Con gran parte de la superficie cubierta por vidrios o lonas transparentes, los domos utilizan al máximo recursos naturales como la luz solar y son amigables con su entorno. ¿La mejor parte? Pueden construirse para ser, además de laboratorio, invernadero, solarium, planetario, salón de eventos, cine o glamping, una opción de vivienda ecológica despojada de las formas más tradicionales.
Llamado a la creatividad para un oficio milenario. Los carpinteros alemanes más jóvenes todavía mantienen la tradición de viajar a lo largo y ancho del continente europeo para perfeccionar sus técnicas y aprender nuevos métodos, trabajando en diferentes países (no más de tres meses) a cambio de comer y dormir. Eso explicó a Galería Alexander Bubacz, el carpintero detrás de Domos Uruguay, un emprendimiento de construcción de cabañas y domos en territorio nacional.
Él es originario de Alemania; su viaje como aprendiz comenzó con lo justo por Francia y Suiza, hasta que se hartó de la ”arquitectura cuadrada” de Europa y buscó la manera de llegar a algún país que no estuviera en la mente de ningún otro carpintero alemán. Terminó en América del Sur, en Argentina, y de allí el salto a Uruguay fue casi inmediato, recomendado como un lugar donde “se estaba bien tranquilo”.
Le llevó casi un año entender el español. Aun así, se dejó sorprender por el país y su “cultura de reciclaje”; desde reutilizar envases de queso y helado como vasos y tupperwares hasta una genuina preocupación por conservar los entornos. “Encontré un sitio ideal para la bioconstrucción”, contó, un sitio que le daba la libertad creativa que deseaba.
Foto: Domos Uruguay Cuando terminó su viaje tradicional regresó a Alemania para, al tiempo, volverse a Uruguay. Sus sierras y balnearios se prestaban para que Alexander dejara volar la imaginación, especialmente en Punta del Diablo. Allí y de la mano de unos amigos que había hecho en su primer viaje surgió la idea de diseñar conceptos de vivienda orgánicas y diferentes, como los domos, construidos desde el respeto al medio ambiente, minimizando la huella de carbono y “con visión hacia el futuro”, contó Alexander.
Antes de eso arreglaba paredes y techos. Sus amigos de Punta del Diablo se encargaron de recomendarlo. A partir de los domos que hizo para ellos Alexander puede jactarse de que cada uno de sus diseños es personalizado, para que “no solo tenga un impacto positivo en el planeta, sino en las personas”. Al principio regalaba sus trabajos solo para hacerse conocido, hasta que su emprendimiento se transformó casi que en un servicio a demanda, sin catálogos ni medidas estándar.
Sus domos tienen un valor de entre 1.600 y 1.900 dólares por metro cuadrado, dependiendo de la cantidad de espacios y los tipos de materiales. Alexander trabaja con madera dura de eucaliptus rojo para el esqueleto y cúpulas de teja americana o quincho, ventanas de doble vidrio para mayor protección y más concentración de la temperatura interna, y la cantidad de aberturas es a gusto del cliente.
Foto: Domos Uruguay Los domos para vivienda incluyen la instalación sanitaria y eléctrica, al contrario de los que son destinados a glamping, que no tienen baño conectado y están pensados para ser una habitación independiente o un espacio dirigido a talleres, ateliers, salas de yoga u otros rubros.
En busca de intimidad. El Templo del Sonido, de Mar y Sebastián, es un domo dedicado a ser “una experiencia sensorial” en la laguna del Sauce, inmerso en un bosque nativo de más de 500 años. Allí vive esta pareja de artistas y visionarios argentinos, polifacética como un domo geodésico.
El Templo del Sonido, de Mar y Sebastián, quienes están detrás de CreaDomos y multiespacio Mahuá. Hace más de 15 años que incursionaron en esta forma de construcción, convirtiéndola en su forma de vida. Sebastián cuenta a Galería que es el creador de los conectores universales de metal y hace casi ocho años que imparte un curso —en su multiespacio Mahuá— a partir del Manual de Autoconstrucción de Domos de su autoría. Se trata de “uno de los manuales más integrales y completos de todo el mundo”, utilizado en más de 20 países, aseguró. No se necesitan conocimientos previos. Muchas personas que dieron sus primeros pasos en carpintería de la mano de Sebastián hoy tienen su propio domo.
Cabaña domo: un tipo de domo diferente, por CreaDomos. Él lleva construidos más de 70 y trabaja mayoritariamente con cañas de bambú con y sin conectores (lo que se conoce como técnica good karma, cortando cada barra con sus debidas angulaciones) y coberturas de plástico polietileno, PVC, cristal transparente, adobe y quincho de paja, dependiendo del uso que se le dará al domo.
Domo invernadero, por CreaDomos. Ahora bien, la vida en el interior de uno de estos no es para cualquiera. Cuando alguien piensa en un domo, inmediatamente se imagina un espacio reducido, con vistas tan amplias como incompatibles con la intimidad. Pero aunque la óptima captación de la luz solar debería ser uno de los puntos más defendidos, ya que reduce a más del 50% el consumo energético diario —sin mencionar que las aberturas tienen que estar porque el domo “invita a contemplar la naturaleza, mirar el cielo, la magia de los paisajes…”—, se buscaron soluciones.
Los domos de Alexander, por ejemplo, tienen siempre como base por lo menos una pared sólida, además de ventanas a más de un metro de altura y hasta vidrios polarizados, como los autos. Sebastián explicó además que las ventanas y las puertas, así como otros accesorios al estilo de chimeneas, pueden insertarse donde cada persona decida; “es la magia de las caras del poliedro”. La pareja garantiza la intimidad en los espacios internos de estas estructuras: “La palabra domo quiere decir 'útero' en idioma mapuche”.
Foto: Domos Uruguay Mar y Sebastián lo ven como “un sinfín de posibilidades”, puesto que la forma esférica “te permite jugar, elegir y expresar al máximo tus ideas creativas”. Lo primero es conocer que los domos se clasifican en frecuencias del uno al infinito, según la cantidad de triángulos en las que se divida su superficie. Si bien no necesitan pilares centrales o columnas internas, los domos se pueden subdividir para crear habitaciones, una cocina, un baño y hasta un entrepiso con escalera.
Más allá de una forma. El citoesqueleto es un entramado tridimensional de proteínas que da soporte interno a las células de todos los seres vivos y, curiosamente, tiene forma geodésica. La idea no es dejar la línea recta como una jaula del paisaje, la imaginación y la biología, pero esta estructura aparece para romper un poco con la lógica de la inmediatez que propone una recta desde el punto A hasta el B.
Eso es practicidad, pero los patrones geométricos de la naturaleza no son prácticos sino armoniosos; “hologramas fractales que surgen y atraviesan a toda la creación”, definió Sebastián, “desde el ámbito celular hasta el universo”, pasando por los domos.
Foto: Mar y Sebastián. Existe una forma molecular del carbono que recibe su nombre del propio diseñador de estas estructuras geodésicas. Los fullerenos, vulgarmente conocidos como buckybolas (por Richard Buckminster Fuller), hallados a lo largo de toda la vía láctea por el telescopio Spitzer de la NASA, se están estudiando porque podrían haber sido el contenedor de las primeras sustancias necesarias para la vida en la Tierra.
Al parecer, la naturaleza se aprovecha desde mucho antes de que lo hiciera Buckminster Fuller de estas formas que, con un mínimo requerimiento de masa y energía por medio de una tensión equilibrada y continua, aseguran la estabilidad. Esto se conoce como geometría sagrada, y para comprenderla se necesita de un determinado “estado de conciencia”, explicó la pareja.
Definitivamente, esa lectura es profunda y compleja, pero otra más inmediata sí apunta al surgimiento de una nueva conciencia, para la cual el antiguo arte de la autoconstrucción vuelve a ocupar un lugar relevante.
La epifanía de Alexander en Uruguay un poco lo dibujaba, pero Mar y Sebastián se animaron a dar la última puntada: con la popularización de los domos geodésicos se propone un cambio de paradigma en el mundo de la construcción. “Una esfera representa la energía femenina en contraposición de la mente lineal y cuadrada de las construcciones de antes”, explicó Mar. “Hoy el futuro se construye en realidades múltiples”.
Esta visión algo mística complejiza un poco la idea de vivir en un domo, que en definitiva no es otra cosa que un llano y sencillo “volver a lo simple”: retomar la posibilidad de construir los propios espacios (siempre con conciencia y el debido asesoramiento), tal y como lo hacía la humanidad en sus principios; colaborar conscientemente con bajarle el volumen a “los actuales modelos de consumo”; y, a diferencia de la mayoría de formas de construcción que se proponen como una barrera entre persona y mundo, fundirse con el entorno.