• Nombre: Gabriel Pereyra • Edad: 57 • Ocupación: Periodista • Señas particulares: Tiene cuatro hijos, un nieto y un perro que lo tiene enamorado; recibió varias amenazas de muerte; la prensa escrita es el medio en el que se siente más cómodo
• Nombre: Gabriel Pereyra • Edad: 57 • Ocupación: Periodista • Señas particulares: Tiene cuatro hijos, un nieto y un perro que lo tiene enamorado; recibió varias amenazas de muerte; la prensa escrita es el medio en el que se siente más cómodo
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acá¿Cómo fue su infancia? Fue divina. Me crie en el Hipódromo de Maroñas y fue una infancia que me doy cuenta que mis hijos difícilmente puedan tener, por la libertad con la que nos manejábamos en el barrio. La calle cambió, y eso que no soy de tener miedo, soy de dar lineamientos sobre cómo moverse. Sí fue complicada mi adolescencia, porque a los 12 años tuve que salir a trabajar. Mi padre se fue de casa y me quedé con mi hermano, dos años más chico, y una hermana, 10 años más chica. Ahí empecé a trabajar y no paré. Vivimos momentos complicados, pero los miro a la distancia y pienso en algunas cosas de la pobreza que no son las primeras que se nombran, como la soledad, no tener dónde ir a golpear puertas, la vergüenza de pedir.
Quienes lo conocen bien dicen que su perro, Tomillo, lo tiene enamorado. ¿Cuándo surgió ese amor? De chico tenía un perro que se llamaba Rombito, y era una crueldad cómo se lo trataba. Estaba siempre atado, entonces era malísimo. Por eso siempre tuve aversión a los perros, no me gustaban nada. Venían a romperme las pelotas en la playa y me enojaba. Hasta que un día los chiquilines querían una mascota, fueron a un refugio y adoptaron a Tomillo. ¡Tenía más miedo, pobre perro! Se ve que le habían pegado. Pensé que nunca iba a socializar, que nunca iba a poder jugar con él. Pero al final terminé entendiendo una dimensión de los vínculos humanos que no entendía.
¿Qué dimensión? El vínculo con un ser vivo, que da un montón de cosas que también pueden dar los humanos, pero no te pide nada a cambio. Cuando estaba un poco mal, me tiraba en la cama y lo abrazaba y era como un diazepam. Tomillo me abrió un mundo a la sensibilidad que no tenía antes de tenerlo.
En su perfil de Twitter tiene una frase que dice: “Salvo mentir a sabiendas, cometí casi todos los pecados que un periodista puede cometer. La mayoría prescribió”. ¿Cuáles son esos pecados? ¡Imaginate! Todos los que un periodista puede cometer, los cometí. Pagar por información. No se hace. Lo hice una vez y tropecé otra vez con la misma piedra. Lo hice dos veces y no lo volví a hacer. Fue en un contexto de un riesgo medido, sabiendo que las personas a las que les estaba pagando no eran “cualquiera”, que tenían un motivo para acceder a la información que se me estaba proporcionando, que valía la pena esa información. Pero eso es muy peligroso, porque si vale la pena entonces todo el mundo lo puede justificar. No hay que pagar por información.
Tiene una manera de entrevistar que puede ser vista como confrontativa. A veces parece hasta que se peleara con algún entrevistado. ¿Es algo consciente y que eligió como su estilo? ¿O es temperamental y le terminan saliendo así? La mayor parte no son confrontativas. Lo que pasa es que me enoja mucho... No soy resentido con la gente, pero sí con las situaciones, y hay situaciones que me sacan. No sé si tiene que ver con el pasado que viví, pero hay cosas que no puedo admitir y no puedo entender, entonces tiendo a pensar lo peor de quienes tienen la responsabilidad de hacer y mejorar eso. No estamos hablando de bajar la Luna, estamos hablando de cosas que los expertos saben que se pueden hacer. Como con la pobreza infantil, por ejemplo. No quiero ser un hipócrita. No quiero haber llegado hasta acá, sea el lugar que sea, por ejemplo, conducir un programa de televisión, y no decir lo que siento. El manual dice que vos no tenés que ser protagonista, que hay que preguntar. No importa, yo si se lo tengo que decir en la cara, se lo digo. Me parece que si no, sería un acto de cobardía. ¿Estoy obligado? No, pero conservo el deber de la memoria.
En su profesión le ha tocado investigar y cubrir casos de narcotráfico, de corrupción, crímenes de todo tipo. ¿Alguna vez se sintió en peligro? La última vez que me amenazaron de muerte por teléfono, según la investigación que hizo Policía Científica, el llamado salió de una celda del Penal de Libertad donde había un narcotraficante y un homicida. Por el tipo de amenaza, que hacía alusión a Cano, el periodista colombiano, tengo cierta sospecha de por dónde pudo venir esa amenaza. Y sí, tuve temor. La policía quería poner un patrullero en la puerta de casa y yo dije: “No, ¡estamos todos locos! ¡No puedo, es una barbaridad!”. Si me la quieren dar, me la van a dar. Sé que ahí o te metés o no te metés. Después de que te metés, estás regalado. Ellos tienen 24 horas para pensar el momento en el que te van a agarrar y vos tenés las 24 horas para vivir tu vida. Lo que digo es que si todo se da como se viene dando, vamos a vivir momentos muy feos en este país.
¿Cree que hay libertad de prensa en Uruguay? Sí. Creo que puede haber un gobierno que no limite las libertades, pero luego, dentro del país, puede que no haya libertad en determinado medio, determinado lugar, porque los empresarios no lo permiten. Las presiones forman parte de las reglas de juego, y la libertad tampoco es un bien que esté dado, es algo que se conquista. Si te presionan y esa presión funciona, es más responsabilidad tuya que del que presiona. El que presiona tiene unos intereses políticos que defender y hará todo lo que sea necesario. El tema es si vos te dejás presionar.
En su carrera pasó por todos los medios: radio, televisión, prensa. ¿En cuál se siente más cómodo? Escribiendo.
¿Por qué? Porque digo exactamente lo que quiero decir, voy para atrás, corto, recorto, pego, miro y releo. Lo dicho, dicho está. Aparte, me parece que todos los medios necesitan que alguien escriba. La escritura es la masa madre, es la manera más fiel, profunda y amplia de comunicarse.