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La Navidad es sabia

Editora Jefa de Galería

¿Por qué muchos reniegan de la Navidad? Será porque la Navidad exige un espíritu festivo que a veces no está a flor de piel. Será por la obligación impuesta por los compromisos familiares. Será porque les recuerda a personas que ya no están. Será porque la euforia festiva, por momentos agotadora, llega en un momento del año en el que ya casi no quedan fuerzas. Probablemente existan infinidad de motivos, todos muy válidos y entendibles. Sin embargo, hay un costado de la Navidad no siempre tan visitado que puede echar por tierra todas esas razones, y que tiene que ver con el espíritu de esta celebración, con su esencia: la de conectarse con nuestra parte buena.

Tal vez moleste sentirse en la obligación de hacer ese ejercicio cuando marca el calendario y no cuando la persona lo decida. Pero, aunque protestemos, a veces las obligaciones impuestas de afuera nos hacen bien.

Empecemos por el principio. Armar el arbolito: es el primer gesto que nos pone en el mood; es un símbolo que recuerda todos los días en qué momento del año estamos; es un detalle decorativo que alegra la casa; un plan para compartir con los niños y estar con ellos; es lo que recuerda cada mañana que es tiempo de estar con nosotros. Elegir y dar un regalo: mucho más allá de lo que pueda costar en pesos, es tomarse el tiempo de pensar en el otro, recordar lo que le gusta y querer decirle algo. Si se practicara el verdadero ejercicio de regalar, fuera de toda prisa y consumismo exacerbado, se disfrutaría mucho más ese intercambio. Reunirse con familia y amigos: lo que siempre queremos, y claro que muchas veces en Navidad no toca con las personas que de verdad se elegirían para la ocasión, pero es una invitación a acercarse a otras, a saber más de ellas, a tener una charla que tal vez termine sorprendiendo, a celebrar la vida con otros de nuestra especie. Y acá todo argumento se hace añicos contra el piso frente a aquellos que pasan la Navidad solos. Por eso, quienes tienen la suerte simplemente de estar acompañados ya deberían sentirse agradecidos. Comer hasta saciarse: desde los comienzos de la historia el ser humano ha celebrado cualquier acontecimiento dándose un buen banquete, y, nuevamente, sean agradecidos aquellos que lo pueden hacer.

Hoy, en esta vida moderna, de tiempos escasos y responsabilidades infinitas, de locura, inmediatez y mucho estrés, es una buena cosa que nos venga impuesto de afuera un momento que nos obligue a detenernos, a pensar en nosotros, a dejar libres las emociones que tapamos en el día a día, a mirar al que está al lado y sentir empatía, a recordar con amor al que no está y aceptar que la muerte es parte de la vida, a querer con demostraciones a quienes queremos y muchas veces damos por sentado. Somos cuerpo, mente y espíritu. La Navidad es una gran oportunidad para conectar con nuestro espíritu. Quizás sea la única celebración colectiva, global, que invita a eso, a reencontrarse con nuestro lado emocional al que poca atención le damos, sabiendo cada vez más la importancia que tiene sobre el cuerpo y la mente, si no es lo que definitivamente rige todo nuestro organismo y nuestra vida.

Rose Galfione lleva la Navidad como un estilo de vida. La cocinera y figura de la televisión —que ocupa nuestra tapa de esta edición a propósito de su libro Todo el año es Navidad— es una fuerte impulsora del espíritu de celebración, de agasajo, de compartir. En Navidad “se recibe, se abren las puertas a la familia, a los amigos”, “la gente tiende a conmoverse más, a ser más solidaria, más generosa”, todas cosas que para Galfione —y para cualquier humano con sensibilidad— deberían perdurar todo el año. “Trato de vivirlo así para que la vida no me pase por encima. Comprendí que es un aprendizaje y un hábito que trato de incorporar a mi rutina, estableciendo prioridades. Es un ejercicio diario. (...) Todos vinimos a este mundo a ser mejores personas, a evolucionar”, afirma en la entrevista que le hizo Rosana Zinola.

Aunque para muchos, seguir el propósito loable de vivir todo el año con el espíritu de la Navidad puede resultar casi una utopía, aprovechar la energía que trae esta fiesta para ver el lado optimista de la vida y explorar nuestro costado más bondadoso es un gran regalo que nos podemos hacer. Ahora sí: ¡Feliz Navidad!