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“Venimos de dos episodios de agresiones muy fuertes. Uno tuvo que ver con un ‘atropellamiento’ de una mamá a una maestra, y otro algún tipo de premeditación, porque otra madre agrede a una docente, sale y vuelve a la escuela para agredir a otra persona”, comenta a Búsqueda la directora general de Primaria, Irupé Buzzetti, con una mueca de disgusto.
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—Pocas. Fíjese que tenemos un total de 2.300 escuelas, unas 1.100 son rurales, con unos 16.000 niños, y otras 1.200 urbanas, con 332.000 chiquilines, y un total de 20.000 maestros. De todo ese universo, los casos de agresiones tan violentas como estos son la minoría: siete u ocho al año. Pero llaman la atención por su espectacularidad.
—¿Siempre fue así?
—Siempre fue así. Capaz que no con la agresividad que vemos hoy. Antes la violencia era más de palabra, no pasaba de la madre que agarraba del brazo a la maestra, y quedaba ahí.
—¿Los padres se han convertido en ‘sindicalistas’ de sus hijos?
—Cambió la familia y cambiaron los roles sociales. Antes el maestro era un referente social, y el padre defendía al maestro porque sabía que la escuela era un factor de bienestar, fundamental para tu desarrollo. En tu casa te decían: “Tenés que ir a la escuela, hay que aprender”. No cabía otra. Hoy escuchamos a padres decir muy sueltos de cuerpo que sus hijos no van al liceo porque nos los convence, se aburren... ¡Momentito! No van al liceo, como no hubiera ido yo, si se lo permiten. Eso es muy importante, porque estos padres que andan a los golpes no saben que la escuela es un factor de movilidad social. No la ven así.
—¿Cómo la ven?
—Como un mojón estatal. Hoy la familia muchas veces terminó sexto mal, si terminó... y entonces entiende que la escuela es el lugar donde puede descargar un montón de cosas. Y, además, es un lugar vulnerable, porque la mayoría de quienes trabajan en las escuelas son mujeres: un 90% son maestras.