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    “El tiquitaca es una mierda”

    Herr Pep, un libro de Martí Perarnau sobre Josep Guardiola

    María tiene doce años y su hermano, Màrius, diez. Juegan tranquilos en su casa y desde una habitación su padre los llama a los gritos: “¡María! ¡Màrius! ¡Venid, rápido! ¡Ya lo tengo!”. Con una maraña de gestos y un discurso por momentos acelerado, el padre les explica a sus hijos que encontró el esquema táctico para el juego de su equipo: un 3-4-2-1. Da nombres, señala movimientos de jugadores, algo inentendible cuando se lee. Pero lo niños dan su aprobación a la idea.

    El padre de estos niños es Josep Guardiola (1971) y el acontecimiento ocurre el 15 de setiembre de 2013, cuando no han pasado 90 días desde que asumió como director técnico del Bayern Munich, el club todopoderoso del fútbol alemán.

    La escena está contada con detalle por Martí Perarnau en el libro Herr Pep (Roca Editorial) y es la crónica del primer año de Guardiola en el Bayern Munich. Perarnau –periodista y atleta catalán que participó de los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980– tuvo un especial privilegio: acompañó todos los días, en distintos lugares, a Guardiola. Escuchó lo que se dice en las prácticas, en las comidas con los jugadores luego de los partidos o en las cenas con amigos. Fue parte de todo esto con una condición: no podía decir nada hasta que no terminara la temporada, que finalmente ganó el Bayern.

    Además de ser un libro interesante para quien gusta del fútbol porque permite conocer con todo detalle cómo funciona un equipo (fenómeno que va más allá de lo que se ve en la cancha cada fin de semana), se puede ver a un Guardiola íntimo. Y esa persona es obsesiva con su trabajo.

    Horas y horas para mirar videos de los partidos de su equipo y del rival inmediato; charlas con asistentes o algún responsable del club analizando cómo jugar; el reclamo constante para que en la concentración se coloque una gran tela que no permita a los periodistas y curiosos ver los movimientos tácticos de los jugadores. El día del partido Guardiola lo vive con tal intensidad que no come nada hasta después del pitazo final. Es que en esos días se le cierra el estómago, explica el entrenador. Comerá después del partido, aunque primero tenga que dedicar media hora al análisis del match, donde descarga “toda la adrenalina”, afirma Perarnau.

    Guardiola es un hombre estricto. En abril de 2014, el Bayern acaba de ganarle al Manchester United y clasifica por cuarta vez en cinco años a la semifinal de la Champions League, el mayor certamen de clubes de fútbol del mundo. Al día siguiente del partido, los jugadores concurren al entrenamiento y comienzan con bromas. Irritado por los ruidos, Guardiola se presenta en la cancha y les ordena “seriedad y respeto” a los aficionados que fueron hasta Sabener Strasse, el búnker del equipo alemán. A partir de ahí, los titulares realizarán la parte final del entrenamiento en total silencio.

    Guardiola, nacido en Santpedor (Cataluña) e hijo de un albañil, tiene un récord envidiable para cualquier director técnico. Dejó de jugar al fútbol en 2006 en Dorados de Sinaloa (México) y al año siguiente ya estaba dirigiendo la filial B del Barcelona, su club de toda la vida. Entre 2008 y 2012 dirigió al primer equipo de Barcelona, que ganó todo. Hasta el momento tiene 19 títulos de 26 disputados.

    El filósofo.

    Además de respirar fútbol, Guardiola es una persona interesada en la cultura general. Lee hasta donde puede. Será por eso que cuando se tuvo que ir del Barcelona, el sueco Zlatan Ibrahimovich dijo que el “filósofo” Guardiola había roto sus sueños.

    En su etapa de futbolista, uno de los insultos que recibió este catalán fue que leyera menos y que jugara más. Es admirador de Truman Capote, seguidor de la poesía de Martí i Pol (“si le gusta la poesía debe ser gay”, le dijeron en España) y de los escritores argentinos Arturo Jauretche y Rodolfo Walsh.

    A su despacho llegan libros de todo tipo: obras de Marco Aurelio, Baltasar Gracián o Séneca. “Dios mío, soy un impostor, ¿cuándo se va a dar cuenta la gente de que yo no me puedo leer todo esto?”, le dijo a su amigo, el escritor, director de cine y periodista David Trueba (autor de uno de los libros de cabecera de Guardiola: Saber perder). En una nota para “El País” de Madrid, Trueba recordó una frase que cada tanto repite Guardiola: “Yo no sé lo que pensarán los que entienden, pero a mí me ha encantado”, dice cuando sale del cine o termina una novela que lo cautivó.

    Antes de decidir que su vida seguiría ligada al fútbol como director técnico, Guardiola tuvo varias charlas con expertos en el tema como los argentinos César Luis Menotti y Marcelo Bielsa.

    “¿Por qué usted, que conoce toda la basura que rodea al mundo del fútbol, el alto grado de deshonestidad de cierta gente, aún quiere volver ahí, y meterse además a entrenar? ¿Tanto le gusta la sangre?”, le dijo Bielsa. Pep no dudó en responder: “Necesito esa sangre”.

    “Se habla mucho de sus ojos de poeta, pero en realidad lo que se oculta tras ellos es un feroz buscador de victorias. Por encima de todo, quiere ganar. Quiere hacerlo a su manera, con sus ideas de juego, desde luego, pero no para reivindicar la bandera del juego estético, ni mucho menos proclamar que solo hay una vía para llegar a la excelencia. Guardiola es un competidor apasionado: quiere ganar y para conseguirlo se deja la piel sobre el campo, aunque quiere conseguirlo con su manera de jugar”, afirma Perarnau en el libro.

    Sus entrenamientos son duros y en uno de ellos hace un comentario que sorprende: “Yo odio el tiquitaca. Lo odio. El tiquitaca es pasar el balón por pasarlo, sin ninguna intención. Y esto no sirve para nada. No creáis lo que dicen: ¡El Barça no tenía nada de tiquitaca! ¡Eso es un invento! ¡No hagáis caso! En todos los deportes de equipo el secreto es cargar mucho un costado para hacer que el contrario bascule”, dice Guardiola a sus jugadores. En otro momento volverá sobre el tema de manera tajante: “El tiquitaca es una mierda”.

    Para Guardiola dominar el balón es fundamental y por eso el ejercicio principal son los “rondos” (una actividad en la que se practica la posesión de la pelota) y correr, correr y correr, y el que no lo haga... kaput, dirá en un entrenamiento.

    Mientras, Màrius y María siguen de cerca a su padre y le hacen preguntas sobre decisiones tácticas y qué tipos de ideas les transmitirá a sus jugadores. No es que le entiendan bien, pero cada fin de semana los resultados parecen darle siempre la razón a su padre.

    Vida Cultural
    2015-01-15T00:00:00