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Río de Janeiro (Gerardo Lissardy, corresponsal para América Latina). Uno tras otro, los diputados de Brasil expresaron su voto: muchos se lo dedicaron a familiares, otros lo hicieron en nombre de Dios, y alguno llegó a decir que votaba “por la nación evangélica” o “por la paz de Jerusalén” o los corredores de seguros, el café, la democracia, los militares del golpe brasileño de 1964… Pero cuando terminó la sesión antes de la medianoche del domingo, había un veredicto claro: la Cámara Baja autorizó el juicio político a la presidenta Dilma Rousseff, por una abrumadora mayoría de 367 votos contra 137, superando holgadamente los dos tercios de apoyo exigidos para enviar el proceso al Senado.
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Rousseff parece tener ahora los días contados: si los senadores deciden por mayoría simple continuar con el impeachment, sería suspendida del cargo por hasta 180 días para ser juzgada en la misma Cámara Alta, por presunto uso ilegal de recursos de bancos públicos para cubrir el déficit fiscal. Eso podría ocurrir en una sesión prevista para el 12 de mayo y diversas proyecciones anuncian que ya alcanzan los votos para remover a la mandataria. El vicepresidente Michel Temer la reemplazaría interinamente, o hasta el final del mandato si el juicio terminase con dos tercios de los senadores aprobando la destitución de la primera presidenta mujer de Brasil.
Acuciada por una recesión económica cada vez más profunda y un escándalo de corrupción cada vez mayor, Rousseff niega haber cometido crimen alguno e insiste en que hay un intento de golpe de Estado en su contra. Acusa de conspiración a Temer y al presidente de diputados, Eduardo Cunha, un evangélico que enfrenta serios cargos de corrupción y lavado de dinero. Esta semana la mandataria de 68 años decidió que viajaría a la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, en procura de apoyo internacional. Pero todo apunta a una creciente soledad de Rousseff y su Partido de los Trabajadores (PT), que con ella y su antecesor Luiz Inácio Lula da Silva gobierna Brasil desde 2003.
Carlos Pereira, un destacado profesor de ciencia política en la Fundación Getúlio Vargas, una universidad de elite en Río de Janeiro, anticipa que Brasil se encamina a un cambio de gobierno. A continuación, extractos del diálogo que mantuvo con Búsqueda.
—¿Es inevitable la caída de la presidenta Dilma Rousseff?
—Sí, llegamos a un punto sin retorno.
—¿Porque hay mayorías en el Senado para removerla?
—Más que eso: la sociedad brasileña está cansada, desea eso, no aguanta más este contencioso. La sociedad brasileña desea la salida de la presidenta y el Congreso va a expresar esa preferencia de la sociedad.
—Rousseff está buscando apoyo internacional, anunció que irá a la ONU. ¿Logrará aumentar la presión del exterior sobre el Senado, para revertir las cosas?
—No creo que la presidenta tenga éxito, porque en la ONU existe un principio claro de autodeterminación de las naciones o pueblos. La ONU jamás se entrometerá en los asuntos internos de Brasil.
—¿Hay algún tipo de ruptura en lo que está ocurriendo en Brasil?
—De ninguna manera existe una ruptura institucional. Existe sí una ruptura de la sociedad con la corrupción. Las instituciones están funcionando en su plenitud, las reglas del juego están siendo cumplidas y todos los jugadores, incluso los perdedores, se están sometiendo a los resultados. Entonces no existe ningún riesgo de ruptura institucional en Brasil.
—Quienes defienden a la presidenta sostienen que la mayoría del Congreso enfrenta cargos serios y buscan vengarse, recuperando el control sobre las instituciones que investigan la corrupción. ¿Qué opina?
—Cada corrupción a su tiempo (risas). No hay ningún control de los políticos brasileños sobre las instituciones de contralor. El Poder Judicial, el Ministerio Público, la Policía Federal, los tribunales de cuenta y los medios son completamente independientes de los políticos. Entonces tampoco hay un riesgo de que ciertos políticos se estén aparejando en el sistema de justicia contra la presidenta. Eso es parte de una retórica de un gobierno que se está viendo perdido. Hay una decisión legítima del Congreso, que siguió los parámetros definidos por la Suprema Corte del rito de impeachment. No hubo ningún quiebre de la formalidad del procedimiento.
Respecto a políticos en el Congreso que también son corruptos, (el proceso a Rousseff) no tiene nada que ver con una estrategia de supervivencia y sí con las reglas del juego. Esos políticos también serán castigados. No hay un riesgo de paños tibios.
—¿Se puede hablar del fin del PT? ¿O eso está en duda teniendo en cuenta que hay encuestas que ponen a Lula al tope de las preferencias de voto para 2018?
—Es muy difícil decir eso. Creo que el PT será afectado por todos los procesos, pero espero que continúe porque es importante para la democracia brasileña. Es importante que el PT aprenda de sus propios errores.
—Pero hasta ahora no se ve mucha autocrítica en el PT…
—No. Normalmente se hace autocrítica solo cuando se pierde. Es necesario que pierda y se vea lejos del poder para que consiga identificar los errores que cometió.
—El vicepresidente Temer tampoco es popular…
—No lo es.
—Entonces. ¿qué posibilidades de supervivencia tendría un gobierno con él como presidente?
—Temer formará un gobierno de amplia coalición. Prácticamente todas las fuerzas políticas, salvo el PT y el Partido Comunista de Brasil (PCdoB), estarán apoyando al gobierno. Entonces el gobierno de Temer va a nacer muy fuerte políticamente, aunque la sociedad todavía no interprete ese gobierno como popular. Pero si el gobierno fuera efectivo y consiguiera hacer algunas reformas en el corto plazo, la popularidad de él puede cambiar.
—Pero esas reformas van a ser impopulares, al menos al comienzo…
—Sí, pero en una situación de crisis. El gobierno de Temer va a tener el argumento de que el PT comenzó con esta crisis y es responsable por la crisis. Temer buscará plantear el argumento de que él es quien va a intentar solucionar la crisis. Creo que el gobierno de Temer tendrá una luna de miel. No tan amplia como (el presidente argentino, Mauricio) Macri, que fue legítimamente electo. Pero será una luna de miel… sujeta a tsunamis.