N° 1748 - 16 al 22 de Enero de 2014
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl crecimiento extraordinario de la economía uruguaya durante la última década se caracterizó por las altas tasas alcanzadas (varios años superior al 7% y 8%) y por la duración del período de alto crecimiento, algo que no ocurrió en los 40 años anteriores. El crecimiento promedio para el período 2004-2011, cercano al 6%, habla a las claras de la magnitud y extensión de este período tan excepcional.
Más allá de que se trató de la salida de una crisis muy profunda, un crecimiento de esta naturaleza se explica fundamentalmente por razones externas al país no hay nada en Uruguay que haya justificado un cambio tan abrupto. Como prueba irrefutable de ello está el hecho de que Uruguay no estuvo solo en esta patriada. Nuestro crecimiento entre 2004 y 2008 estuvo por debajo del promedio de más de 100 países emergentes y hubo en ese período varias decenas de países que crecieron más que Uruguay, en lugares tan variados como África, Asia, Sudamérica, Centroamérica y Europa del Este.
Los buenos precios internacionales y las extraordinarias entradas de capital con un componente adicional muy significativo proveniente de Argentina, encontraron en el sector agropecuario la clave para promover el crecimiento a través de exportaciones, inversión y una formidable transformación productiva.
En la actualidad, la desaceleración es muy evidente en el universo de países emergentes y también en Uruguay. Desde el año 2010, cuando el país creció al 8,5%, la tasa de crecimiento viene cayendo con un estimado algo menor al 4 % para 2013 y una caída adicional prevista para 2014.
Si miramos a nuestra historia, desde la década de los setenta hasta el presente, inevitablemente surge una pregunta: ¿será diferente esta vez? En efecto, a cada período de alto crecimiento, en el entorno del 5% a 6%, le siguió una caída muy significativa. Así ocurrió en 1982 cuando las entradas de capital tuvieron un freno súbito a raíz del default de México y otro tanto ocurrió con la más reciente crisis de 1999-2002, originada esa vez en los países de la región.
Pero la realidad de 2013 es muy diferente a la de diez años atrás y en los próximos años tendremos el gran desafío de seguir creciendo en un entorno mucho menos favorable. Los precios de los productos de exportación se mantendrán estables, bajarán en valores reales y se reducirán las entradas de capital, tanto por la menor liquidez internacional como por el hecho de que ni la rentabilidad de la inversión ni el precio de los activos son tan atractivos como lo fueron.
Decenas de trabajos señalan que los países emergentes ya no tendrán un comportamiento tan coherente como el que tuvieron. Algunos seguirán creciendo y otros no lograrán emerger y volverán a crecer anémicamente como lo hicieron antes. Entonces, ¿cuál será nuestro destino?
Un reciente estudio del Instituto Internacional de Finanzas (Desafíos Estructurales al Crecimiento de Mercados Emergentes) señala que el debilitamiento del crecimiento de las economías emergentes no es meramente cíclico sino que responde a factores estructurales subyacentes, incluyendo la ausencia de reformas durante los años de altísimo crecimiento y el agotamiento gradual de las fuentes de crecimiento reciente.
Más allá de los méritos o fallas que se quieran consignar, las reformas más notorias implementadas en Uruguay durante los últimos años no serán los pilares del crecimiento futuro. No lo será la reforma impositiva con la creación del IRPF y el IASS, ni lo será la reforma de la salud (Fonasa). Tampoco lo será la reforma laboral y la ley de Negociación Colectiva, y mucho menos la creación del Fondes con su vocación de financiar emprendimientos de dudosa viabilidad, ni la forma en que algunas empresas públicas gastan recursos en negocios ajenos a sus cometidos esenciales.
Por lo tanto, en este nuevo entorno que no será tan favorable como antes, lo que suceda en Uruguay dependerá fundamentalmente de nosotros mismos y de lo que hagamos en los próximos años. Uruguay deberá revertir los desequilibrios actuales, incluyendo la pérdida de competitividad, la apreciación del tipo de cambio, reducir la inflación (de manera seria y no al estilo Moreno) y reducir el déficit de cuenta corriente. También deberá invertir fuerte en infraestructura y procesar algunas reformas de fondo vinculadas a la flexibilización del mercado laboral, fomentar la competencia en todos los ámbitos posibles y mejorar la educación a todos los niveles. Al mismo tiempo, será esencial mejorar la inserción en mercados internacionales y reducir las intervenciones de política que generan incertidumbre a nivel del inversor, siempre pensando en las cadenas agropecuarias, cuyas decisiones serán esenciales para seguir mejorando la productividad, principal fuente de crecimiento futuro.
De la capacidad política de procesar estos cambios, que seguramente no serán fáciles de llevar a cabo, depende la respuesta a la pregunta original: que esta vez sea realmente diferente y en pocos años integremos el selecto grupo de países de más de 20.000 dólares de ingreso per cápita o que, como le ocurrirá a muchos países emergentes, incluidos algunos socios de este nuevo Mercosur ampliado, la década pasada quede como un recuerdo, parafraseando al tango, de la esperanza de haber sido y el dolor de ya no ser.
(*) El autor es doctor en Economía Agraria y fue ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca