En su libro Trauma y pandemia, el magíster en Psicología Clínica Luis Gonçalvez Boggio toma la descripción de Tucídides sobre la plaga de Atenas, una epidemia devastadora en medio de las batallas del Peloponeso, en el año 430 a. C.: "(Tucídides) cuenta que lo más terrible de la peste fue el desánimo que embargaba a los atenienses y su clase política y sanitaria. Solo aquellos pocos que sobrevivían se sentían ya seguros, pues la enfermedad no atacaba a una misma persona dos veces". Señala que a juicio de Tucídides, la peste introdujo en Atenas una mayor falta de respeto por las leyes, y que "se intuyó como cosa honorable y útil lo que era placer inmediato y los medios que resultaban provechosos para ello. Ni el temor de los dioses, ni ninguna ley humana podía contenerlos". "2.400 años después poco ha variado en las pasiones humanas. Lo que sí ha variado es la capacidad de la ciencia de abordar estas crisis, como lo demuestra el que, a un año de la aparición del Covid-19, el mundo ya disponga de vacunas", concluye en el libro.
De todas formas, el psicólogo no pronostica una explosión social ni sexual pospandémica, "como sí la hubo en el retorno a la democracia (en Uruguay) en los años 80". El historiador Leonardo Borges también trazó un paralelismo entre las pandemias y las dictaduras. "La libertad coartada es lo peor que le podés hacer a un ser humano", explica. Recuerda lo sucedido tras la caída del franquismo en España, que derivó en el famoso destape español. "Estuvo 40 años bajo llave, escondida detrás de lo que era el franquismo, y después de la muerte de Franco muchos dicen que España se fue para el otro lado. Hay una crítica de que la libertad la convirtieron en libertinaje, que es bastante discutible, pero gracias a esa ruptura tenemos a un cineasta como Pedro Almodóvar, que es hijo de esa ruptura", dice Borges. Fruto de este encierro, Borges cree que a nivel cultural "sin duda va a haber un crecimiento, porque los músicos, artistas, estuvieron demasiado tiempo adentro". El combo se completa con la necesidad del público de ver espectáculos, cines y bandas en vivo. "Puede haber un revival de los músicos. La industria musical está mutando, cambiando, ahora todo es streaming. Me parece que los conciertos en vivo van a tener un crecimiento impresionante cuando se dé la inmunidad de rebaño", apunta.
¿Aventura o costumbre?. Pese a que no adhiere a predicciones de explosión social, Gonçalvez Beggio sí considera que el disfrute y el placer son las claves para salir del "modo supervivencia" en el que se vive durante la pandemia: "Una vida sin placer ni disfrute, a largo plazo, se transforma en una lucha por sobrevivir", dice. Sostiene que con la posibilidad de dar y recibir afectos libremente, y con la capacidad de moverse en todas las direcciones, "la vida puede devenir una aventura creativa nuevamente". El riesgo, advierte, es volver a caer en una sociedad del cansancio y del rendimiento.
"Los adultos que estudiamos y trabajamos estamos llegando al futuro pospandemia muy agotados. La falta del contacto físico, en una vida cotidiana marcada por el exceso de pantallas y Zoom, hace que tengamos que intuir e imaginar las sensaciones que nos darían placer, lo que exige un esfuerzo energético y psíquico muy grande para poder recrear espacios afectivos de intimidad".
Mientras que Christakis considera que el mundo recuperará su gusto por el contacto físico, las aglomeraciones y el alboroto generalizado, Gonçalvez cree que la pérdida de la corporeidad es un desafío, sobre todo para niños, adolescentes y la primera juventud. "Lentamente nos fuimos acostumbrando a mirar nuestras propias caras en tiempo real en la pantalla de Zoom, a mutear nuestras voces, a ocultar nuestra imagen, a portar un estereotipo reducido a una foto de perfil. La pregunta para investigar, en un eventual futuro pospandémico, es cuán reversible será a futuro esta pérdida de la corporeidad en estas fases tan importantes de desarrollo".
Sobre ese punto, el psicólogo y profesor titular de Psicología Social en la Universidad de la República Juan Fernández Romar dice que la experiencia indica que las tecnologías de la comunicación históricas como el teléfono o la televisión no generaron más distancia entre las personas, sino que favorecieron los encuentros. En ese sentido, señala que "es muy probable que luego de un período de distanciamiento y de vida en el ciberespacio, navegando para conocer nueva gente, pasemos a la búsqueda de espacios públicos de encuentros casuales, y que estos tengan un carácter festivo".
Alejandro De Barbieri, psicólogo, apunta que en el psiquismo humano también hay lugar para los movimientos contrafóbicos, algo que podría darse si el virus continúa mutando y la pandemia se sigue prolongando en el tiempo: "Es como cuando tenés miedo a las arañas y después te metés en un lugar lleno de arañas. Capaz el psiquismo no aguanta más y sí, salimos a la calle como mecanismo defensivo", explica. Y considera que por más vacunas e inmunidad de rebaño, todavía falta -y mucho- para que alguien estornude en un lugar cerrado y a nadie le importe. Esto tiene una explicación: el ser humano es un animal de costumbre, como dice a Galería la filósofa Magdalena Reyes. La autora del libro Así está bien observa cómo hace un año y medio la población uruguaya se acostumbró al tapabocas, a la distancia social, a no compartir mate. "Hemos incorporado esta nueva forma de vida y costumbres de una forma que si te detenés a observar es asombroso, porque un año y medio no es nada".
De todos modos, la filósofa y psicóloga no niega unos nuevos y locos años veinte, aunque aclara que la explosión no será tan significativa como para generar un cambio mental y cultural. "Son momentos, como la pandemia; estuvimos un año y medio encerrados, después estaremos un año de living la vida loca. Pero a la larga siempre volvemos a esa actitud o forma de vida en la cual el ser humano ha estado siempre. Es como tener un perro atado mucho tiempo. Cuando lo soltás, sale como loco, pero le dura 10 minutos y después vuelve a la normalidad", explica a Galería.
Desde el punto de vista filosófico, tanto el posible escenario de explosión social como la incertidumbre que perdura durante la pandemia, son diferentes formas de lidiar con la idea de finitud (muerte): "Esta explosión tiene que ver con ‘hoy estamos, mañana no' y, ‘ahora que estoy voy a aprovechar este tiempo para vivir la vida al máximo'". Y el ser humano, naturalmente, le escapa a la angustia que le genera su propia finitud; por eso, siempre vuelve al estado de costumbre, asociado a la negación de la propia muerte.
Impredecibles. Por más similares que hayan sido las reacciones ante diferentes pandemias y crisis que el ser humano haya atravesado en la historia, las personas no dejan de ser "animales impredecibles", comenta Reyes. "En el fondo, como dice Nietzsche, somos impredecibles, lo que hace difícil estos augurios", subraya.
Esta característica es la que lleva a la filósofa a no negar -aunque con cierta desconfianza- una proyección más optimista, como aquella que apunta a una humanidad más solidaria, empática y menos individualista tras la pandemia. Aunque es posible, considera que es un escenario muy difícil de alcanzar. "Para lo que sea, la humanidad necesita detenerse a reflexionar en torno a lo que significa esta pandemia, y la cultura atenta contra esa condición sine qua non para poder generar ese cambio de conciencia, porque vivimos en la cultura del tiempo atomizado, donde estamos siempre corriendo atrás de la zanahoria. No sostengo una actitud pesimista de que la humanidad está perdida, pero la gente no se toma el tiempo para pensar". A eso se le suma la cada vez más difícil desconexión tecnológica, tiempo que se le resta a cualquier posibilidad de reflexión.
Fernández Romar también es escéptico acerca de ese escenario que proyecta una "mejor versión" del ser humano una vez que termine la tormenta. "Parecería que para algunos el cachetazo del covid nos va a hacer recapacitar y rápidamente vamos a forjar un futuro más deseable y atento a los intereses colectivos. Ojalá, pero soy muy escéptico. Avanzar tan siquiera un casillero más en términos de justicia social siempre ha sido más oneroso en términos de vidas y sufrimiento. No creo que esta experiencia determine ni el fin del capitalismo, ni del comunismo chino, los nacionalismos chauvinistas o los populismos idiotizantes", manifiesta. Por el contrario, el psicólogo social encuentra más factible que "todos ellos se vean reforzados y exacerbados en un nuevo período de transición hacia una sociedad mixta en que se mezclen las distintas formas de dominación, generando nuevas mutaciones políticas y sociales".
De Barbieri, no obstante, considera que "estar tan cerca del dolor, permite también valorar la felicidad". "No es que haya que sufrir para ser feliz, pero templa el alma. Valorás más la felicidad de un encuentro, una charla. Soy más optimista en el sentido de que nos hizo una terapia para darnos cuenta de que los vínculos son muy importantes. Que está buenísimo el Zoom, pero nada comparable con compartir un mate, y un abrazo. Eso va a ser un aprendizaje importante", concluye.
Sobre el supuesto derroche económico que se vaticina, el psicólogo opina que si bien la palabra consumismo tiene una connotación negativa, también es la responsable de la reactivación económica. Aunque no descarta el consumismo, espera y proyecta una mayor sensibilidad. "Uno se siente con una sensibilidad de consumo distinto. La gente valora la parte ecológica y es más consciente de a quién le compra. También uno se siente responsable de que se reactive la economía de los países", argumenta. Reyes, por su parte, entiende que "frente al displacer y malestar" que trajo la pandemia, el consumo puede aparecer como una forma de contrarrestarlo.
"Si a vos consumir te da placer, entonces contrarrestás el malestar consumiendo. Muchísima gente en esta cultura encuentra el placer consumiendo no solo bienes materiales, sino experiencias, ideologías, modas", subraya. De todas formas, entiende que el consumismo es "un mal" difícil de erradicar, y que hacerlo "va mucho más allá de la actual pandemia".
Sexualidad: libertad y autoconocimiento
La sexóloga Vanesa Martínez no predice el desenfreno sexual del que habla Christakis. Y el concepto de libertad sexual le parece mucho más acertado que el de libertinaje, al que asocia con mentalidades conservadoras. "Hay quien piensa que una vez que esto termine, la gente va a salir como desesperada. Yo no lo veo tan así", enfatiza. A diferencia del libertinaje, asociado a un "vale todo", la libertad sexual está relacionada con el autoconocimiento, la empatía, el respeto, la diversidad sexual, el cuidado, la comunicación asertiva y la responsabilidad afectiva. "El autoconocimiento aumentó mucho, sobre todo en las mujeres, incluso adultas", quienes encontraron en la cuarentena una oportunidad para descubrir zonas erógenas y disfrutar de su sexualidad en solitario. "Desde nuestro lugar, hemos tratado de ir hacia un empoderamiento sexual para ser libres y responsables, porque la sexualidad es algo dinámico y que se aprende", sostiene. La pandemia, para la sexóloga, tuvo más efectos positivos sobre la sexualidad. En estos meses se potenció el cibersexo y el sexting, dos recursos que si bien no reemplazan el encuentro sexual presencial, son una alternativa segura con varias ventajas, ya que evitan el contagio de enfermedades de transmisión sexual y los embarazos no deseados.