de abril de 1974 en el Dorothy Chandler Pavilion de Los Ángeles. Mientras el flemático David Niven introducía a Elizabeth Taylor, quien iba a anunciar el ganador a Mejor película, un hombre de 35 años llamado Robert Opel apareció en el escenario completamente desnudo, hizo la "V" de la victoria con los dedos y desapareció del plano. Mientras el público se reía nervioso, Niven mantuvo la compostura y generó una hilaridad mayor: "Bueno, damas y caballeros, era algo que estaba llamado a ocurrir. ¿Pero no es fascinante... pensar que la única carcajada que quizá este hombre obtenga en su vida sea cuando se desnudó para mostrar sus miserias?". Opel, fotógrafo, artista, propietario de una galería de arte y activista en favor de la comunidad homosexual, se logró colar en la ceremonia con una acreditación de periodista. También entre risas, Liz Taylor dijo de inmediato: "Es difícil seguir luego de esto". Pero lo hizo y anunció a El golpe (con Paul Newman y Robert Redford) como la ganadora de esa edición. Pocos años después, Opel tendría una muerte trágica.
Medio Oscar a cada una
Por raro que parezca, los empates han estado presentes en esta historia casi centenaria. El más recordado fue el Oscar a Mejor actriz que en 1969 debieron compartir una ascendente Barbra Streisand (Funny girl) y la muy consagrada Katharine Hepburn (El león en invierno). Ese premio entre las dos supuso el único Oscar para la primera y uno de los cuatro -todo un récord- para la segunda. Es considerado el caso de empate más recordado de todos pero no el único; en total, fueron seis. El primero de ellos fue en 1932 cuando se distinguió como Mejor actor a Fredric March y Wallace Berry. Lo mismo pasó con el Mejor cortometraje documental de 1950, Mejor documental de 1987, Mejor cortometraje de 1995 y Mejor edición de sonido en 2013. Más allá de los dos casos señalados al principio, no suele darse en los premios más esperados.
Los peores anfitriones
Estar en la mira de cientos de millones de pares de ojos no es para cualquiera. Por eso la elección del presentador es crucial y la satisfacción no siempre es garantizada como con Billy Crystal, Ellen DeGeneres, Whoopi Goldberg o en tiempos más lejanos Bob Hope. La falta de conexión con el público, el mal manejo de cámaras, los chistes que no se entienden o desubicados pueden generar una catástrofe. Eso pasó en los últimos años con Neil Patrick Harris (2015) o Seth MacFarlane (2013). Pero hay cierta unanimidad en que la dupla de Anne Hathaway y James Franco, en 2011, es digna de un pronto olvido. Se los eligió por la juventud de ambas estrellas en ascenso -Hathaway tenía 29 años y Franco 33- para tratar de captar público más joven, cuando en rigor la audiencia bajó 10% en Estados Unidos respecto al año anterior. No hubo química entre ambos y Franco -el más vapuleado por la crítica, haciendo chistes de redes sociales y celulares que nadie entendió, o vestido incomprensiblemente de Marilyn Monroe- parecía soso y apático en comparación con su partenaire, mucho más enérgica y eléctrica. Con el tiempo, se culparon mutuamente de ese momento: Franco, de la energía de Hathaway -"El demonio de Tasmania parece drogado en comparación con ella", le dijo a David Letterman en el show de este- y Hathaway, de la insistencia de Franco -"Yo no quería hacerlo y rechacé la oferta. Fue James el que me persuadió de hacerlo con él", le dijo a People.
UN ESPECTÁCULO DE INJUSTICIAS
Hay un consenso generalizado en que La naranja mecánica de Stanley Kubrick (1971) es una obra maestra, una película de culto, nada parecido a lo que se hizo antes ni a lo que se hizo después y que el que la vio no la olvidó. También es uno de los pocos casos en los cuales no se puede decir que el libro -en este caso, la novela homónima de Anthony Burguess, de 1962- es mejor que la película. Sin embargo, pese a la aureola mítica de este filme, perdió el Oscar a Mejor película de 1972 a manos de Contacto en Francia, que fue una muy buena producción, sí, pero que su pasaje a la posteridad quedó bastante por abajo.
La historia de los Oscar está llena de injusticias. Y hay una suerte de consenso entre los críticos en que la edición de 1999 fue particularmente rica en ellas. Todavía hay quien se pregunta qué extraño proceso mental llevó a los miembros de la Academia a elegir a Shakespeare apasionado como Mejor película estando nominadas Rescatando al soldado Ryan o La delgada línea roja; cómo Roberto Benigni pudo ganar como Mejor actor por su La vida es bella si ese mismo año pujaban Ian McKellen por Dioses y monstruos y Edward Norton por América X; o Gwyneth Paltrow como Mejor actriz por Shakespeare... si Cate Blanchett había compuesto semejante Elizabeth.
Yendo mucho más atrás en el tiempo, lo ocurrido con La naranja mecánica fue muy similar a El ciudadano, la ópera prima de Orson Welles de 1941. No hay cinéfilo que no la alabe como una obra maestra y no falta quien la nombre como la mejor película de la historia. Sin embargo, Qué verde era mi valle, de John Ford (una gran obra, vale decir), fue la vencedora. Se dice que la influencia del magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst, satirizado por el personaje principal, Charles Foster Kane, tuvo demasiado que ver.
A su vez, no son pocos los que sostienen que Secreto en la Montaña, de Ang Lee, no ganó el Oscar a Mejor película de 2006 ya que hería mucho la sensibilidad estadounidense la historia de amor de dos cowboys homosexuales, más allá de que era la favorita. En su lugar ganó Vidas cruzadas, que, vale reconocer, no estaba nada mal. Rocky, el salto a la fama de Sylvester Stallone, tampoco estaba nada mal (de hecho, es la única que se parece a una película de la saga original del boxeador de Filadelfia), pero parece un poco mucho que se haya llevado el premio a mejor filme en 1977, sobre todo si se toma en cuenta que competía con Taxi driver.
DÓNDE VER LOS OSCAR 2020
La 92ª ceremonia de los Premios Oscar es este domingo 9 y en Uruguay podrá verse en directo a las 22 horas por TNT. En esa señal, la transmisión comienza a las 20.30 en vivo desde la alfombra roja del Dolby Theater de Los Ángeles. En el canal E! la televisación comienza más temprano, a las 5 de la tarde, con toda la previa de los premios.