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Los músicos imprescindibles que no salen en la foto: Charlie Watts y los bateristas

Sostener la estructura musical, cambiar el ritmo y las energías; eso hacen los bateristas, eso hacía Charlie Watts en The Rolling Stones

Dicen que los prejuicios son la manera más fácil de acortar camino. En la comedia Still Crazy (Brian Gibson, 1998), que trata del regreso a los escenarios de la ficticia banda de hard rock Strange Fruit, bastante inspirada en Deep Purple, Timothy Spall le da vida al baterista David Beano Baggot. Beano, cuya traducción sería Poroto, es pintado como un tipo desprolijo, mal envejecido por culpa de sus excesos, borracho, flatulento, bufonesco y bastante escaso de materia gris; algo así como el bobo de la tribu. En el brillante falso documental This Is Spinal Tap (Rob Reiner, 1984), sobre la también ficticia Spinal Tap, compendio de todos los clichés del rock de la época, todos los bateristas que pasaron por el grupo han muerto de formas ridículas: combustión espontánea, accidente de jardinería o aspiración de vómitos ajenos; en todo caso, más allá de su técnica y virtuosismo, eran considerados secundarios y descartables.

Los prejuicios se basan en la realidad. Posiblemente no haya habido mayor baterista en el rock que John Bonham, de Led Zeppelin, y uno de los pocos que pudo disputarle ese trono fue Keith Moon, de The Who; casualmente ambos murieron a los 32 años, porque eran tan desbundados como brillantes. Si vamos a The Beatles, hay un consenso generalizado de que Ringo Starr, por muy popular que fuese, era quien menos merecía el rótulo de Genio de Liverpool: era el que menos componía, el que menos cantaba, el que más payasadas hacía y el de carrera solista más mediocre. Bandas tan disímiles como Jethro Tull, Kiss, Dire Straits, Guns n’ Roses o Pearl Jam han cambiado tanto de bateristas como de camisas. También en el rock nacional son muy raros los casos en que el batero original sea el mismo que el actual. En segundo plano parecen quedar tipos discretos, eficaces y leales siempre a una causa, como Ian Paice en Deep Purple, Nick Manson en Pink Floyd o Charlie Watts en The Rolling Stones.

Watts, fallecido el 24 de agosto a los 80 años, en la misma Londres donde nació el 2 de junio de 1941, no era un virtuoso de la batería, ni un desbundado, ni un desprolijo ni muchísimo menos un personaje secundario o descartable. Y fue fiel y constante: durante más de 58 años le marcó el tempo a The Rolling Stones, desde los pubs ingleses como el Crawdaddy a los estadios de todo el mundo, siempre con el pulso firme y justo, impasible al punto de ser hierático, en notorio contraste con el comportamiento excesivo, arriba y abajo de los escenarios, de Mick Jagger y Keith Richards. Casi como si fuera un oficinista o un diseñador gráfico, que era precisamente a lo que se dedicaba cuando se unió a los Stones.

Y tan importante fue, que para Richards el verdadero nacimiento de la banda no ocurrió en 1962 sino exactamente el 9 de enero de 1963, cuando se les unió Watts, que a su vez era el cuarto baterista de una saga que en menos de un año había tenido a Mick Avory, Tony Chapman y Carlo Little, algo así como la prehistoria stoniana. Autodidacta, venía del mundo del jazz y del blues, no le interesaban los solos, su equipamiento era apenas algo más que básico y aun así encajó a la perfección en quienes luego serían Sus Majestades Satánicas. Y tan impactante fue la noticia de su muerte que no son pocos los que piensan que los cantos en breve dejarán de rodar. El conmovedor posteo del guitarrista en redes sociales luego de la triste noticia, una batería sola con un cartel que rezaba Closed (cerrado), hablaba más que mil millones de palabras.

“En mi opinión, no existe lo que algunos llaman baterista de rock. Hay bateristas y punto. A veces, uno alucina con lo que ve: tipos que tocan con tres bombos y cinco millones de platos... ¡se supone que una batería es para tocar el ritmo, nada más! Tener un baterista, desde el principio, que pudiese tocar con la sensibilidad de Charlie Watts fue probablemente una de las causas del éxito de los Rolling Stones. Yo nunca tuve que preocuparme de lo que fuese a hacer el batería. Yo le decía: ‘Charlie, esto va así’, y simplemente empezábamos a tocar. Le podía lanzar ideas y olvidarme de su ejecución. Siempre ha sido así y ha supuesto una gran suerte. En las pocas ocasiones en que me he subido a un escenario y he tenido que vérmelas con un mal baterista, siempre me he acordado de la suerte que he tenido con Charlie”, dijo Keith Richards en el libro oficial de la banda According To The Rolling Stones (2003).

“Como todo / buen golero, / siempre solo, / siempre atrás”, canta Álvaro Pintos en la paródicamente autoflagelante Yo soy Alvin, el batero, de El Cuarteto De Nos. Mape Bossio (43, La Triple Nelson, Francisco Fattoruso, Snake) se ríe con cierta bronca de ese chiste recurrente que los define como “los mejores amigos de los músicos”, sacándoles a su vez esa categoría. Julia Guerriero (26, Niña Lobo) admite ser parte de “una particular especie que no suele salir en las fotos de los shows”, pero cuya desaparición representaría la muerte de la banda. “La energía de la banda depende mucho de quién esté en la batería”, subraya Gustavo Etchenique (66, Jaime Roos, Eduardo Mateo, Rossana Taddei). “Como músicos, así como personas, hay de todo. Pero si bien estamos atrás, bajo perfil y todo eso, la gente va a bailar, a mover el piecito o la cabeza, al ritmo que nosotros marquemos”, saca pecho Tato Bolognini (38, Abuela Coca, Once Tiros, Cuatro Pesos de Propina, Hugo Fattoruso).

Bolognini se adelantó a lo que en estos días dijo Lars Ulrich, de Metallica, respecto a su colega fallecido. En declaraciones publicadas por la Rolling Stone, Ulrich contó sus sensaciones luego de ver a los Stones en vivo: “La gente se sentaba y decía: ‘Sí, estoy bailando con Mick Jagger’. No, estás bailando al ritmo de Charlie Watts de la misma forma que lo está haciendo Mick Jagger. Mick Jagger no se movería así si no hubiera sido por la forma de tocar de Charlie Watts. Todo comenzaba y terminaba ahí”.

Todos reconocen en Watts, no siempre valorado en su justa medida, a la parte de un todo que logró el inconfundible sonido Stone; si era un golero, era Ladislao Mazurkiewicz.

Y todos también, a pedido de Galería, aprovecharon para hablar sobre qué es para ellos el ser baterista.

“En los estadios más grandes, todos — excepto yo— tenían que salir hacia el público para que este pudiese ver algo. Menos mal que Mick siempre se ha movido mucho y se distingue con facilidad (...). En realidad, Mick hacía básicamente lo mismo que en el Crawdaddy, donde ya solía menear el culo. La diferencia es que ahora teníamos unas extensiones o alas en el escenario. Cuando Mick estaba en ellas, yo no lo podía ver”. Charlie Watts, en According to The Rolling Stones.

Saber ubicarse. ¿Qué es lo fundamental en un baterista? “Todo”, arriesga sin arriesgar Mateo Ottonello (25, Meteoro, Lu Ferreira, Combo Candombero, solista). “Es necesaria la coordinación entre brazos y piernas, los movés y terminás siendo parte de una danza. Luego saber mantener el tempo, estar bien conectados con la tierra, tu cuerpo y el ritmo. Saber dónde estás colocado”.

Ottonello se describe como “manija, inquieto e hiperactivo” y que los colegas que conoce son en su mayoría así. Claro, su palo es el jazz, donde el baterista suele tener un protagonismo mayor que en el pop o el rock. Bossio, por su lado, se define tímido e introvertido, lo que explicaría, ríe, esa tendencia a irse para atrás: “Pero aunque estemos atrás, estamos pendientes de la melodía, de lo que hace el cantante, del riff de guitarra, todo el tiempo estamos pendientes de eso, somos melody-followers, siempre intentando entender al otro”.

Para Etchenique, lo fundamental es “el tempo, la capacidad de hacerte bailar con lo mínimo, la versatilidad, el (saber poner momentos de) relax”. Aquí, este músico apunta a la mejor característica del recientemente fallecido: “Lo que no se precisa son los malabares fuera de lugar atrás de un instrumento y sí tocar lo que pide la música, eso lo hacía muy bien Watts”. Siguiendo con las analogías futboleras, era un jugador que no hacía una gambeta de más.

La coordinación no pasa solo por el funcionamiento de brazos y piernas; en realidad, el baterista es el mayor multiinstrumentista de la banda: es bombista, platillista y redoblante, y toca el o los tomtom, y el tom de piso, y el charleston y...

Aunque tipos como Tommy Lee (Mötley Crüe) se empecinen en mostrar lo contrario, hay estudios científicos que determinan que los bateristas terminan siendo más inteligentes que la media. Un estudio realizado en 2008 por el Karolinska Institutet de Estocolmo, en Suecia, demostró que las personas que tocaban la batería y sabían mantener bien el ritmo, obtenían mejores resultados en pruebas de inteligencia. Ese trabajo detectó una correlación entre saber coordinar brazos y piernas con una mayor capacidad natural para la resolución de problemas.

“Yo tengo muy presente lo que me dijo un profesor: ‘Acordate que antes a la batería la tocaban varias personas y ahora una sola’. Y desde entonces no me olvido”, dice Julia Guerriero, quien a los “chistes sobre bateristas”, que poca gracia le hacen, le suma otra lucha: es una mujer sentada frente al instrumento menos femenino quizá de la música popular. “A mi criterio, recién ahora se están rompiendo estereotipos, incluso en un instrumento muy físico. En el liceo me decían algunas cosas, tipo ‘marimacho’ y eso. Ahora nos estamos haciendo lugar, pero ha pasado mucho”.

Ella tuvo en Uruguay una antecesora, Laura Gutman, quien supo ser la baterista de los Buenos Muchachos. En el mundo, Cindy Blackman logró todo un nombre como solista en el jazz y también en el rock, como parte de la banda de los mejores discos de Lenny Kravitz.

Si un bajo son los cimientos, una batería es la estructura. “No sé si se ha hecho un estudio de psicología, pero por lo general somos de bajo perfil. Como contraparte, somos el instrumento que en vivo llama más la atención. Ves a una persona moviéndose, haciendo cosas reales. Vos de lejos quizá no notás qué hace un guitarrista, pero un baterista te engancha. Hay una leyenda que dice que con un buen cantante y un buen baterista ya tenés medio partido ganado”, afirma Roberto Rodino (59, Níquel, Campo, Jorge Drexler, Franny Glass).

Bossio, el mismo que se amarga con algunos chistes de bateristas, prefiere oír lo que una leyenda del jazz como el guitarrista Pat Methney dijo una vez: “El verdadero líder de la banda es el baterista”. Y acota: “Es el que sostiene la música, el que le cambia la velocidad y con eso la energía, es el que también lidia con las energías de los compañeros, el guitarrista que quiere más fuerza y el bajista que quiere menos intensidad. Es el que conduce e intermedia”.

“A mí no me importa lo que diga la gente sobre mí, pero sí lo que diga sobre mi familia, así que procuro no hablar con la prensa”. Charlie Watts, en According to The Rolling Stones. El baterista estaba casado con la misma mujer, Shirley Ann Sheppard, desde 1964. Tiene una hija, Seraphine (53), y una nieta, Charlotte (24).


Liderando desde el fondo. Un estudio realizado también en 2008, en el Chichester College de Inglaterra, reflejó que en un recital un baterista podía quemar entre 400 y 600 calorías, más o menos lo mismo que un futbolista de la Premier League. Alguna vez, Bossio perdió un kilo de peso tras un recital maratónico; Bolognini suele sacarse la remera al cuarto tema “mientras el saxofonista está sequito”; y Guerriero requiere precalentamiento antes de tocar. “Yo tengo un lema: hoy no duele, mañana sí”, dice la baterista de Niña Lobo.

Quizá tamaño esfuerzo explique por qué son tan pocos los bateristas que además cantan en una banda —Phil Collins, de Genesis, o Don Henley, de Eagles, están entre las notorias excepciones— o, yendo más allá, asumen como los líderes del combo.

Bolognini dice que todo se debe a la poca libertad de movimiento de un baterista, que lo convertiría en el frontman más estático posible, siempre sentado. Como buen soldado musical, Nelson Cedrez (59, Ruben Rada, Laura Canoura, Hiram Bullock) defiende el que considera es el rol de los suyos: aportar a la estructura sonora. Ottonello, jazzista de alma, dice que en su palo está “lleno” de colegas que arman grupos en torno suyo. Rodino es más pragmático: “Ya difícil es coordinar los cuatro miembros, ¡imaginate cantar, además! Yo a veces no puedo ni hablar mientras toco, tengo que hacer más señas que en el truco. Si me acercan un micrófono desaparezco, yo pienso en tambores y platillos. No en hablar en público”. Apelando por tercera vez al fútbol, el nueve precisa que lo abastezcan para hacer los goles.

Julia Guerriero prefiere hablar de “diferentes liderazgos”. Por caso, como ya tenía experiencia en el backstage de diferentes bandas, aunque esté “siempre sola, siempre atrás”, su voz siempre se va a escuchar. “Y además está lo obvio, vos sos líder desde el momento en que los tiempos y los ritmos los marcás vos. Eso de que el líder sea el que canta es más un estereotipo que otra cosa”. El ejemplo más claro, recuerda, es Lars Ulrich de Metallica, de notorio peso específico dentro de este cuarteto y que incluso fue la voz más fuerte de toda la industria contra Napster, el primer servicio de intercambio musical online, durante el cambio de siglo.

Etchenique, baterista histórico de Jaime Roos, maestro de varias generaciones más jóvenes, supone finalmente que, al ser el suyo “claramente un instrumento acompañante”, es difícil que se los vea liderando proyectos. Sin embargo, liderazgo y visibilidad no son sinónimos: “En el caso de Watts, aunque no cantara ni estuviera al frente, era uno de los líderes de los Rolling Stones”. Hay muchos que están de acuerdo con esta última afirmación; entre ellos, Mick Jagger y Keith Richards.

“No quiero dejar de tocar. Tengo miedo de que si dejo de tocar me haré viejo. Estoy seguro de que siempre seguiremos actuando, al menos una vez por semana en Bognor Regis (ciudad costera inglesa) o donde sea”, decía, como una declaración de principios, Charlie Watts en 2003.

LO ESPLÉNDIDO DE LO SIMPLE

Quizá por un tema generacional, Roberto Rodino y Nelson Cedrez, nacidos muy poco antes que los propios Rolling Stones, fueron quienes más tenían a Charlie Watts como uno de sus faros guía. A otro de los veteranos, Gustavo Etchenique, Charlie además de gustarle como baterista le caía “muy simpático”. Ninguno de los otros consultados por Galería lo tenía como un modelo musical a seguir; no en vano Uruguay es más beatlero que rolinga, aunque todos le reconocen su estatus de leyenda y el haber logrado con las baquetas y los tambores su propia voz.

“Con 12 años descubrí un disco titulado Flamingo, de Earl Bostic, e inmediatamente quise ser saxofonista. Después oí otro llamado Walking Shoes, de Gerry Mulligan, con Chico Hamilton a la batería, y decidí que quería tocar la batería. Obviamente, esta fue mi decisión final. Los primeros álbumes que compré eran de Johnny Dodds, Duke Ellington y Charlie Parker. Al principio pensaba que todo el jazz era básicamente lo mismo, un estilo musical cerrado, pero después fui leyendo que procedían de diferentes lugares y años, y me convertí en un acérrimo aficionado a ese tipo de música”, contó Charlie Watts en According to The Rolling Stones.

A Rodino, la noticia global del 24 de agosto le pegó más fuerte que cualquiera de las otras muertes notorias de estos tiempos. En su carrera pasó por todos los extremos: de ningunearlo a tenerlo como su principal referente. “Jorge Nasser me dice que soy el Charlie Watts uruguayo, no en vano mi canción favorita de Níquel es Lluvia de Amor, que para mí es muy stone. Luego de que tocamos en el Macció de San José (en noviembre de 2020), Jorge me dijo: ‘Vieja, no sé qué hiciste, pero Lluvia de Amor sonó increíble’. Y yo le contesté que la toqué pensando en Charlie”.

“En un momento de mi vida, tanto él como Ringo Starr fueron mis referentes, los bateristas que más curtía. Técnicamente, la manera de tocar de Charlie era única. Parecía muy sencillo porque es fácil de entender lo que hacen, pero si lo querés clonar es muy difícil. Muy pocos bateristas han logrado eso, tener un sonido propio. Y él lo logró y los Rolling también. Hubo muchos músicos mejores que ellos, pero ellos lograron su propio sonido; no se trata de virtuosismo, sino de tener su propia identidad”, afirma por su lado Cedrez.

Mape Bossio —jurado de la competencia mundial de bateristas Drum-Off Global, que acaba de culminar su pata uruguaya— resalta que la imperfección y la ausencia de una gran técnica de Charlie “no hace a la cosa porque lo que hace a un artista va más allá de eso”. De hecho, dice que es enorme el peso sobre los hombros del músico que los Stones contrataron como baterista para su próxima gira, algo sabido desde antes del fallecimiento de Watts, Steve Jordan (64), más académico y más estilista: “Sinceramente, no sé cómo va a hacer”.

Etchenique, en cambio, más allá de que cree muy difícil concebir a los Stones sin alguien que contribuyó tanto a su sonido como Jagger y Richards, cree que con Jordan —cuyo currículum acalambra, realmente— la banda “puede seguir andando perfectamente”, al menos, en lo musical.

Aunque Watts no lo “superapasionaba”, Tato Bolognini reconoce en él su clase y la capacidad “de destacarse con la simpleza, que hecha de forma espléndida tiene una gran complejidad”.