“Por fin conozco al mito”, dijo Carlos Casacuberta el día que estrechó su mano. “Ni tanto, acá nos conocemos todos”, respondió Ángel Atienza, montevideano de 50 años que desde hace 24 es el fundador, propietario, director, productor artístico, vendedor, administrativo, encargado de prensa y cadete de Perro Andaluz, la única editorial unipersonal de la música uruguaya, también definible como un sello discográfico de autor.
Este hijo de gallegos, casado y padre de familia, cuya admirable capacidad de trabajo hace honor a sus orígenes, es empleado bancario por las tardes, chofer escolar de sus dos hijos chicos antes y después de la jornada laboral y gestor discográfico en el tiempo que le queda. Religiosamente, los sábados de mañana llama a su madre a La Coruña; es hombre de radio en “El jardín de las delicias”, su programa musical en Emisora del Sur, los jueves a las 11.30 y los viernes y domingos a la medianoche; y una o dos veces a la semana, como un soldado en la trinchera, instala el puesto de discos del artista de turno en el hall de la sala de ocasión. “Hoy se venden más discos en los conciertos que en las disquerías”, asegura.
Al comenzar la charla con Búsqueda cuenta que su perfil bajo no es casual: “Prefiero no ser visto. Cuando empecé a hacer discos me di cuenta de que ese era mi lugar, detrás de escena. Al frente debe estar el músico”. Sobre su doble empleo afirma: “Soy un profesional en esa empresa y debo dejar bien separado eso de la música para evitar invasiones. Cuando descubren que trabajo en un banco me dicen: ‘Ah, ¿vos no vivís de los discos?’”.
La primera edición de Perro Andaluz fue un casete de Ensamble Acústico —dúo de los guitarristas Eduardo Roland y Billy Pereyra—, en 1989, y el primer disco en CD fue “Comerse una manzana”, de Pollo Píriz y Berta Pereira, en 1995. “Es un nombre fundamental de la música uruguaya. Hace 20 años hizo cosas que hoy siguen pareciendo novedades. Como pasa con Eduardo Mateo, Hugo Fattoruso y tantos otros, sigue siendo muy desconocido, o una joyita para unos pocos”.
El ecléctico catálogo superó este año los 300 fonogramas e incluye una decena de libros entre los que se destacan los dos tomos de “De las cuevas al Solís”, la cronología de la primera época del rock uruguayo, de Fernando Peláez, “Congas / Tumbadoras: desarrollo técnico y rítmico”, del percusionista Sergio Tulbovitz, “Diez dúos para guitarra”, de Sergio Fernández Cabrera, y “Darnauchans: entre el cuervo y el ángel”, de Marcelo Rodríguez.
La oferta respondió siempre al gusto de Atienza, y abarca géneros tan diversos como jazz, tango, canción urbana, rock, blues, metal, pop, folclore, electrónica, samba y música clásica. “Lo que importa es que sea música de verdad, creada y tocada con compromiso musical y artístico. Soy un convencido de que en Uruguay hay buena música y excelentes músicos en todos los géneros. Trato de encontrarme con ellos y ayudarlos a que tengan su disco”.
Nombres tan disímiles como Hugo Fattoruso, Leo Maslíah, Jorge Galemire, Chicos Eléctricos, Sergio Fernández Cabrera, José Pedro Beledo, Urbano Moraes, Cristina García Banegas y Luis Di Matteo son algunos de los cientos de músicos uruguayos que han editado por Perro Andaluz. Solo este año lanzó más de 20, entre ellos un gran trabajo de José Reinoso (“Tango Jam”), otro de Pereira y Píriz (“Gracias”), dos de Maslíah (“Piano” y “Música no alineada”) y uno del dúo blusero compuesto por Santiago Cutinella y Juan Pablo Chapital. El más reciente es de esta misma semana, se llama “Huella digital” y es el primer disco del Trío Ibarburu (será presentado en la Zitarrosa el martes 26), un verdadero acontecimiento para la música uruguaya.
Atienza se define como un tipo hecho a sí mismo: “Perro Andaluz es la continuación de mi gusto por la música. Con los años me fui haciendo”. Cuenta que se inició cantando en coros y que gracias al canto desarrolló la sensibilidad musical y se siente músico. Como tantos, su primer gran influyente musical fue Coriún Aharonián, director del coro del Liceo Nº 21. “Con él tomé el gusto de cantar. Canté en coros desde los 16 años, en el de la Universidad, el Upsala y el Juventus; ¡canté en casi todos los coros de la ciudad! Y viajé mucho gracias a los coros. Y aprendí mucha música cantando. A veces no es del todo valorado el canto coral, y la dedicación y pasión por la música que hay en los coros es enorme. En la dictadura, el ambiente coral fue el caldo de cultivo de grandes músicos como los Magnone, Fernando Cabrera y Mariana Ingold. Montresvideo salió del Juventus”.
Atienza era amigo de la familia Abal, los históricos propietarios del sello Sondor, por lo que era un habitué de las grabaciones en el mítico estudio de la calle Río Branco. “En paralelo compraba muchos discos y cuando me di cuenta ya era coleccionista. Por los coros conocía a muchos músicos que querían grabar pero no les era fácil, entonces comencé a querer esos discos que no estaban, y empecé a ayudarlos a grabar y editar. Si no están los discos, los tiene que hacer uno”.
Recuerda con nitidez el primer disco que produjo: “Los granaderos bailan a la luz de la luna”, de Píriz, editado por el sello Orfeo en 1988. El vinilo estaba en desuso, el CD aún no existía en el mercado uruguayo y era la época de editar en casete, con bajos costos. Ahí arranqué, en 1989, con el Ensamble Acústico. Empecé con amigos músicos, y esos vínculos de amistad me fueron llevando”.
Editar un disco implica una multitud de gestiones coordinadas. Sin embargo Atienza es de los últimos mohicanos sin usar celular, y no atiende llamados en su trabajo ni en su casa después de las diez de la noche. Sigue usando el viejo contestador y se maneja por correo electrónico y en forma presencial.
Perro Andaluz es un sello unipersonal. Atienza hace todo, desde el primer trámite hasta llevar el disco personalmente a los medios de prensa. Explica que su objetivo siempre fue hacerle más fácil al músico la edición: lo asesora para grabar, se encarga de la copia de los CD, el diseño y la impresión de las portadas y la gestión administrativa ante las dependencias correspondientes. Los músicos financian los costos, por lo general con la ayuda del Fonam, y se encargan de la distribución en disquerías. “Se trata de optimizar los recursos para gastar menos dinero. Sacar la cabeza del lucro y ponerla en descubrir el mito, el secreto que cada empresa tiene para llegar al objetivo. Después que están hechos, los discos son del músico”, sostiene, y agrega que salvo raras excepciones no recibe retorno económico.
Todo muy surrealista, como el nombre del sello, derivado de la famosa película “Un perro andaluz”, de Luis Buñuel. Pero más que con el surrealismo, dice que tiene que ver con el masoquismo. Atienza se siente como el perro de esa mítica cinta, que está enamorado de Buñuel y Dalí y que, pese a su maltrato, los sigue a todos lados. “Puede tener muchas interpretaciones, pero lo que a mí me interesa más es la creación. Aquí no hay una postura empresarial sino artística: buscar lo nuevo. No estoy inventando nada. Uno de mis referentes fue el sello argentino Ciclo 3, de la familia Vitale; otro es Ayuí, que es un sello de músicos”.
Más allá de su sitio web (perroandaluz.com), Internet es la materia pendiente de Atienza. Es consciente de que todo apunta al mundo digital y varias veces pensó en dejar de editar CD. “Pero vuelven y me convencen. Uruguay tiene esa rareza de que por más que Internet no para de crecer, la gente sigue comprando discos y los artistas siguen queriendo tener sus discos en sus manos. Así que mientras pueda, seguiré”.
Desde la primera edición, la gran mayoría de los discos de Perro Andaluz corresponden a artistas nuevos. “Me interesa aportar al ambiente lo que no está, y trabajo desde la admiración que tengo por los músicos. Encima, tengo la suerte de sentirme uno de ellos, aunque no toque un instrumento, y quedarme con su amistad. Mi ganancia es ser amigo de Hugo y Osvaldo”.
Además de la ejecutiva, con el tiempo Atienza comenzó a ejercer la producción artística. Durante las grabaciones escucha y aconseja a los músicos, sugiere arreglos y opciones para la mezcla final. Por primera vez participó en el estudio en la grabación del disco de Los Pusilánimes (1991), la banda que Hugo Fattoruso armó a su regreso a Montevideo. Una obra maestra que piensa reeditar en breve. “Quería ese disco y no podía ir a comprarlo. No existía ningún otro apoyo, ni empresarial ni público, entonces mi iniciativa me llevó a estar bien dentro de la cocina, como con Galemire en ‘Casa en el desierto’ (1991). Estuvimos un fin de semana entero en La Batuta. Eran los recursos que teníamos. Y hasta hoy hay una cantidad enorme de música que, o sale de esta forma, o no sale”.
Cuando el músico le da la oportunidad, Atienza aporta su conocimiento. “Podés meter mano en las perillas o también aconsejar en otro plano, como el arte de tapa, que para mí es fundamental, o como ocurrió con Rafael Sienra y Los Geranios con Barniz: después de escuchar el máster llegué a la conclusión de que eso no era un grupo, era el trabajo de un solista, y luego de mucho ida y vuelta, finalmente salió el disco de Rafael Sienra”.