El ejemplo de Colonización

El ejemplo de Colonización

La columna de Andrés Danza

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Nº 2209 - 19 al 25 de Enero de 2023

Fue unos minutos antes de que se iniciara el partido mundialista entre Uruguay y Ghana. Todo era nerviosismo y expectativa. No había casi ningún uruguayo pendiente de otra cosa que no fuera fútbol. Las pantallas ya estaban encendidas y la previa aumentaba la ansiedad. Difícil que cualquier otro acontecimiento distrajera la atención pública, salvo que fuera una tragedia de magnitudes importantes.

En ese preciso momento el Directorio del Instituto Nacional de Colonización (INC), luego de una breve sesión, votó por mayoría que el líder de Cabildo Abierto, el senador Guido Manini Ríos, su esposa, la ministra de Vivienda Irene Moreira, y su suegro, el coronel Roque Moreira, no pueden ser catalogados como colonos por el campo que tienen en Artigas. Levantaron la mano cuatro de los cinco directores para adoptar esa decisión y después empezó el partido. Casi nadie se enteró en ese momento. Recién en la tarde se empezaron a conocer las primeras noticias al respecto, aunque el tema de conversación era la eliminación de la selección uruguaya, el enojo con la FIFA y las críticas al director técnico Diego Alonso. Cualquier cosa menos si los Manini eran o no colonos. Y así, con el transcurso de los días, todo se fue diluyendo.

El tema había sido uno de los principales asuntos de discusión política durante semanas. El periplo se inició con una información periodística difundida por Búsqueda en febrero de 2020, a partir de documentación oficial, y luego generó varios informes e inspecciones del Estado. Una inspección técnica y dos evaluaciones jurídicas, todas ellas realizadas por funcionarios del INC, concluyeron que la familia Manini Moreira son colonos y que se les debía reclamar sus tierras. Fue necesario recurrir a un informe externo, pago, que sostuviera lo contrario para que la mayoría del Directorio del organismo adoptara la decisión final, justo en la previa al partido de Uruguay.

¿Por qué? Porque algunos dirigentes del oficialismo, con Manini a la cabeza, creen que los funcionarios técnicos de Colonización que elaboraron los informes son frenteamplistas y actuaron por motivaciones políticas. No uno, todos. Tres documentos de distintas reparticiones, todos armados por militantes opositores. Y eso, al igual que la decisión adoptada en un momento en el que nadie estaba prestando atención, quedó como una imagen borrosa de un pasado cada vez más lejano.

¿Pero qué si Manini tiene razón? ¿Qué si es correcto que los funcionarios que trabajaron en los informes técnicos y jurídicos sobre su campo en Artigas son militantes del Frente Amplio y con base en eso armaron todas las conclusiones? ¿O si realmente él y su familia fueron víctimas de un operativo montado por la oposición al gobierno que tiene un dominio absoluto de algunos de los principales lugares de poder de ese organismo estatal?

El líder de Cabildo Abierto puede decir lo que dice por dos motivos. El primero es que quiere justificar los informes exteriores que lo eximen de responsabilidad y realmente es colono, junto con su familia, lo cual sería muy grave y una pésima señal que quedara sin consecuencias. El segundo es que efectivamente lo que haya atrás de todo este episodio sea una jugada política del Frente Amplio, que cuenta con el poderío y los jerarcas públicos como para hacerla, lo cual sería igual o más grave aún y también tendría que provocar acciones importantes por parte del oficialismo como para revertirlo.

Manini no es el único que lo sostiene ni Colonización la única acusada. La primera fue la senadora nacionalista Graciela Bianchi, tercera en la línea sucesora del presidente Luis Lacalle Pou. Habló sobre lo que a su entender ocurre con muchos lugares del Poder Judicial, que según ella están “infiltrados” por la izquierda y por eso no hay más investigaciones ni procesamientos contra exjerarcas de los anteriores gobiernos del Frente Amplio.

Tiempo después también opinó algo similar el senador blanco Jorge Gandini. Su concepto fue que la coalición multicolor ganó el gobierno pero no el poder, porque el segundo lo comparte con el Frente Amplio en muchos lugares del Estado. Lo dijo en referencia a ciertos casos judiciales y a la celeridad que se aplica para algunas investigaciones y la lentitud que muestran otras. Lo comentó en la ciudad de Mercedes, ante un grupo de militantes, sin intención de que se supiera públicamente. Pero había un periodista entre su audiencia que lo difundió y quedó envuelto en una tormenta, aunque de esas que duran poco y no dejan secuelas.

Manini, Bianchi y Gandini no están solos. No son tres paranoicos que ven frenteamplistas por todos lados y que en ellos justifican lo que el actual gobierno no logra concretar o los casos que involucran posibles irregularidades o actos de corrupción. Que el Estado es un lugar hostil al oficialismo en muchos de sus recovecos es un pensamiento cada vez más generalizado en la actual coalición de gobierno.

Jerarcas políticos de lugares tan disímiles como la educación o las empresas públicas o la tecnología repiten, cada vez con más asiduidad, que sienten que la batalla contra la burocracia frenteamplista está perdida. Dicen que se agotaron de intentarlo, de chocar contra paredes enormes, que no tienen la fuerza suficiente como para desplazarlos. Y eso es algo cada vez más generalizado.

También otros, en lugares de mayor poder dentro de la estructura política, aseguran que las auditorías que se mandaron hacer en todas las reparticiones estatales no encontraron nada muy relevante porque también fueron, en su mayoría, hechas por militantes de la actual oposición. Argumentan que los 15 años que el Frente Amplio estuvo a cargo del poder generaron raíces muy profundas en lugares claves, como los encargados de controlar, y que eso es casi imposible de remover.

He visto y hablado con varios de ellos las últimas semanas. Se los percibe desanimados, no planificando cuál puede ser la mejor forma de iniciar un nuevo ataque sino qué es lo que hay que hacer para que toda esa marea silenciosa de camisetas frenteamplistas, que flota en el Estado, aunque ahora desde la sombra, no agarre un nuevo viento fuerte, se transforme en ola y los termine pasando por encima.

En resumen, están perdiendo la batalla, una de la más importantes, que es la diaria, la que se disputa en los lugares donde se adoptan las decisiones pequeñas y se toman las acciones más sencillas, esas que sumadas hacen al todo. Ahí, donde dicen que había desidia y poco apego, ahora parece haber, según sus propios cuentos, decisión y militancia. Tiempo para revertirlo hay, pero primero deben tener ganas de hacerlo y estar dispuestos a asumir las consecuencias. A esta altura, parece bastante obvio que serán peores si el día de mañana vuelven a cambiar los roles y pasan a ser los actuales gobernantes los auditados.