En el momento en que escribo esta columna, los sabuesos del Bicho Bonomi andan tras los pasos del autor del atentado de esta semana contra la iglesia de Tapes.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáOtra vez bombas de pintura roja, y esta vez, además, una molotov que quemó parte de la puerta de entrada.
Para facilitarles la tarea a los Pados, les cuento que a la hora exacta del atentado, yo pasaba en bicicleta justo por la puerta de la iglesia en mi cotidiano paseo de cada madrugada.
Me llamó la atención ver un ser envuelto en una larga túnica negra, con una capucha en punta, cubriendo su rostro con una de las máscaras de Dalí, esas que se hicieron tan conocidas gracias a La casa de papel. Arrojó las bombas de pintura, encendió la mecha de la molotov, la tiró contra la puerta y disparó para la esquina de Agraciada. Lo seguí sigilosamente, y al llegar a uno de los árboles del ornato público, se quitó el atuendo y la máscara… y, cual Clark Kent vernáculo… ¡apareció Juan Andrés Roballo!
No sorprende que este personaje sea el responsable de este nuevo episodio de ataque a la Iglesia.
Fue él quien descubrió en el mensaje de la Conferencia Episcopal Uruguaya dos oscuros pasajes que reflejan el involucramiento de la Iglesia con siniestros grupos políticos o pseudopolíticos que desde las sombras atentan contra el éxito rotundo de las políticas sociales del gobierno, comunicándoselo en forma enfática al cardenal Sturla.
El primero, nada menos que el título del documento de la CEU (Construyamos puentes de fraternidad en una sociedad fragmentada), textualmente copiado del documento político del grupo Todos del Partido Nacional, intitulado Tendiendo puentes. Se le escapó a Roballo señalar que el título del trabajo de los obispos también era plagiado de un documento del MTOP, titulado Revisión del estado de los puentes binacionales, con lo que la imaginación de la Curia hubiera vuelto a sufrir un duro golpe.
Luego, más grave aún, señala Roballo en su carta al cardenal, la similitud de algunos comentarios del documento episcopal con los reclamos de los tristemente célebres “autoconvocados” de Un Solo Uruguay. Copiarles los reclamos a estos subversivos de 4 x 4 y latifundio improductivo, implica asociarse con los nefastos propósitos desestabilizadores de estos agroboys de rastra con hebilla de oro, con las iniciales del abuelo.
Ustedes habrán visto además cómo este tema desapareció de la agenda pública. Un par de días en los medios y al cajón de los recuerdos. Los titulares de estos días hablan más del milagro del Bordaberry paraguayo (hay que ser hijo del secretario de Stroessner y ganar las elecciones…) y del círculo central de la cancha del Estadio Centenario, pintado por un nieto de Joan Miró que emigró al Uruguay hace años, que del enfrentamiento entre el gobierno y la Iglesia.
No es sorprendente.
Empecemos por decir que la notoriedad de la carta de Roballo a Sturla pasa por la acción directa del Dr. Roballo. Si yo le escribo una carta a Sturla, y él me la contesta, el asunto queda entre él y yo. Ahora, si yo soy prosecretario de la Presidencia y le escribo a Sturla, y de regreso de la Curia a la Torre Ejecutiva, de paso le dejo una copia a Blanca Rodríguez en Canal 10, es un hecho que mi carta es portada de Subrayado. Por ahí esto se debe a que Roballo trabaja en el mismo escritorio de su predecesor Diego Cánepa, y hay espíritus sobrevolantes que a veces se contagian…
¿Por qué se habrá esfumado este debate público?
Estoy en condiciones de informarles que el cardenal Sturla le contó todo al papa Francisco, quien desde el Vaticano se comunicó con Tabaré Vázquez, pidiéndole una amonestación para su funcionario, y una gestión ante los medios para que dejaran de hablar del tema. Estos, temerosos de que el gobierno se mandara la Gran Maduro, en aplicación de la ley de medios, se fueron al mazo.
Es que la Iglesia teme que, si el tema sigue siendo trending topic, se sepa que los oscuros designios de los curas no se quedan en copiar el título del documento, o pedir una rebaja del gasoil para sus limusinas episcopales.
Se terminará sabiendo, por ejemplo, que la Iglesia es responsable de que no haya petróleo en Uruguay. En efecto, se sabe que el cura párroco de Cerro Padilla, el padre Braulio Delali Turgia, fue quien perforó, en un atentado nocturno, los dos barriles de petróleo que había extraído la empresa Truchex Oil, lo cual determinó que no se continuara la búsqueda. El curita dijo que se había quedado sin combustible para su moto, y que fue a buscar un litro de uno de los barriles, pero nadie le creyó.
También se supo que varios sacerdotes de parroquias de campaña se negaron a entregar el agua bendita de sus pilas bautismales para combatir la sequía.
—Yo tengo tres bautismos el domingo, y los tengo para bautizar a tres gurises, no voy a darles un litro de agua que no les sirve para nada —dijo a la prensa el padre Eudoro Teben Digo, párroco de Cuchilla del Tala, zona muy afectada por la sequía.
Hechos como estos significan un problema adicional para la Iglesia, que ya la tiene difícil con la escasez de vocaciones, o las dificultades de instalar a la Virgen María en el Buceo.
Consultado para esta nota, el cardenal Sturla se negó amablemente a realizar comentarios, aduciendo que los obispos estaban en medio de una muy agitada jornada de trabajo.
—Imagínese —dijo— que estamos redactando un documento que se titulará La visión de la Iglesia en una sociedad feliz, segura y sin fracturas, integrada y solidaria, respetuosa y pujante. Créame —agregó— que este título no se lo copiamos a nadie. Lo que nos está dando mucho trabajo es encontrar un país al que se lo podamos adjudicar. La cosa está difícil —concluyó.