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    “Ya no basta” con decir que Uruguay es “creíble” y “seguro” para atraer a inversores del exterior

    Directivos de la Cámara de Comercio Uruguayo-Británica que fueron a visitar a empresarios en el exterior para tentarlos a radicar negocios en Uruguay se sorprendieron al ver sobre sus escritorios informes que reparaban en la situación de conflictividad sindical en el país. Esa es una preocupación extendida entre los miembros de esa agremiación, dijo a Búsqueda su presidente, Marcel Mercant.

    Pero atraer inversores no está siendo fácil también por otras razones. “Hoy ya no basta con decir que somos un país creíble, confiable, seguro, sino que la gente en un momento de crisis mira los números. Si no ofrecemos una ventaja importante en costos, a los inversores se los llevan los vecinos”, señaló.

    La Cámara de Comercio Uruguayo-Británica, integrada por subsidiarias de empresas de capitales ingleses y otras firmas con vínculos con el Reino Unido, está celebrando su centenario. A continuación una síntesis de la entrevista con su titular.

    —¿Cómo evolucionó la relación económica bilateral en estos cien años?

    —Antes de que existiera Uruguay como tal ya había relaciones comerciales fuertes —básicamente importaciones— con el Reino Unido. A lo largo de la historia ese vínculo ha decaído por la penetración en el mercado uruguayo de productos asiáticos y también regionales que sustituyeron a los británicos, entre otras razones por precios.

    En los 12 meses cerrados a octubre las importaciones de mercaderías británicas por parte de Uruguay sumaron U$S 88 millones, una caída de casi 30%. Los precios en libras de ciertos productos hacen que sea más lenta su importación, aunque es un tema coyuntural.

    Las exportaciones de Uruguay al Reino Unido son menores a ese monto.

    —Las ventas uruguayas a ese destino son productos con relativamente bajo valor agregado y concentrados en pocos rubros. Eso no ha cambiado a lo largo de la historia.

    —Es una constante que el Reino Unido aprecia los productos de calidad, pero primarios, sin transformación. Eso explica que nuestras exportaciones no se hayan transformado en bienes industriales; Uruguay exporta commodities que luego son transformados y reexportados por el Reino Unido.

    Aunque no podemos cuantificarlo al no haber estadísticas recientes, sí observamos un crecimiento en los últimos tiempos de las exportaciones de servicios y el software para banca, por ejemplo. Uruguay está tomando una mayor incidencia en call center u otras modalidades de outsourcing. En esta área es donde se presentan las mayores oportunidades de negocios bajo regímenes especiales; desde Uruguay es posible prestar servicios con costos e impuestos muy bajos. De hecho, a partir de una actividad promovida por nuestra cámara, dos empresas mexicanas del sector del software y servicios que trabajan con el Reino Unido se interesaron en instalarse en el país.

    —Por fuera del régimen de zonas francas que exonera de impuestos, ¿los costos para las empresas en Uruguay son bajos?

    —No. Tenemos que ser muy realistas con la situación que estamos viviendo, y si le digo a un empresario del exterior que Uruguay tiene costos bajos le estoy mintiendo. No estamos siendo competitivos por los costos reales y eso no se le puede traducir a un empresario porque nuestra competencia, que son los países limítrofes, les ofrecen soluciones mágicas. Les ofrecen tierras, les ofrecen no tener problemas sindicales y un montón de variables que Uruguay no puede ofrecer. El tema cambiario es otro aspecto. Todo esto hace que no estemos en el mejor momento de competitividad. ¿Cómo subsistimos a un temporal de estas características? Hay que buscar nichos de oportunidad que no estén replicados en el exterior para atraer inversores; la ley de promoción de inversiones, los beneficios fiscales, son un gancho fundamental. Hoy ya no basta con decir que somos un país creíble, confiable, seguro, sino que la gente en un momento de crisis mira los números. Si no ofrecemos una ventaja importante en costos, a los inversores se los llevan los vecinos. Lo está haciendo Paraguay, que tiene una ley de maquila que al terminar un producto y exportarlo al Mercosur pagan un 1% del valor FOB. Uruguay no tiene cómo competir con ese régimen preferente.

    —Las ventajas que ofrecen las zonas francas y el régimen de exoneración a la inversión han querido ser recortadas por sectores del Frente Amplio. ¿Este tipo de cuestiones políticas preocupan a los empresarios y a los potenciales inversores?

    —En el caso de los empresarios que nos han consultado, el tema político no es el que más preocupa dada la tradicional estabilidad en Uruguay. Sí preocupa la situación sindical. Nos ha pasado de directivos de la cámara que fueron a promocionar al país para captar inversiones productivas y se encontraron que sobre los escritorios de los empresarios había copias de todos los problemas sindicales en Uruguay. Y no eran dos hojas, eran bastante más. Los países limítrofes se encargan de hacer su mejor promoción, que es mostrar que en Uruguay tenemos conflictos sindicales y que los sindicatos promueven prácticas que no estábamos acostumbrados a sufrir. Hoy cada uno de nuestros socios muestra una preocupación respecto a estos asuntos y es una amenaza latente que lleva a los inversores a repensar si es conveniente instalarse en Uruguay.

    Se persiguen preferencias de ciertos sectores e ideas sindicales más que la continuidad de un negocio que pueda producir beneficios para todos. Si no existieran empresarios no existirían varios cientos de puestos de trabajo.

    —¿Qué expectativas tiene respecto a la negociación de un tratado comercial entre el Mercosur y la Unión Europea?

    —Se han quemado etapas y estamos en camino de que se concrete. Es nuestro gran deseo que esta negociación salga.