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Heredera de 4.000 millones de euros de su familia, fundadora de BASF, rechazó su fortuna y se la entregó al fisco
imagen de Marlene Engelhorn no necesita más dinero
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En los años 70 Wallis Simpson, la divorciada por quien el monarca inglés Edward VIII renunció a su trono, dijo en una entrevista que “nunca se es demasiado rica ni demasiado delgada”. Parece ser que los tiempos cambiaron y hoy hay gente que piensa que sí, se puede ser demasiado rico. Y no solamente lo piensa sino que actúa en consecuencia, como lo hizo la austríaca de 29 años Marlene Engelhorn, quien recientemente rechazó la fortuna de su abuela de 4.000 millones de euros porque considera que tener más dinero del que tiene la haría infeliz.
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La joven estudiante dijo que no solo no quiere recibir la plata sino que tampoco planea crear una fundación, pues la filantropía, según sus ojos, solo “perpetúa las mismas dinámicas de poder que crearon las inequidades sistemáticas”, que ella quiere desmantelar. Por eso, la joven va a entregar su dinero al gobierno bajo la forma de impuestos. Quizás esto último fue lo que hizo que la noticia corriera como pólvora. Cuando oímos que una majestuosa cantidad de dinero va a ser embolsada hacia la recaudadora general de impuestos, un órgano estatal que naturalmente recibe pocas simpatías desde la época del Imperio romano, la emoción que se experimenta es bastante indescriptible: ¿desazón? ¿Congelamiento del espíritu? El sentimiento que nace al imaginar a la DGI recibiendo una herencia millonaria es como menos, novedoso.
El destino de las herencias jugosas siempre suscitó interés, y más cuando estos destinos son excéntricos, como el de la fortuna del diseñador británico Alexander Mc Queen, quien dejó 57.000 euros a sus perros. O el de la millonaria hotelera Leona Helmsley, quien a su muerte legó 12 millones de dólares a su perrita bichón maltés Trouble. En estos casos, es posible sentir una alegría algo pícara por lo absurdo y burlón del caso. Pero el dinero de Marlene Engelhorn correrá una suerte bien distinta: “El escenario ideal es que me cobren impuestos”, dijo Engelhorn, cofundadora del grupo Tax me Now. Se trata de un movimiento de jóvenes millonarios de izquierda que dicen que los gobiernos deberían quedarse con una porción mayor de sus fortunas y dicen que este dinero por el que no trabajaron debería ser democráticamente colocado en el Estado.
Parece ser que la familia de Marlene ya tiene un historial en grandes donaciones. Sus abuelos ya habían dejado una generosa parte de su fortuna para apoyar a jóvenes científicos. Su tío abuelo había donado millones a un centro arqueológico y uno de sus primos había donado 140 millones a la música clásica. Sin embargo, Marlene considera que no deberían ser los ricos quienes según sus intereses personales o pasiones decidan adónde debe ir el dinero heredado. “No se necesitan más fundaciones”, dijo.
Según la norteamericana radicada en Uruguay Stephanie Shellman, autora del libro Mi dinero, mi problema, la mentalidad de Engelhorn es más común de lo que cualquier escéptico puede pensar y está relacionada con el hecho de que cada vez más la riqueza se está distribuyendo de forma menos equitativa, un fenómeno que empezó a empeorar a partir de los años 70. Y en los tiempos posteriores a la pandemia se intensificó todavía más la concentración de la riqueza en manos de unos pocos. En Uruguay, se estima que el 14% de la riqueza total pertenece a unos 2.500 uruguayos, lo que representa el 0,1% de la población. A su vez, hay unos 120 ultrarricos, que cuentan con fortunas que rondan los 30 millones de dólares.
Shellman recuerda que en Estados Unidos las familias ricas han sido benefactoras importantes a lo largo de la historia. “Lo que ha cambiado, creo, es que los filántropos de antes tenían un perfil más bajo en su enfoque. Los multimillonarios de hoy son mucho más explícitos en cuanto a la responsabilidad de los más ricos del mundo de donar una parte importante de su riqueza durante su vida”. Para los seres de a pie, que tenemos el sueño recurrente de tener mucha plata, se nos hace difícil entender esto, pero recibir demasiado tampoco es muy sosegante y conlleva una responsabilidad que no todo el mundo tiene ganas de asumir.
La fortuna multibillonaria de la familia Engelhorn se originó con Friedrich Engelhorn, quien hace 150 años fundó en Alemania BASF, una de las compañías químicas más grandes del mundo. Otra empresa de la familia, Boehringer Mannheim, que producía equipos de diagnósticos médicos y farmacéuticos, fue vendida a Roche por 11.000 millones de dólares en 1997.
Como heredera parcial de esa fortuna, Marlene creció en un barrio muy chic de Viena y asistió a colegios de habla francesa. Se describe a sí misma como la clase de persona que “corregía errores gramaticales cuando los oía”. También jugaba al fútbol con muchachos y leía de forma voraz. Confiesa que en esos tiempos carecía de ninguna conciencia de privilegio de clase. Así, por ejemplo, cuando veía amigas viviendo en pequeños departamentos se preguntaba por qué no elegían vivir en una casa grande con jardín, que es tanto “más lindo”. “Los privilegios te dan una visión del mundo bastante estrecha”, reflexiona.
Fue en la universidad en Viena que la perspectiva de Marlene Engelhorne empezó a cambiar y se ofreció como voluntaria en grupos proderechos de los homosexuales. Allí se interesó por las interconexiones entre el género, la raza y la discriminación económica.
A principios de 2020, Marlene se reunió con su abuela en un café en Suiza y uno de los contadores le adelantó que cuando la señora muriera ella iba a recibir varios millones de euros. Le dijo que ese dinero era para gastarlo y ser disfrutado. Sin embargo, para ella las noticias fueron más desconcertantes que alegres, pues le incomoda el lugar que ocupa en la sociedad. “Soy parte del problema: soy el producto de una sociedad no equitativa”, dijo en un evento de Millionaires for Humanity. n
QUÉ HACER CON LA PLATA
Administrar y relacionarse con el dinero es de las tareas más difíciles que enfrenta el ser humano. En la historia hay casos muy atípicos, como el de Benny Hill, que aunque producía cuantiosas sumas con su The Benny HillShow (hoy considerado sexista pero en su momento la audiencia lo disfrutaba mucho), tenía problemas muy extraños con el dinero y ni siquiera se permitía comprarse un par de zapatos, insistiendo en pegar las suelas de los viejos. Tampoco quiso nunca comprarse un auto y prefería ir a los estudios de la BBC a pie, para evitarse el dolor psíquico de gastar plata. En vida, había hecho un testamento para que un grupo de amigos se quedara con su herencia de forma equitativa, pero ese documento no fue hecho con los protocolos legales necesarios y finalmente sus sobrinos, con quienes nunca tuvo relación, se quedaron con todo. Otro señor, el portugués Luis Carlos de Noronha Cabral dejó su herencia a 70 desconocidos elegidos al azar de la guía telefónica.