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    ¡Qué historia la del boyero!

    Alejandro Dolina encabezó su cuento Refutación del regreso, que integra el libro Crónicas del Ángel Gris, con una frase que luego usó, muchas veces, en sus celebradas charlas radiales, a veces teatrales: “Quien diga que no hay querencia, que le pregunte a la ausencia”.

    Muchos de sus encendidos admiradores ignoran de dónde procede esa frase y, dicho hoy, quizás sea sorpresa también para otros: de la letra de un tango de 1925, Por el camino, creada por José González Castillo sobre música de José Böhr; es un homenaje emotivo al trabajo del boyero, hombre de campo que pasaba mucho tiempo fuera de su hogar conduciendo yuntas de bueyes que tiraban de carros o carretas con cargas diversas. Curioso: estoy hablando en pasado y tal vez todavía haya personas cumpliendo esa tarea sacrificada en algunas alejadas tierras del Río de la Plata.

    —Ningún apuro tiene él en llegar, / pues lo dice su canción, / que no hay distancias para fatigar / los bueyes de la ilusión: / “Quien diga que no hay querencia / que le pregunte a la ausencia…”. / Y sigue el pobre en su carretón / la huella del cañadón.

    Acabo de usar el calificativo curioso y, para ser justo con la verdad histórica, hay otras curiosidades en torno a Por el camino, grabado por Carlos Gardel en el viejo sistema acústico, para el sello Odeón, acompañado por las guitarras de José Ricardo y Guillermo Barbieri.

    Un año antes del estreno de este tango, 1924, Benjamín Tagle Lara y Vicente Geroni Flores, dos hombres vinculados al tango, habían compuesto una canción con idéntico título. Sin embargo, es una zamba que lleva en su poesía la misma intención:

    —Se oye tristón el silbido / del boyero a la distancia, / y a un perro desde una estancia / contestar con el aullido. / Solloza el viento al oído / la queja de los molinos. / Y allá, cortando caminos, / se dibuja la silueta / de una pesada carreta / que tiran bueyes barcinos…

    La cuestión de que el tango Por el camino, creado un año después de esta zamba, haya evitado una acusación de plagio de título se debe a dos razones: una, el acuerdo entre los distintos autores; dos, el hecho de que la canción original fue registrada también con otros tres nombres diferentes: Zamba del boyero, Canción del Boyero y El Boyero. ¿La razón? ¡Vaya uno a saberla ahora!

    Pero continúan las curiosidades: la zamba ganó el primer premio de un concurso de música folclórica en Montevideo; la interpretó entonces el dúo de Néstor Feria e Ítalo Goyeche, que la había grabado un año antes para el sello Víctor. Luego fue llevada al disco por otros cantantes calificados, como Gardel en 1928 con las guitarras de Ricardo y Barbieri —placa que llegó a considerarse inédita y se recuperó gracias a un coleccionista—, el dúo Magaldi-Noda en 1933 e Ignacio Corsini en 1934. Dice el historiador Héctor Ángel Benedetti: —No es rara la preferencia de estos grandes intérpretes, ya que el tema invita a tarareos, agudos, silbidos y recitados que permiten un mayor lucimiento.

    Si esto fuese todo…

    Hay quienes sostienen que la palabra que define al conductor de la yunta de bueyes en cuestión surge del boyero de Berna, un perro cariñoso, muy activo, originario de los Alpes suizos y que se utilizaba, precisamente, para arriar vacas, ovejas o caballos, y que se cree desciende de los llamados “perros molosos” que usaban las legiones romanas, señalando que su antepasado más directo sería el moloso del Tíbet.

    Con los años, el boyero de Berna fue utilizado como perro de salvamento y hoy se lo usa como animal de terapia en ciertos casos de discapacidad humana.

    Y, para terminar, recuerdo que algunos estudiosos de historia antigua dicen haber detectado la “constelación de Boyero”, descubierta por Ptolomeo, como parte de las constelaciones modernas creadas por Johannes Hevelius. Y hay otra historia, vigente aún, que representa a Boyero como de hijo de Deméter y Yasonte y primer agricultor, siguiendo el mito griego de Filomeleo.

    ¡Mire, amable lector, hasta dónde nos han llevado dos canciones populares homónimas!

    Para regresar al camino iniciado, vale que repasemos juntos el final del tango de González Castillo y Böhr como la vuelta a un pasado no tan lejano:

    —Ningún apuro tiene ya en correr, / pues lo dice en su canción, / que no hay pantano para detener / el carro del corazón: / “Mal viento el de la ausencia / cuando sopla la querencia…” / Y sigue el pobre con su carretón / la huella del cañadón.