N° 1941 - 26 de Octubre al 01 de Noviembre de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCon el contundente triunfo que el gobierno argentino obtuvo en las elecciones legislativas del domingo 22, no cabe ninguna duda de que el presidente Mauricio Macri recibió un espaldarazo significativo para continuar con su agenda de reformas.
De hecho, para el próximo lunes 30 Macri convocó a unas 150 personas de todos los sectores a las que expondrá los lineamientos principales de los cambios que pretende llevar a cabo en áreas tales como educación, economía y justicia, entre otros. A su vez, el 2 de noviembre se citó a una reunión con todos los gobernadores, a los efectos de avanzar en temas tales como la reforma impositiva, fiscal, del fondo del Conurbano, obra pública, etc. Claramente, el presidente pretende usar el “envión” que le dieron las urnas para intentar avanzar en su agenda, lo cual es totalmente lógico, especialmente cuando hay tantos temas importantes por encarar y resolver.
La agenda es muy amplia e incluye, por ejemplo: el Presupuesto Nacional para 2019; la propuesta de reforma impositiva que según señaló Macri le gustaría ver tratada antes de fines de este año; la decisión de continuar o no con la ley de Emergencia Económica; la posible reforma de las relaciones laborales, y una eventual actualización de los recursos que se le asignan al Fondo del Conurbano.
Un punto crucial para el gobierno argentino es definir si continuará o no con el enfoque “gradualista” que ha venido aplicando desde el segundo trimestre del año pasado, ya que si bien le ha dado un resultado positivo evidente en las urnas, está comenzando a mostrar síntomas de agotamiento en algunas áreas clave, como lo son la inflación y la situación fiscal y de deuda pública.
Comenzando por el frente fiscal, esta semana el Ministerio de Hacienda publicó los datos al cierre de setiembre. En la particular forma que tienen las autoridades argentinas de presentar los datos (se habla siempre del resultado primario, como si los intereses de la deuda no importaran, además de que se omite el resultado de las provincias y del Banco Central-BCRA), lo que se destacó fue que hubo un “sobrecumplimiento” de la meta de resultado primario en enero-setiembre de un punto del Producto Bruto Interno (PBI), ya que el déficit acumulado en el período fue de 2,2% del PBI (en lugar del 3,2% del PBI que se había programado). A su vez, el déficit primario de los primeros nueve meses de 2017 resultó menor al del mismo período de 2016, cuando había alcanzado el equivalente de 2,6% del PBI como consecuencia de que los ingresos totales mostraron una suba de 31% y los gastos primarios crecieron tan solo 27%.
Esta “buena noticia” fiscal se diluye totalmente cuando se computan los intereses sobre la deuda pública del gobierno argentino, que aumentaron 77% entre los nueve meses de ese año y del pasado (fueron aproximadamente 1% del PBI en enero-setiembre de 2016 y pasaron a representar 1,4% del PBI en los primeros nueve meses de este año), con lo que el resultado global del gobierno nacional se mantuvo en ambos períodos, alcanzando el déficit a 3,6% del Producto. Dada la dinámica que están mostrando los intereses de la deuda pública, la consultora Ecolatina estimó que a pesar de la mejora del resultado primario, el déficit global del sector público no financiero argentino se ubicará en 6,2% del PBI este año, frente al 6% del PBI del año pasado. Y a ello hay que agregar el déficit parafiscal del BCRA generado por la política de esterilización vía Lebac para evitar un desborde inflacionario todavía mayor (según los datos del BCRA, al domingo 15, el stock de esos títulos alcanzaba a 1,117 billones de pesos argentinos, y estos pagan tasas de interés del orden del 25% en promedio), así como el déficit de las provincias. Sumado esto, el déficit fiscal global de Argentina seguramente terminará este año cómodamente por encima del 8% del PBI.
Dos consecuencias del “gradualismo” aplicado hasta ahora en el área fiscal son la persistencia de una alta inflación y la generación de más “atraso cambiario”.
En el último año, la inflación promedio ha rondado el 1,7% promedio mensual y alrededor de 22% anualizada; se proyecta que cierre 2017 en ese entorno, bien por encima del objetivo del 12% a 17% que fijó el BCRA. Ante esta situación, y dada la necesidad de continuar ajustando las tarifas de los servicios públicos (esta semana ya se produjo un aumento de los combustibles), el organismo subió esta semana su tasa de política monetaria en 150 puntos básicos (hasta 27,75%), lo que a su vez agravará el déficit cuasifiscal y el atraso cambiario.
El gobierno de Macri está rápidamente encontrando los límites en cuanto a la sustitución del financiamiento del gasto por deuda pública, en lugar del uso de la emisión del BCRA. Por más que el acceso a los mercados de capitales sigue siendo muy fluido, el efecto “bola de nieve” de los pagos de intereses ya se está haciendo notar, sobre todo por la pretensión de querer bajar la inflación sin reducir de manera drástica el gasto público, lo que obliga al BCRA a una continua esterilización de los dólares que ingresa el gobierno para financiar su déficit.
Esta película ya se ha visto repetidas veces en el pasado, y nunca ha tenido final feliz. A pesar de la insostenibilidad del actual gradualismo, es un hecho que en el muy corto plazo nada cambiará, lo que desde el punto de vista de Uruguay asegura que la próxima temporada turística volverá a ser excepcional, y de que al menos durante el primer semestre de 2018 seguirá recibiendo influencias positivas desde los vecinos.