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    Agustín, un niño superdotado que vive en Barros Blancos, es uno de los tantos escolares con altas capacidades que el sistema ignora

    Referentes políticos como Lacalle Pou, Martínez, Talvi y Manini Ríos mostraron interés en diseñar políticas públicas para atender a la población con habilidades intelectuales altas

    A los dos años conocía los colores por su nombre y antes de empezar la escuela ya sabía leer y escribir. Cuenta su madre que de muy pequeño usaba el lenguaje de una persona adulta culta, con vocablos que vaya a saber dónde aprendió. Sin embargo, suele tener mala conducta en clase porque termina rápido los trabajos, antes que sus compañeros, y se aburre y charla, dice él, con una sonrisa cómplice. Es muy nervioso e hiperactivo, según la maestra. Un psiquiatra le (mal) diagnosticó trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) y le recetó un medicamento que lo sedaba en clase y le dejaba “atontado” todo el día.

    Agustín tiene 10 años pero en los estudios de inteligencia muestra un desempeño propio de un joven de 20, con 141 puntos de cociente intelectual (CI). Vive en una casa humilde y estudia en una escuela pública de un barrio de “contexto crítico” ubicado en Barros Blancos, Canelones. Este niño obtuvo el índice de capacidad intelectual más elevado, según un estudio inédito del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), la primera investigación desarrollada en Uruguay sobre la prevalencia de escolares con habilidades intelectuales altas y superdotación, cuyo contenido —divulgado por Búsqueda semanas atrás— se presentará oficialmente en los próximos días.

    El informe del MEC, impulsado por la ministra María Julia Muñoz, identificó superdotación en 2,8% y habilidades intelectuales altas en 8,6% de una cohorte de niños de ocho años cumplidos en 2018 y matriculados en unas 80 escuelas públicas y privadas de Montevideo y el área metropolitana.

    Proyectados estos porcentajes a una generación nacional de 45.000 alumnos, ese casi 3% de superdotados representa a más de 1.200 niños, y el 8,6% con altas habilidades intelectuales equivale a casi 3.900 niños. Basados en esos porcentajes, los investigadores estiman que entre educación inicial, escuela y liceo (de los cuatro a los 18 años) hay entre 12.000 y 15.000 estudiantes con un nivel intelectual muy elevado, en su enorme mayoría sin detectar.

    A partir de esta evidencia, las autoridades salientes de la educación plantearon diseñar una política educativa y sanitaria para atender a esta población desde la infancia más temprana. La iniciativa encontró eco en todo el arco político, según dijeron a Búsqueda fuentes oficiales. De hecho, los responsables del estudio hablaron durante la última campaña electoral con varios de los candidatos presidenciales, quienes mostraron interés en el tema, “especialmente el presidente electo”, Luis Lacalle Pou, quien prometió volver a reunirse con los investigadores luego del 1º de marzo.

    También manifestaron interés en este asunto Daniel Martínez (Frente Amplio), Ernesto Talvi (Partido Colorado) y Guido Manini Ríos (Cabildo Abierto), agregaron los informantes.

    El MEC también planteó la necesidad de afianzar vínculos institucionales con la academia, en particular con la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, para el estudio y selección de intervenciones psicopedagógicas a incluir en el diseño de las políticas públicas que atiendan a estos niños. 

    El sistema educativo debe tener una política diferenciada para la población superdotada y con altas habilidades intelectuales, dijo la subsecretaria de Educación, Edith Moraes. “Diferenciar” no significa separar a los alumnos sobredotados de sus compañeros, sino darles “apoyos psicopedagógicos especiales” y “planes de enriquecimiento curricular”, complementarios al programa habitual. 

    La subsecretaria desestimó como estrategia pedagógica la “aceleración” de los cursos (adelantar grados) como sucede en otros países. 

    En diálogo con Búsqueda, el neuropsicólogo infantil Horacio Paiva, técnico responsable de la investigación, destacó que en general los escolares superdotados sobresalen en habilidades lingüísticas sobre las de razonamiento lógico-matemático. Y ese es el caso de Agustín, el niño identificado con el mayor puntaje en el índice de capacidad intelectual del estudio, que pese a que no se le dan tan bien las cuentas sueña con ser arquitecto, porque le gusta “dibujar y construir”, dijo.

    Código genético y postal.

    Es martes pero el ambiente es dominguero en esta zona pobre, semi marginal, de Barros Blancos. La mañana es calurosa y se respira una suerte de apatía de finales de verano, también reflejada en las caras de unos vecinos que matan el rato sentados en sillas plegables, mientras desde algún lado llega una cumbia. El olor a neumático quemado se confunde con el que desprende un curso de agua sucia que bordea una de las calles angostas de tierra por donde unos jóvenes pasan en moto con el caño de escape suelto para hacer más ruido. 

    La joven madre de Agustín, auxiliar de limpieza de una institución militar, invita a pasar a su casa señalando orgullosa con el mentón a su hijo mayor. Agustín habla con timidez, apenas modulando monosílabos, con la vergüenza del niño que se sabe el centro involuntario de la atención. Pronto contará qué le apasiona leer sobre los planetas y las estrellas, que también le gusta correr, Peñarol, los animales, la ceibalita, el rap, los dibujitos y ganarle a las cartas a su madre; y surgirán risas espontáneas.

    Adentro, el aire fresco, tranquilo, contrasta con el sol que ilumina el barrio. El mobiliario es sencillo desde el suelo de hormigón al techo de zinc, y en las paredes descascaradas del dormitorio —casi todo uno con la cocina, el salón y el baño— lucen dibujos de un niño cuyo desempeño intelectual es similar al de una persona 10 años mayor a la de su edad. 

    Un superdotado presenta un cociente intelectual (CI) de 130 o más. Agustín tiene 141.

    Según los expertos, la superdotación se caracteriza por un funcionamiento intelectual muy superior a la media, mientras que la capacidad intelectual se define por el CI obtenido mediante un test y se asocia a una mayor madurez en los procesos de información, alta motivación de aprendizaje, creatividad, precocidad y talento.

    Los especialistas también coinciden en que no es algo excepcional que niños inmersos en contextos críticos presenten capacidades tan destacadas, aunque tampoco es tan frecuente. 

    Del estudio oficial surge una diferencia “significativa” a favor de los niños pertenecientes a clases sociales más altas, y también de aquellos que concurren a colegios privados en relación a los que asisten a centros de educación pública. Así, el 5,7% de los alumnos superdotados y el 15,7% con habilidades intelectuales altas reciben educación privada. Al tiempo que en los centros públicos se halló 1,6% y 5,5%, respectivamente.

    Esta diferencia se explica, en gran medida, por factores socioculturales y económicos “de origen” del niño, e influyen más factores ambientales, como la alimentación y vínculos afectivos “sanos” en los primeros años de vida, que el “efecto escolar” sobre el desarrollo de la inteligencia, indica el estudio oficial.

    Los entornos socioeconómicos favorables “facilitan mucho” las cosas a efectos de conseguir la ayuda necesaria para que estos niños desarrollen su potencial, comentó a Búsqueda el coordinador del estudio, el doctor Óscar Quiñonez. En cambio, en los contextos deprimidos, la “buena noticia” muchas veces termina generándole una expectativa y un problema mayor a la familia, que no tiene cómo apalancar el futuro de sus hijos.

    “A las familias más pobres les falla el código postal: cuentan con un código genético muy potente, pero su código postal es muy débil”, resumió Quiñonez. Explicó que en un contexto crítico disminuye hasta la calidad de la escuela —“no es lo mismo la escuela pública de Barros Blancos que la de avenida Brasil”, dijo— y por eso es preferible que la atención educativa y sanitaria de esta población “no dependa del voluntarismo” de docentes bienintencionados, sino de una política pública general.

    Por su parte, Paiva aseguró que la inteligencia se distribuye en la población de la misma forma en que algunas personas son muy altas o muy bajas, por lo que también juega, aparte de los factores genéticos y ambientales, el azar. 

    Aunque “los superdotados son menos frecuente de hallar en los barrios más vulnerables —siguió—, el componente constitucional, genético, es tan fuerte que la superdotación, aún sin explotar todo su desarrollo, se expresa” en los niños y hasta los 18 años.

    Pero, en general, la capacidad de estos menores suele pasar inadvertida para las maestras y hasta para las propias familias, por lo que al no detectarse “el país se da el lujo de desaprovechar ese talento”, completó Quiñonez: “¿Cuántas Noelias Riccetto puede haber en Uruguay y se desconoce porque no tienen la posibilidad de desarrollarse como tuvo nuestra primera bailarina? ¡Montones!”.

    El trabajo de campo del Estudio sobre la prevalencia de escolares con altas habilidades intelectuales y superdotación intelectual, su perfil de aprendizaje y salud mental (2020) se extendió desde mayo de 2018 a diciembre de 2019, movilizó a decenas de técnicos y organismos educativos, con una inversión estimada de US$ 30.000.

    La pesquisa se basó en una muestra aleatoria y representativa de 698 alumnos de 78 escuelas, entre públicas (61) y privadas (17) para una prueba de tamizaje o screening. Finalmente, 147 niños con probables condiciones excepcionales realizaron un test de inteligencia más completo que identificó a 16 niños con superdotación y a otros 54 con habilidades altas.

    Ninguno de los menores superdotados había sido detectado, independientemente de si concurría a una escuela pública o a una privada.

    El responsable de la investigación contó que se interesó en este tema porque muchos pacientes llegaban a su consultorio de neuropsicólogo infantil con una presunción de déficit atencional o con problemas de conducta en clase, que en realidad respondía a que la educación que recibían estaba por debajo de sus necesidades. Paiva aseguró que esta condición también suele provocar una distorsión en los vínculos de estos niños con sus compañeros (suelen ser víctimas de bullying) y con los adultos con los que conviven.

    Por ello la superdotación suele ser confundida con patologías psicológicas o psiquiátricas, cuando en rigor se trata de niños con “enormes talentos, mal diagnosticados”, como pasó con Agustín.

    “¿Te aburrís mucho en clase?” La pregunta lo deja algo desconcertado. “No sé”, responde el niño, casi sorprendido. La madre lo escucha. El niño se mueve constantemente de lugar, habla con los ojos apartados, como pensando en otras cosas. Y zanja la charla: “Lo mejor de la escuela es el recreo”, sonríe, y al fin parece animarse.

    Recuadro de la nota

    Superdotados en el mundo militar