Nº 2183 - 21 al 27 de Julio de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSe atribuye al insigne dramaturgo inglés William Shakespeare una frase muy conocida: “Es mejor ser dueño de tu silencio que esclavo de tus palabras”. Y se nos ocurre que este aserto (nacido bajo el ropaje de un sabio consejo) resulta perfectamente aplicable al tema que, por estas horas, ha centrado la atención de los aficionados al fútbol de nuestro país, y muy especialmente de los que son hinchas de Nacional.
Sabido es que concluido su corto ciclo en el Atlético de Madrid (equipo que salió campeón de la Liga española, en buena parte por su rol decisivo en el cierre de aquel torneo), Luis Suárez quedó en condición de “libre” desde fines del mes pasado y con su pase en la mano; o sea, dueño de elegir entre distintas opciones, cuál y cómo será su futuro inmediato. Siempre había dejado en claro, en tal especial circunstancia, su casi excluyente propósito de llegar en la mejor condición física y futbolística al próximo Mundial de Catar, que sería el cuarto de su carrera y, casi seguramente, el broche final de su espléndido e histórico pasaje con la casaca celeste. Ello implicaba tener que restringir el abanico de las posibles opciones a equipos quizás de menor renombre que aquellos en los que había jugado anteriormente (resignando los consiguientes aspectos económicos) pero que, en principio, le permitieran asegurarse el mayor tiempo posible de minutos en cancha. Vale recordar que Luis se está aún recuperando de una intervención quirúrgica preventiva en su rodilla (que le impidió estar en los últimos partidos amistosos de la selección) y que por tal razón entrena intensamente y en solitario en Barcelona, bajo la supervisión de un preparador físico particular. Y, según se comenta, es tanta su contracción al trabajo, que ya estaría en condiciones de poder sumarse a los entrenamientos de aquel equipo que finalmente decida contratarlo. Claro que el tiempo ha ido corriendo, y las posibilidades de arreglar con alguno de ellos se empiezan a angostar.
Aunque, según trascendiera, Suárez quería permanecer en Europa (su familia tiene preferencia por España), Enzo Francescoli, manager de River argentino, le hizo un concreto ofrecimiento para que se sumara a sus filas; cabe suponer que contemplando las prioridades que fijara el futbolista (entre ellas, la de tener continuidad en sus presencias en el equipo principal). No se sabe con certeza si ese ofrecimiento llegó a ser aceptado por Luis, pero lo cierto es que el hecho de que el equipo millonario quedara sorpresivamente eliminado en octavos de final de la Copa Libertadores, truncó finalmente esa posibilidad. Y allí llegaron unas declaraciones, cuanto menos polémicas del futbolista: “Estoy sorprendido porque los dirigentes de Nacional ni siquiera me llamaron para saber mi situación. Porque si llegué a pensar e ilusionarme con la posibilidad de River, lo mismo hubiera pasado con la de Nacional, que fue mi casa”. Y, por si no fuera suficiente su alegada decepción, agregó: “La gente de River te quiere tanto, te insiste tanto, te llaman constantemente, que uno llega a pensarlo y a planteárselo. Y lo mismo pasaría con Nacional, si hubiera estado interesado”. Colocada de sopetón en una difícil situación, la dirigencia tricolor salió presto a señalar que su falta de interés por contar con los servicios de su exfutbolista, obedeció simplemente al hecho de que Suárez había declarado públicamente, tiempo atrás, que no pensaba –al menos por ahora– volver al fútbol de Sudamérica.
Tras una primera reacción de sorpresa y desilusión por esas declaraciones, el propio presidente de Nacional, José Fuentes, entabló un contacto directo con el jugador, expresándole que obviamente tenía las puertas abiertas del club si quería o estaba dispuesto a volver. Y que –de continuar su marcha en la Copa Sudamericana, y sumada a ella la actividad local– podía darse por asegurada (hasta con la anticipada conformidad del técnico Repetto) esa continuidad que pretendía, para llegar en plena forma al comienzo del Mundial. E incluso viajó a España para convencerlo. Y por si ello no bastara, la parcialidad tricolor (superada una cierta decepción inicial) ha hecho estallar las redes sociales, pidiendo, y casi clamando, por su vuelta al equipo en el que empezara su rutilante trayectoria por el fútbol del mundo.
La pregunta a hacerse es si ese movimiento a varias puntas de la gente tricolor hará desistir al futbolista de su decisión inicial (proclamada sin ambages desde que se desvinculara de su última institución) de continuar jugando en un ámbito más competitivo, como es el europeo, aunque en algún club de menor jerarquía que aquellos en los que lo hiciera últimamente. Y, ligada con esa interrogante, si el jugar en nuestro medio, en el club en el que diera sus primeros pasos en el fútbol, se adecua a su siempre declarado propósito de llegar del mejor modo a su último mundial. Hay que tener en cuenta (y ello debe estar en el platillo de la balanza de Suárez al momento de decidirse) que el fútbol que se practica hoy en nuestro país es particularmente friccionado y violento en demasía, y que los rivales que salgan a enfrentarlo “no se la van a hacer fácil”. A lo que se suma el habitual pésimo estado de varios campos de juego, muy diferentes a aquellos en los que generalmente se ha movido en el viejo continente.
Es claro que este titánico movimiento en que se han embarcado dirigentes y parciales tricolores, llegará hasta donde el propio Suárez (o su círculo familiar más cercano) así lo quieran. No ha dado un sí, y prefiere esperar hasta último momento (y allí, evidentemente, el tiempo que pase juega a favor de Nacional). Acaso, para una mejor composición de lugar, valga recordar que tras su último pasaje en el Barcelona, declaró en un medio de prensa lo siguiente: “Siempre dije que soy de Nacional y estoy agradecido a Nacional; soy profesional gracias a que Nacional me dio de comer cuando era chico. Pero llevo ya 10 años en la selección, me siento identificado como jugador de la selección, y no me gustaría dejar la imagen del futbolista uruguayo que jugó sus últimos seis meses en Nacional…”. Aunque, tras esa suerte de declaración de principios adjuntó, por si acaso, esta realista conclusión: “Pero en fútbol nunca se sabe qué puede pasar”.
Lo cierto es que –completando la frase que presta título a esta columna– aquel lamento o decepción que proclamara a los vientos el brillante futbolista (o el “mimo” de los suyos, que quizás necesitaba) le han venido a colocar, a la larga, en una situación harto difícil: decirle que no, a quienes desde el mismo lugar en que se iniciara en el fútbol, pretenden ahora –por todos los medios posibles– que vuelva a ponerse en el pecho la blusa tricolor.