Ni el cobre ni la soja valen tanto como hace un tiempo, y dentro de poco el dinero en el mundo dejará de ser tan barato como hasta ahora. “Hay un ciclo que se cierra” para las economías de América Latina y, ya sin “viento de cola” que las ayude a navegar, para hacer sostenible su crecimiento se requerirá elevar los niveles de productividad y atacar otras limitaciones, sostiene Alberto Arenas, ministro de Hacienda de Chile.
Ganándose críticas de algunos sectores, el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet dice que está recorriendo ese camino con la reforma tributaria recién aprobada por el Congreso y la que promoverá en el campo laboral para generar “estabilidad y certidumbre”.
Sobre Uruguay el ministro chileno señala que tiene “desafíos importantes” en productividad e infraestructura que una “alianza estratégica público-privada podría ayudar a enfrentar. Ahí hay una dimensión por explorar que le permitiría dar un salto. Para eso hay que tener regulación, institucionalidad pública y hay que creerse ese modelo”. También considera que el país debe aspirar a sumarse a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) para absorber las “buenas prácticas en distintas áreas” que emanan de ese foro y ve “obvio” que en el futuro buscará plegarse a la Alianza del Pacífico o el Trans-Pacific Partnership.
Arenas, uno de los hombres fuertes del gabinete de Bachelet, acompañó a la presidenta en la visita que realizó el viernes 12 a Montevideo, donde tiene varios amigos dentro y fuera del gobierno uruguayo. Programó una reunión de media hora con el subsecretario de Economía, Jorge Polgar, pero la charla se explayó en un intercambio sobre la desaceleración económica, los cambios tributarios en Chile y la integración regional, con las elecciones nacionales del 26 de octubre como parte del contexto.
—El ciclo de bajas tasas de interés internacionales se acerca a su fin y el cobre, como otros commodities, se alejó de los precios máximos. ¿América Latina sentó las bases para seguir progresando aun sin viento a favor o volverá a ser una región de crecimiento modesto?
—Hay un ciclo que se cierra.
América Latina tiene todavía temas demográficos, en el mercado de trabajo, en productividad y en profundización de su mercado de capitales en los que hay déficit respecto al mundo desarrollado. Hay espacios para avanzar que son parte del motor del crecimiento.
La proyección de crecimiento para América Latina para este año se ha rebajado de 3,9% a 1,4%. Y todos los países han estado recortando sus estimaciones.
¿Dónde queda Chile? Va a crecer en torno a 2% este año y más el próximo, cerca de 3,5%. Estamos en un momento transitorio de desaceleración, no es estructural. Hay potencialidades en Chile: hoy día es un país con instituciones fortalecidas, con estabilidad macroeconómica, con una sólida posición fiscal, con baja deuda pública y con acceso a tasas crediticias reducidas.
—Una reforma tributaria acaba de aprobarse y se anuncia un proyecto de ley con cambios en el área laboral. ¿Son medidas oportunas dado el contexto de desaceleración de la economía chilena?
—Vemos todas las condiciones para crecer y estamos abocados a generar un clima, un ánimo de confianza, y a cuidar las expectativas.
Algunos dicen lo mismo para la reforma laboral que para la tributaria: nunca es oportuna. Cuando la economía va bajando no es oportuna y cuando está subiendo, tampoco lo es.
¿Qué cosas trae la reforma tributaria? Esto —que lo hicimos con un acuerdo transversal, con todas las fuerzas políticas— trae un punto de inflexión en las expectativas: hoy básicamente hay estabilidad y hay certidumbre respecto a las condiciones para los agentes en torno al sistema tributario. Y las expectativas están ancladas en que el 2015 será mejor que el 2014.
Es cierto, aquí hubo un viento de cola. ¿Chile creció en promedio de entre un 5,5% a un 5,7% entre 2010 y 2012 porque cambió las variables estructurales? No, no fue eso. Efectivamente fue un ciclo, un ciclo de alto precio del cobre, un ciclo de commodities y un ciclo de tasas que se agotó, y hay una desaceleración en Chile. Y por tanto, básicamente para crecer de manera sustentable se deben modificar las variables reales de la economía: la productividad —que en Chile ha estado estancada hace mucho tiempo— y la energía son dos áreas que hemos colocado en dos agendas macizas. Invertir en capital humano, avanzar en una agenda de productividad... estamos colocando U$S 1.500 millones en esa agenda. El diagnóstico en Chile respecto a lo que hay que hacer para un crecimiento sustentable está hecho: el tema de fondo es que hay que actuar con decisión. Eso muchas veces trae problemas políticos, ¡pero hay que hacerlo!
¿En qué manual de ciencia política dice que hay que recorrer el país diciendo que van a aumentar los impuestos en 3% del PBI?, y ¡Bachelet ganó la elección tajantemente! Y en cinco meses tenía la reforma aprobada porque hay una lógica en su administración: a gastos permanentes, ingresos permanentes. Esto es un sello de responsabilidad con la ciudadanía y responsabilidad fiscal.
Estoy convencido de que la reforma laboral, en lo que tiene que ver con su oportunidad y gradualidad de su implementación, también va a generar estabilidad y certidumbre. Esa es la clave: cómo generar estabilidad y certidumbre con tus agendas. Es absolutamente consistente generar estabilidad en el mercado laboral y estabilidad social para seguir creciendo de manera sustentable.
—¿La izquierda latinoamericana está sabiendo interpretar las demandas de la nueva clase media surgida con el actual ciclo de crecimiento económico? Han aparecido protestas en las calles demandando una mayor calidad de los servicios públicos...
—En campaña nos dijeron muchas veces que estábamos enarbolando banderas de la izquierda y nuestra respuesta fue una sola: armamos un programa ciudadano, contemplando las demandas ciudadanas. Bachelet hizo una empatía total con la ciudadanía. Aquí hay un diagnóstico: Chile cambió. Y ante ese cambio es que queremos una ciudadanía empoderada, que está demandando ciertos cambios estructurales para que, entre otras cosas, sean la gobernabilidad del crecimiento. Nuestro programa tiene una columna vertebral, que es enfrentar la desigualdad en todas las dimensiones para alcanzar un desarrollo inclusivo, lo que requiere de crecimiento económico vigoroso. Nuestro programa le da gobernabilidad a ese crecimiento a través de las reformas estructurales que estamos llevando adelante.
—Con un Mercosur estancado, ¿cree que Uruguay debería aspirar a ser miembro de la Alianza del Pacífico o el Trans-Pacific Partnership?
—¡Por cierto! ¡Por cierto! El mundo moderno no es el mundo de ayer, en el que se veían coaliciones o solo regiones. ¿Qué nos dice esta modernidad? ¿Que por estar en una alianza no puedes estar en otra? Mire a Chile: ¿por estar en la Alianza del Pacífico no mira hacia Europa y al Atlántico? De la misma manera, es bastante obvio que Uruguay va a tener una transición en el sentido de fortalecer sus lazos en el Mercosur pero empezar a ir estratégicamente hacia el Pacífico. Es una tautología: es obvio que Uruguay va a tender lazos con la Alianza del Pacífico, así como nosotros también miramos al Atlántico.
Respecto al Trans-Pacific Partnership hemos dicho que nos encontramos en el medio de una negociación. Una vez que esto termine nosotros vamos a ver con muy buenos ojos invitar a otros países, entre ellos Uruguay.
—Chile entró hace pocos años a la OCDE. ¿Recomienda a Uruguay aspirar a ser miembro de ese foro?
—De todas maneras. ¿Qué es la OCDE? Al final del día, es donde los países desarrollados comparten las buenas experiencias y las buenas prácticas. Nuestra reforma tributaria estuvo muy marcada por todas las materias que la OCDE recomienda a sus miembros: que tengan impuesto a las rentas, que los tributos directos sean mayores que los indirectos, acudir a los impuestos al medioambiente, que se avance con normas generales antielusión. No pensando en el modelo económico, la gran externalidad positiva de la OCDE son las buenas prácticas en distintas áreas en las que se puede implementar en el país.
—¿Cómo ve la economía uruguaya?
—No veo ninguna cosa muy especial distinta a lo que está pasando en América Latina. Las estimaciones de crecimiento han ido disminuyendo y están cercanas a 3%. Uruguay no enfrenta ningún tema estructural que explique esa tasa de crecimiento hoy día; sí tiene desafíos importantes en productividad e infraestructura que una alianza estratégica público-privada podría ayudar a enfrentar. Ahí hay una dimensión por explorar que le permitiría dar un salto. Para eso hay que tener regulación, institucionalidad pública y hay que creerse ese modelo.