N° 1967 - 03 al 09 de Mayo de 2018
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa frase “Carthago delenda est” (Cartago debe ser destruida) se le atribuye al senador Marco Poncio Catón, quien terminaba todas sus intervenciones (hablara del tema que hablara), insistiendo en borrar a Cartago del mapa, porque la consideraba una amenaza para Roma. Con Ancap hay que hacer lo mismo. Ancap es una amenaza presente y futura para la prosperidad de los uruguayos.
Insólitamente, está siendo el gobierno frenteamplista (estatista, de cuño marxista) y no la oposición (como era de esperarse), quien termine con Ancap. Y lo están haciendo por partes. Comenzaron con CABA, la vieja División Alcoholes. Este engendro surgió para crear un combustible alternativo al petróleo y como fracasaron durante décadas, terminaron fabricando bebidas de dudosa calidad y un perfume espantoso.
Cuando en enero del 2014 el director Juan Gómez (exsindicalista y de filiación comunista) dijo que “el negocio de producción de bebidas alcohólicas no es un negocio importante y perfectamente podría ser vendido a un privado”, ninguno de los directores de la oposición le llevó el apunte.
Ahora le sigue el turno a la División Portland, una empresa totalmente ineficiente que pierde millones de dólares con el único y mentiroso argumento de que tal actividad es “estratégica para el desarrollo del país”. Lo mismo decían de Pluna, del ILPE (luego SOYP), de Antel, del BHU o del Fondes. Y sabemos de sobra que no es así.
Lo más interesante es que mientras Ancap pierde más de 24 millones de dólares por año fabricando cemento, su competidor gana la misma suma. Es que Ancap tiene contratado cuatro veces más personal (“compañeros”) que la empresa privada e hicieron pésimas inversiones (como un horno nuevo que está pudriéndose en unos contenedores que nunca abrieron y nunca abrirán).
Otro argumento falaz es que corremos riesgo de quedarnos sin portland si cierra Ancap. En la región abundan los proveedores de este insumo, tanto en Argentina, Brasil o Paraguay. Pero si la región nos da la espalda, Diego Lugano y Diego Godín están trayendo portland desde Turquía, lo que resulta increíble, ya que pueden vender un producto competitivo luego de recorrer miles de kilómetros en barco, mientras la inoperante Ancap no logra hacerlo desde sus plantas de Minas o Paysandú, a pocas decenas de kilómetros de la capital.
Como es falso que corremos el riesgo de quedarnos sin cemento, también es falso decir que la refinería de petróleo es “estratégica” para no quedarnos sin combustibles.
Siguiendo con el caso de Paraguay: ellos cerraron su refinería en el 2005 y se dedican a importar combustibles desde Argentina, Brasil, Bolivia o Venezuela. Paraguay tiene siete millones de habitantes y dos millones de vehículos (el doble que Uruguay), además de contar con unas 2.500 estaciones de servicio versus las 600 de nuestro paisito. No falta una sola gota de gasolina y nadie se plantea que pueda faltar.
Estas estaciones compiten ferozmente entre 19 “sellos” o “emblemas” que buscan dar mejores productos, a mejor precio y con mejor servicio. El oligopolio uruguayo, permitiendo solamente tres sellos (Ancap, Petrobras y Axión) atenta contra el consumidor y el libre mercado.
Ancap es el nombre que los políticos (de casi todas las tiendas) le han dado al mecanismo de robarles dinero a los ciudadanos en forma solapada. Lo hacen a través de altos impuestos al combustible, el monopolio de la producción e importación y fijando los precios más caros de la región. Uruguay ostenta este triste récord: el litro de nafta súper cuesta $ 50,40, en Argentina $ 37 y en Paraguay $ 27, casi la mitad.
Cerrar Ancap será una bendición para nuestro país. Se terminarán los combustibles caros, lo cual permitirá bajar el precio del boleto y terminar con el subsidio (otro esquema propicio para el tráfico de favores y corruptelas varias).
El agro será más competitivo y los “autoconvocados” no tendrán que pedirle favores ni ser ninguneados por ningún ministro y ningún presidente. La industria podrá retomar su empuje y las familias gastarán menos en sus paseos cotidianos, teniendo una mejor calidad de vida.
Será una bendición terminar con miles de empleados públicos que ganan fortunas a cambio de lo poco que hacen. Se terminará con políticos aprovechadores que utilizan a Ancap para promover sus candidaturas, obtener financiamiento y, cuando no, rascarse en el palenque de algún empresario prebendario que apoye sus proyectos a cambio de jugosos contratos.
Y algo no menor: se les quitará poder a los sindicalistas que nos tienen de rehenes, cuando cierran a su antojo el grifo del monopólico combustible y así aumentan sus ya aumentados privilegios.
“Ancap delenda est” debería ser el grito de guerra de la oposición, del movimiento Un Uruguay para Todos, de las Cámaras Empresariales y de la academia no genuflexa, así como el de todo ciudadano pensante. Será demostrar que hay otro sendero y que estamos dispuestos a recorrerlo juntos.
Ancap delenda est. ¡Que así sea!