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Diego Presa: "Creo que la canción perdió fuerza como elemento de incidencia social"

El músico presenta Visitante, un acercamiento a los sonidos criollos de un creador ecléctico

Los entendidos en formatos discográficos bien pueden saltearse la siguiente línea. Un extended play (EP) es una grabación musical más extensa que un single, ahora nuevamente en boga, pero sin la suficiente extensión para ser un long play (LP, un disco). Ahora de nuevo para todos: el “azaroso contexto”, como él mismo lo define, hizo que las últimas dos producciones de Diego Presa (46) hayan sido sendos EP. Así lo fue El revés de la sombra, de 2021, con la actriz y cantante argentina Julieta Díaz, y así lo es ahora el recién nacido Visitante, cinco canciones con su sello, repartidas en poco más de 14 minutos, que tendrán su presentación oficial en Montevideo el sábado 3 de setiembre a las 21 horas en la sala Hugo Balzo del Auditorio del Sodre.

“No había ninguna intención a prori ni se trata de ninguna estrategia de mercado, ¡carezco de los conocimientos para eso!”, dice Diego a Galería. “Con Julieta tuvimos la posibilidad en plena pandemia de vernos y grabar las seis canciones que teníamos compuestas. Ahora tenemos más, ¡tanto que vamos a grabar un LP! Pero en ese momento eran las que teníamos y tenía sentido grabarlo en ese momento, como un registro del primer acercamiento”. Visitante fue grabado en Buenos Aires a fines del año pasado con la producción de Juan Ravioli, músico y conocido de larga data. “Él escuchó una serie de canciones mías y me dijo: ‘Te propongo grabar estas cinco canciones en el siguiente plan’. Y el plan era la voz y las guitarras criollas como sostén. De alguna manera, las cosas se configuraron así”.

Fotos: Lucía Durán Fotos: Lucía Durán

Más allá de la sonrisa casi permanente y las risas esporádicas, Diego se muestra serio y reflexivo, pensando cuidadosamente las respuestas. Cinco discos con Buceo Invisible, la banda que en este 2022 cumple 25 años, cuatro álbumes solistas y dos con El Astillero (trío de autores que formó con Gonzalo Deniz y Garo Arakelian) le dan suficiente credibilidad artística. También le han dado el estatus de “artista de culto”, entelequia que quiere decir que más allá de una reputación que nadie niega, sus canciones no son tarareadas por una abuela, ni será la cortina musical de un viaje en bondi. No es algo que lo desvela, dirá durante la charla, ocurrida semanas antes de su presentación en la Balzo.

Este recital estará dividido en dos partes. “Momentos”, prefiere llamarlos él, con esa voz grave que da tono de sentencia a sus expresiones más comunes y de solemne intimidad a sus canciones. El primero de ellos será el marco para Visitante, un EP que él considera un “acercamiento” a estilos más folklóricos, y que constará de un trío de guitarras criollas de cuerdas de nylon: él, Ravioli y Nahuel Roht, otro guitarrista argentino. La segunda parte estará sonoramente más recargada, para sacar a relucir su veta más rockera, en la que lo acompañará su banda: Ariel Iglesias en batería, Checo Anselmi en el bajo y Santiago Peralta en la guitarra eléctrica.

Visitante (del sello Bizarro, únicamente en formato digital) es el último eslabón de una carrera cuyo comienzo “formal”, si vale el término, comenzó un cuarto de siglo atrás, en 1997, con la formación de ese colectivo artístico (la palabra banda no le hace estricta justicia para una propuesta que excede lo musical) llamado Buceo Invisible. También en ese año comenzaba su relación con Virginia, todavía su pareja y hoy madre de sus hijas Julia (21) y Mariana (17). En un mundo donde todo parece ser dinámico, volátil y con fecha de vencimiento, en torno a Diego parece haber estabilidad.

“Hay cosas que yo no me las planteaba en su momento, como tener una pareja que soportara oleajes y tormentas. Era muy joven para eso. Lo que sí hubo fue una intención de construir cosas que duraran y poder sostenerlas en el tiempo. Fue como una intuición, si querés, en un momento —a fines de la década del 90 y principios del 2000— en el que el país se estaba desmoronando. Muchos amigos míos se fueron del país, muchos. Yo tuve la intuición, esa cosa tozuda, de quedarme acá, de generar cosas acá, de que esto no es un pozo. Veinticinco años después, esas cosas sobrevivieron, soportaron el paso del duro tiempo, acá estamos”, señala.

Para entonces ya querías componer. ¿Cuál fue el primer hacedor de canciones que te voló la cabeza?

Fueron dos: Eduardo Darnauchans y Bob Dylan. Me marcaron como autores de canciones ya de adolescentes. Y casi al mismo tiempo Leonard Cohen. Ellos son parte de la cultura rock que a mí más me emociona, la que me más gusta, la que siempre me estimuló. Esa que está vinculada a la poesía, al peso en lo lírico, la que tiene un pie puesto en las letras. Eso es lo que me pegó de chico. Y luego de ellos llegaron Patti Smith, Dino (Gastón Ciarlo), todos aquellos con quienes el peso de la palabra estaba presente.

Guitarras y canciones. Los últimos rayos del sol de una tarde de agosto en Montevideo son el marco ideal para las fotos. Diego Presa se presta para el lente de Lucía Durán. Ella sugiere juegos con la guitarra. Él se ríe recordando la portada del Canciones para el hombre nuevo, de Daniel Viglietti, donde la guitarra asemeja una ametralladora. La guitarra de Diego, con la que grabó las cinco canciones de Visitante (Dafne, 1996, El vino, Melodía simple y Visitante), tiene su propia historia. Perteneció a Enrique Presa, su abuelo, otra referencia artística.

Hablame de tu abuelo y de su guitarra, ahora tu guitarra.

Es una guitarra que hizo Manuel Ameijenda, el padre de Ariel, luthiers los dos. Manuel era amigo de mi abuelo. Es una guitarra del año 57, una de las primeras que hizo, creo que incluso tiene el número uno. Mi abuelo era un músico semiprofesional, que trabajaba en (la Dirección Nacional de) Catastro. Cuando yo nací ya estaba jubilado y vivía gran parte del año en San Luis, donde tenía su casa, “La jungla”. La guitarra estaba muy presente en su vida; componía milongas y tangos, pero le interesaban formas musicales hoy casi perimidas, como la cifra, el estilo o el triste. Parte de su repertorio estaba basado en eso. Escribió una zamba que se llama San Luis de Canelones, que yo siempre digo que fue mi primer contacto presencial con un hit, aunque a una escala reducida (risas). La tocaba en asados, en fogones y generaba cosas en el público, una emoción, una identificación que era genial. Él falleció en 2003.

No habías sacado ningún disco todavía. El primero de Buceo Invisible salió en 2006.

No, pero llegué a cantarle algunas de mis primeras canciones. Era un crítico feroz (risas).

Visitante es intimista, tiene toques de melancolía, es voz y guitarra, es mucho de canción de autor. ¿Como solista, te estás sintiendo más comodo así?

Cuando hago discos solo, al grabar, al ensayar, hay una cosa caprichosa, signada por el deseo, de hacer solo cosas que tengo ganas de hacer, lo que me dé curiosidad. Con Cuarto (su cuarto disco solista, de 2020) hay un poco de la música electrónica alemana de los 70. Playa desierta (el tercero, de 2016) era decididamente pop, más onda REM. Visitante sí es un acercamiento a la canción criolla, al aire de la milonga, de la chacarera y de la zamba, o al menos a una forma de entenderlas, no es que haga un ejercicio de género. Eso más que nada tiene que ver con el deseo. Yo no me planteo esto como una carrera, ¡me molesta hasta la palabra! “Carrera” responde a una cuestión racional y yo reconozco esto como mi oficio.

¿Lo sentís así? ¿Cómo un oficio?

Me reconozco un profesional de la música porque es parte de lo que me hace vivir y que me da de comer. Pero he aprendido a lo largo del tiempo a manejar herramientas musicales y poéticas para hacer canciones. Para mí la canción es algo muy importante; por un lado tiene un sesgo sencillo, que te acompaña en tu vida cotidiana, y por otro lado tiene una cuestión casi sagrada, una potencia comunicacional y espiritual que no sé si se ha perdido con el tiempo pero que a mí me interesa rescatar.

Fotos: Lucía Durán Fotos: Lucía Durán

Docencia y reconocimiento. Diego también es profesor de música para niños escolares y preescolares, tarea en la cual también pone su impronta y sus convicciones delante. Nada de piano, voces A de un lado y B del otro, y a aprenderse la Marcha mi bandera sin chistar ni entender qué se canta. No solo considera importante la canción, también el vínculo con ella y con el silencio.

¿Qué me podés decir de tu rol docente?

Hace más de veinte años que estoy en eso. Es una actividad que a mí me hace muy bien como persona, más allá de que también me gane el pan con eso. Hay tres ejes en los que me baso. Primero, trato de no bloquear la relación natural que el niño tiene con la música. Desde que nacemos tenemos un vínculo particular con el hecho sonoro que está vinculado a lo emocional y lo corporal. Les enseño canciones en un formato más de taller, más vivencial. Los niños ahora participan de otra manera, no son meros “receptáculos” como éramos nosotros. La música tiene que ser una expresión de alegría. Segundo: también quiero jerarquizar el silencio como algo importante para poder escucharse y convivir. El silencio es algo fundamental para nosotros y para la música. Esa es una lucha incluso para los adultos: el relacionamiento con el silencio no es fácil. Lo tercero sería aportarles y abrirlos a otros mundos musicales que son los que no tan fácilmente se accede ahora a través de Internet y las redes, otras músicas de otros lados.

La del sábado 3 es la presentación oficial de Visitante en Montevideo, pero ya lo presentaste en julio, recién salido, en algunas ciudades de Argentina. ¿Tenés un público allá?

Sí, lentamente se va generando ahí un público que se interesa por mis canciones. Tengo amigos en Argentina y también me interesaba trabajar con ellos. Buenos Aires es maravillosa, Rosario y La Plata también son lugares muy estimulantes. Me interesa tener intercambios con esos lugares. He notado que ha crecido ese interés, pero en círculos reducidos. También pasa acá, ojo. Acá soy lo que se suele decir un músico “de culto”, con un público no muy masivo.

¿Te hubiese gustado ser masivo? ¿Tener un hit?

Nunca me lo planteé. Por supuesto que me interesa que mis canciones sean escuchadas. A todos nos gustaría tener un hit, pero no es algo que me desvele. Me gusta la música popular, la canción como fenómeno popular me parece superinteresante. Ahora, no es mi norte. Me siento sí muy agradecido con la gente que escucha mis canciones, algo que ha crecido con el tiempo. Con eso se cierra el sentido de este oficio: hay gente que se interesa por lo que hago, que le presta atención, que le ofrece su tiempo y también sus momentos de intimidad. Visitante tiene que ver con eso: cómo las canciones van entrando en momentos muy íntimos de las personas, como que tienen esa capacidad metamorfósica de los dioses griegos.

Como Dafne, la primera canción de este EP.

Exactamente. Las canciones pueden transformarse en diferentes cosas y entrar en la intimidad de las personas.

Para tener más llegada en Argentina, ¿influyó el dúo que hiciste con alguien tan conocida como Julieta Díaz?

¿Sabés que no sé? Por supuesto, se amplió la gente que me conoce, pero no lo sé… Puede parecer naif lo que digo, pero a mí me interesan más los vínculos artísticos y personales que lo que puedan generarse con ellos.

Obsesión por la canción. El dúo con Julieta Díaz fue lo suficientemente bueno como para que también el mes que viene comiencen a grabar un LP. Este seguramente se terminará antes de fin de año y saldrá al público a principios de 2023.

El recital del sábado 3 será para Diego, primero que nada, “la celebración de un encuentro a través de las canciones”. No hay mayor sentido para él. Esta pandemia, que recién hace poco está aflojando, ha conspirado contra esos encuentros. Cuarto iba a ser presentado en el Teatro Solís el 8 de diciembre de 2020, luego de sortear las primeras oleadas de Covid-19. Pero la muerte del expresidente Tabaré Vázquez, dos días antes, obligó a suspenderlo. Y como la canción es el centro, además de tocar lo nuevo, lo que no ha podido defenderse todavía en los escenarios, Diego también presentará material inédito. “Eso es algo que me gusta mucho, yo trabajo continuamente, casi obsesivamente, en cosas nuevas”.

La canción, ese centro de su vida artística, lo obsesiona al punto de hacerlo reflexionar: hay más diversidad artística, lo que no quiere decir que haya algo que decir.

Como artista, has pasado por gobiernos de distinto signo. ¿Cuál pensás que ha sido más favorable para las manifestaciones culturales? ¿O los apoyos se han quedado en lo declamativo?

Yo siempre he tratado de manejarme al margen de la égida del Estado, mantenerme independiente, hasta por una cuestión intuitiva. Yo creo igualmente que a partir de 2005 en lo nacional se generaron un montón de espacios con la intención de apoyar determinadas manifestaciones artísticas. Hubo más o menos éxito, pero al menos hubo una intención. Eso es innegable, más allá de que uno pueda estar de acuerdo o no con determinadas líneas.

Llevás 25 años de recorrido artístico, ¿qué ha cambiado en el país, en la música, en todo este tiempo? Por caso, ¿sos el mismo?

No, sería muy triste y gris decir que uno no cambió en 25 años. Me reconozco en esa persona, pero también soy otro. Aquella… era una época muy árida, ahora hay una proliferación de manifestaciones artísticas más intensa, más variada, más libre. Como todo, no todo cambió para bien. En la canción, creo que perdió fuerza como elemento de incidencia social. Por otro lado, repito que hay más manifestaciones, de mucha originalidad y libertad, mucha gente joven, muy joven, haciendo cosas al margen de los canales tradicionales de difusión. Es un momento para pensar cuál es la importancia social de la canción. Sí está cambiando y no lo entendemos mucho, eso es algo que creo que hay para reflexionar.

Proyectos colectivos

Veinticinco años de vida, cinco discos, varios desmembramientos artísticos y un conocimiento de vida hacen que Buceo Invisible sea mucho más que “la banda” y el cable a tierra musical de Diego Presa. De ahí surgió y ahí periódicamente vuelve. El Astillero, en cambio, nació en 2016 y pisó fuerte. No podía esperarse otra cosa de una juntada de tres cabezas creativas como Garo Arakelian, Gonzalo Deniz (que por entonces apelaba al nombre de Franny Glass) y él. Sin embargo, implosionó a los pocos años por motivos nunca del todo divulgados. Como cantaba Luca Prodan, para Diego también es mejor no hablar de ciertas cosas.

¿Qué es hoy para vos Buceo Invisible? ¿Tu zona de confort, un espacio poético pero más rockero, una banda de culto con cierto conocimiento entre la gente?

Todo eso que dijiste puede estar bien (risas), pero también es mi grupo de amigos más cercanos, casi hermanos. Con algunos me conozco desde hace 36 o 37 años, de la escuela. Somos testigos de nuestras vidas, entonces existe un lazo indisoluble que pasó por pérdidas, por dolores muy grandes y por años de un ejercicio de la hermandad.

¿Y qué fue lo que pasó con El Astillero?

Y (sonrisa algo irónica sin esfuerzo alguno por disimularse)… Con El Astillero fueron básicamente cuatro años de trabajo intensísimos, con dos muy buenos discos, especialmente el segundo, una experiencia de aprendizaje brutal… y llegó un momento en que no se pudo seguir, básicamente eso. Nada más.

Diego Presa presenta Visitante, sábado 3 de setiembre a las 21 horas, en la sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional del Sodre Adela Reta. Entradas a 750 pesos.

Para escuchar la playlist: entrar a Spotify desde el celular, presionar la lupa (abajo al centro), después el ícono de la cámara junto al campo de búsqueda y elegir escanear.