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    400 metros de desigualdad

    N° 1949 - 21 al 27 de Diciembre de 2017

    A cuatro cuadras de distancia, revienta los ojos una de las tantas desigualdades flagrantes que suceden hoy en la sociedad uruguaya. Las inmediaciones del Obelisco de Montevideo son una suerte de “área médica”, donde se acumulan hospitales públicos y privados, así como mutualistas. Las ambulancias son parte del paisaje de esa zona de la capital.

    En particular, hay dos hospitales icónicos en ese lugar, separados por apenas 400 metros: el Hospital Pereira Rossell (donde se atienden los más pobres) y el Hospital Británico (donde se atienden los más ricos).

    Durante el año 2016, en el Pereira Rossell el 80% de las madres que parieron tenían menos de 30 años; mientras tanto, en el Británico, apenas el 20% de las madres que dieron a luz tenían menos de 30 años.

    La periodista consultó sobre el tema al ginecólogo Justo Alonso, profesor titular de la Clínica Ginecotocológica de la Facultad de Medicina de la estatal Universidad de la República. Alonso le respondió que “hoy, prácticamente no se encuentran mujeres que sean profesionales y tengan su primer hijo antes de los 30 años”, porque “primero hacen todo su desarrollo profesional y difieren la maternidad para completar su formación y tener empleo”. Pero, agregó, “en el Pereira Rossell es justamente a la inversa. La mayoría de las mujeres que van al sistema público, y sobre todo las adolescentes de clases más sumergidas, deciden tener hijos porque es su único proyecto de vida y empiezan a tenerlos” siendo menores de edad.

    Cuatro cuadras más hacia el noreste, el ginecólogo Juan Carlos Scasso, coordinador de Ginecología y Obstetricia del Británico, coincidió con su colega del Pereira Rossell. “Acá, la mayoría de las mujeres son universitarias o esposas de universitarios, no necesariamente gente rica. Las mujeres están trabajando, muchas son profesionales, licenciadas, técnicas de alto rango, hay contadoras, escribanas, médicas, abogadas. Aspiran a más y más, a los máster, siguen estudiando. Ya las mujeres que se casan y esperan en la casa son muy pocas”, le dijo a la periodista.

    Scasso recordó que las parejas de nivel socioeconómico medio, medio alto o alto procuran tener un nivel de formación educativa, una posición laboral y una situación económica que las satisfaga antes de decidir tener hijos.

    No es así con la mayoría de las madres en el Pereira Rossell. Según la experiencia de Alonso, en esos casos “el embarazo es buscado consciente o subconscientemente, porque no se cuidan y saben que si no se cuidan pueden quedar embarazadas”. Y no se trata de un problema de falta de información sobre cómo cuidarse ni un tema de acceso a anticonceptivos. “Piensan: a mí no me va a tocar y si me toca, bueno. Igual están contentas porque lo usan como proyecto de vida. Muchas chiquilinas están a cargo de sus hermanos menores y es a veces la única forma de poder salir de sus casas, irse a vivir con un hombre a otro lado o a veces llevarlo a su propia casa. Se consideran independientes porque tienen su propio hijo”, añadió.

    Esta situación de desigualdad terrible (que se agrega a la preexistente desigualdad entre hombres y mujeres en general) interpela severamente a la sociedad en que vivimos, pero mucho más interpela a los casi 13 años de gobiernos del Frente Amplio, a los que todos denominan “de izquierda”.

    En el mundo, la “izquierda” se caracteriza por predicar siempre la “igualdad”, a veces incluso por encima de la “libertad”, en cuyo caso indefectiblemente se transforman en regímenes autoritarios o totalitarios.

    Como sea, hace más de dos lustros, la “izquierda” gobierna con mayorías parlamentarias propias al Uruguay. ¿Cómo encaja en su discurso igualitarista esta vergonzosa desigualdad que, por si fuera poco, afecta directamente a las mujeres más desposeídas? Sí, ya sé, todo se debe a la “herencia maldita” de colorados y blancos. Es una respuesta que se repite y que no le hace bien ni a la “izquierda”, porque es absurda. Habrá alguna responsabilidad remanente de la crisis del 2002, donde hubo que rescatar al Uruguay de un destino siniestro y, por tanto, “lo social” pudo pasar momentáneamente a segundo plano. Pero 15 años después, con todo el poder en sus manos, atribuirle a la “herencia maldita” de otros este fenómeno presente y creciente es, por decir lo menos, poco serio.

    Las jóvenes que tienen como único proyecto de vida tener hijos —y así lo expresan— están en clara desventaja de todo tipo (cultural, laboral, económica, social) frente a los que organizan sus vidas en torno a una mirada donde los hijos son, por supuesto, muy importantes, pero donde la realización personal de ellas como seres humanos también lo es.

    Se acabó el tiempo en que la mujer era solo un instrumento parturiento para poblar la casa, limpiar, cocinar y ser la “acompañante” del “jefe del hogar”, que era el esposo.

    Como los hombres, las mujeres quieren progresar por sí mismas, quieren que les paguen lo mismo que lo que les pagan a los hombres por realizar la misma actividad, quieren —para decirlo claro— “tener su plata” a efectos de no depender, quieren ser abogadas, médicas, ingenieras, senadoras o presidentas de la República. Y quieren todo eso porque tienen derecho y porque tienen razón.

    Ahora, si el punto de partida va a ser tan diferente según donde haya nacido cada mujer, entonces los gobiernos están fallando cruelmente en sus políticas públicas al respecto. Y, en particular, uno que se fundamenta principalmente en la necesidad de que haya igualdad entre los seres humanos.

    Los socialdemócratas europeos (o sea, la izquierda europea, porque los leninistas y demás totalitarios están casi extinguidos) suelen definirse a sí mismos con una frase característica: “tanto mercado como sea posible y tanto Estado como sea necesario”. Bien: dado que el Frente Amplio se ha comportado en el gobierno como un partido socialdemócrata (aunque tenga tantas voces autoritarias y antimercado adentro de su estructura), advertirá el lector que la inferioridad de condiciones de las mujeres pobres uruguayas no las resolverá el mercado. Y, en esto sí, el Estado puede acotar los márgenes respecto a los puntos de partida.

    Eso, que es realmente “de izquierda”, podría hacer el Frente Amplio en el poder. Eso, en lugar de andar repartiendo millones de dólares de todos los uruguayos en actividades electorales y clientelísticas para permanecer en el poder gobernando como “la derecha”.