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Del racimo de uvas hasta la botella de vino abarcará el plan de trazabilidad que está poniendo en marcha el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi). El objetivo es captar la mayor cantidad de datos mediante la tecnología del código QR (de respuesta rápida) y la georreferenciación de todos los viñedos, para ofrecerlos al consumidor y generar valor agregado, dijo a Búsqueda el titular de ese organismo, José Lez.
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En Uruguay hay 1.864 viñedos que comprenden 8.000 hectáreas y el 80% se encuentra en la zona sur del país, principalmente en el departamento de Canelones, según información del propio Inavi.
Lez, que es enólogo, valoró el incremento de la productividad de la viña local y afirmó: “Si se mide en kilos por hectárea es más rentable la uva que la soja”. Según calculó, “debe haber no menos de U$S 300 de diferencia entre ambos a favor de la viticultura”.
Un resumen de la entrevista.
—¿En qué consiste la iniciativa de implementar un sistema de trazabilidad destinado al sector vitivinícola?
—Eso hoy existe desde la estampilla que lleva la botella de vino hasta la bodega que elaboró la bebida, sin demasiada información. Se puede hacer la trazabilidad del vino, pero la idea es ir aggiornando ese proceso a las nuevas tecnologías. El Inavi saldrá a georreferenciar el 100% de los viñedos del país, lo que permitirá localizar a cada viña y a partir de eso, con los nuevos sistemas tecnológicos, cubrir el proceso desde los cultivos hasta la botella.
—Cuando se habla de trazabilidad generalmente se asocia al sistema vigente para la carne vacuna, con el uso de caravanas colocadas en las orejas de los bovinos. ¿Cómo se hará con las uvas y con el vino?
—Todo eso tiene una lógica igual que con la carne, donde ya es obligatoria la trazabilidad de la producción. Tal vez en este caso sea más fácil, al no tener que utilizar caravanas electrónicas. Hoy está previsto utilizar un código QR, en el cual se incluirá toda la información desde el viñedo hasta la botella. La clave es la información; cuanto mayor cantidad de datos se le pueda ofrecer al consumidor, será mejor para la selección del vino. Es un valor agregado que le da al producto. Que llegue a la mayor cantidad de bodegas que lo quieran hacer. En un comienzo la idea es establecerlo en los vinos de exportación y luego incorporarlo en otros. No hacemos una revolución innovatoria, como proceso, sino que lo incorporamos al sector vitivinícola, en los vinos y jugos de uva.
—¿Eso quiere decir que no será obligatoria su utilización?
—Queremos que sea voluntaria, que el productor provea la información y, como el Inavi lo tiene georreferenciado, pueda incluirlo en el código QR. Con algunos métodos de análisis disponibles, en base a isótopos, hoy podemos identificar el suelo de donde salió esa uva.
—¿El Inavi ha hecho alguna evaluación previa para estimar el resultado económico que puede generar la incorporación de este sistema en la producción?
—Debo ser muy honesto: lo que hacemos es dar herramientas para que exista la disponibilidad de hacerlo. Independientemente de que esto sea utilizado para la trazabilidad, para el Inavi, como institución rectora de control y de promoción, la georreferenciación de las viñas es algo importante de tener. Porque sirve para obtener información actualizada sobre la renovación y cambios de variedades de viñedos y no tener que esperar a que se realice un censo u otra modalidad de acceso a los datos. Y esa información estará disponible online.
—¿Cómo está el sector vitivinícola? ¿Tuvo cambios similares a otras actividades agropecuarias? ¿Aumentó la concentración en pocos viñedos? ¿Mejoró la productividad en kilos por hectárea?
—Recientemente el Inavi realizó un relevamiento de la cantidad de hectáreas plantadas y en los últimos diez años se mantuvo el área de viñedos. Hay una renovación de vides y hay una tendencia a crecer. Sin embargo, de 10.000 hectáreas hace 20 años se bajó a unas 8.000. La producción vitícola en Uruguay abrió una brecha en productividad y con menos hectáreas pasó a producir más cantidad en kilos. Aumentó 40% en volumen de uvas y disminuyó 20% el área de viñedos. Por lo tanto, la brecha se abrió 60%. En las últimas dos décadas pasó de 10.000 kilos por hectárea a 19.000 kilos por hectárea.
—¿Cree que puede seguir en aumento?
—Hay un límite de crecimiento natural. Uno de los cambios en relación a la política vitivinícola de años anteriores es que no se imponen límites de producción. Los límites pueden ser impuestos, naturales o decisión de cada empresa. El Inavi va por estas dos últimas opciones. No le puedo obligar a una planta a que produzca más de lo que puede, porque decae en la calidad. La productividad está llegando a su límite natural. Hicimos algunas estrategias para que no haya un tope tan restrictivo como el que había. Y aumentando la productividad empezará a cambiar la ecuación de rentabilidad.
—¿Cómo está la rentabilidad del rubro vitivinícola?
—Los márgenes de rentabilidad varían dependiendo del año. En 2012 los costos de producción fueron muy altos debido al impacto negativo de las tormentas de granizo. Hoy, a nivel de rentabilidad por hectárea, es más rentable una hectárea de viña que una de soja. Lo que cambia es la escala: no puedo tener 200 hectáreas de viña, pero en cambio es más fácil plantar 500 hectáreas de soja. Hay un costo de inversión muy alto que tienen los viticultores y que no tienen los productores de ese grano. El viticultor precisa un capital inicial de no menos de U$S 20.000 para implantar una viña. En cambio, el productor sojero elige plantar en este pedazo de tierra y lo hace con algunos costos de semillas y maquinarias. El productor, si mide kilos por hectárea, ve más rentable la de uva, pero cuando vamos a los detalles finos, no se tiene U$S 20.000 para invertir por hectárea. Además, el viticultor debe apostar a plantar ahora y esperar tres o cuatro años para que se desarrolle la viña y alcanzar ese potencial productivo. Por otra parte, el commodity de la soja tiene la particularidad de ser más fluctuante, mucho más rápido en el día a día, por lo que pasa en el mercado internacional. Pero debe haber no menos U$S 300 de diferencia entre ambos a favor de la viticultura. Uruguay tiene muy buenos niveles de producción de uvas, pero no puede tener grandes extensiones de viñedos.