Nombre: Paula Drexler• Edad: 57• Ocupación: Odontopediatra, docente y DJ • Señas particulares: de niña le daba miedo ir al dentista, sus hijos son sus dealers musicales, tiene una playlist que se llama Intentando Reguetón
Nombre: Paula Drexler• Edad: 57• Ocupación: Odontopediatra, docente y DJ • Señas particulares: de niña le daba miedo ir al dentista, sus hijos son sus dealers musicales, tiene una playlist que se llama Intentando Reguetón
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSu padre y su madre eran médicos. ¿Tuvo chance de estudiar algo que no estuviera vinculado a la salud? Terminé el liceo en plena dictadura. Había pocas carreras para elegir. Tampoco existía dudar el qué estudiar. En mi casa había que estudiar Medicina. El único que se rebeló fue mi hermano menor, Diego, que es arquitecto. Siempre tuve problemas odontológicos, el dentista me daba miedo. Se me fue cuando conocí a Raúl Casamayou; se convirtió en mi padre odontológico. Compartí cátedra con él en la Universidad Católica del Uruguay por muchos años.
¿Cuál es su primer recuerdo relacionado con la música? Mi papá es un melómano. Los domingos de mañana, cuando mis hermanos y yo éramos chiquitos, eran momentos de escuchar música. Vivíamos en el Prado; escuchábamos y bailábamos. Mi tío Abner Gabriel Prada, papá de Ana Prada, siempre tuvo un gran oído. Nos filmaba a mí, a mis hermanos y primos mientras tocábamos instrumentos y cantábamos. En La Paloma, donde veraneo con mi familia desde chica, no había, ni hay, momento sin música. Tengo recuerdo de, a los 12 años, escuchar a Joni Mitchell, específicamente su disco Blue. En esa época nos fuimos a vivir a Israel y allá lo escuchaba todo el tiempo.
¿Cuándo pasó música por primera vez? Siempre investigué la música. Tengo cajas repletas de cassettes y discos desde chica. Siempre puse música en las reuniones familiares, para mí tiene que sonar música en los espacios. En 2002 me llamó Beatriz Soulier para musicalizar Ronda de Mujeres durante cuatro horas. Se pasaba música con CD. Me acuerdo de Radio Urbana en aquellos años, escucharla era abrir la mente. Abrí mi mente tarde, porque después de la carrera me fui a hacer una maestría a Londres, luego inicié un PhD en Estados Unidos. Después pasé esa parte extremadamente científica de mi vida y conecté más con la música. No me animé a dedicarme a eso. Intento que ocupe más espacio en mi vida.
¿Qué recuerdos tiene de aquellos años estudiando en el exterior? No me sentía disponible para otra cosa que no fuese estudiar. No me permitía conectar con la música más allá de ir a conciertos cada tanto. Me arrepiento de no haber curtido y vibrado más. Mi adolescencia fue en la dictadura, entonces ciertos disfrutes de la música me llegaron tarde. Mis 30 fueron mis 20 y mis 40, mis 30.
¿Qué banda o artista la marcó? Tengo una obsesión con eso porque recuerdo todos los artistas y bandas que me gustaron a lo largo de los años. Recuerdo la etapa de la vida en la que estaba y hasta recuerdo quién me los recomendó. También me enojo cuando la música de un lugar no es la que le va mejor (ríe). Llegué a entregar playlists en distintos lugares, recomendándoles que cambien la música. El otro día estaba en un restaurante muy rico y hermoso pero sonaba Cat Stevens, no podía ser. Me gusta su música pero no para comer.
Es de armar muchas playlists. ¿Qué significa esa actividad para usted? Hacer playlists es organizar, seleccionar, investigar música con una rutina y sentido. Hago las playlists de todos los locales de Magma, por ejemplo, y las pienso hasta el mínimo detalle. Algunas hacen homenaje a algún artista que está visitando Uruguay en ese mes, como pasó con Patti Smith; o si un artista muere, como hice con João Gilberto. La realidad es que la selección que hago es con un filtro muy egoísta y riguroso (ríe). Hay artistas que no pongo, como Tini.
¿No le gusta el reguetón? Jorge, mi hermano, me dijo que no puede ser que no tenga ni una playlist de reguetón. Me lo dijo después de ir a un concierto en Puerto Rico, volvió con reguetón en el cuerpo. Nos estábamos yendo a La Paloma, me comió la oreja con Bad Bunny todo el viaje. No puedo escucharlo. Lo único que sí puedo es Tego Calderón, de los inicios del reguetón. No tiene malas palabras, su ritmo es magnífico. La cintura que tiene Jorge para adaptarse y escuchar es sensacional, yo tengo más rigidez. Tengo una playlist que se llama Intentando Reguetón (ríe). Musicalizo el comienzo de la fiesta del 31 en La Serena, en La Paloma, y este año tuve que poner Tití Me Preguntó, de Bad Bunny. Después cambié de género, no podía seguir. Creo que es muy importante respetar el filtro de uno. Puedo compartir solo lo que me emociona.
¿La música de antes era mejor? Descubro cada cosa actual que me enloquece. Espero con ansias el nuevo disco de Erlend Øye, de mis músicos favoritos. Mis sets de música van desde los años 20 hasta lo actual que me hace vibrar.
Cada momento de su vida tiene un soundtrack y un perfume que lo caracteriza. ¿Cuáles son los de ahora? El perfume es de Diptyque Paris. Con los perfumes soy igual que con la música, hasta no encontrar el que me fascina en serio, no paro. Y el soundtrack sería de los Hermanos Gutiérrez, banda suizo-latina.
Tiene tres hijos. ¿Comparte alguna pasión con ellos? La música. Matías (27) estudió Armonía y Composición con Esteban Klísich. Compone mucho. Manuel (25) toca el piano. Felipe (17) siempre pide mis parlantes para poner música con sus amigos. Son mis dealers musicales. Cuando uno descubre algo nuevo, me lo comparte. Me encanta cuando me transmiten lo que sintieron en tal o cual concierto.