“Tengo miedo de lo que estés haciendo por miedo”, le dice Berta a Tom. La historia de estos dos personajes centrales de la última novela del español Javier Marías había comenzado mientras ambos cursaban el bachillerato en un Madrid bajo un franquismo ya añejo.
Berta Isla y Tomás Nevinson asistieron a un entonces poco frecuente bachillerato mixto y se enamoraron. Él es un apuesto y simpático muchacho bilingüe, hijo de padre inglés y madre española; ella, una inteligente y tenaz promesa castellana que se inscribe en la Complutense a estudiar Filosofía y Letras mientras su novio marcha a la prestigiosa Oxford.
Él podía seducir casi a cualquiera con solo imitar hablas y cadencias, acentos y modismos. Tenía versiones castellanas para el barrio Chamberí e inglesas para el auditorio de Oxford.
A un lado del mar está la democracia y la libertad y al otro la dictadura del generalísimo, pero a poco de andar se nota que las cosas son más complejas.
En el principio todo es bastante fácil de comprender. Aunque cada uno se inicia en el sexo por separado, ella con un banderillero que la sacó de abajo de los cascos del caballo de un policía y él en su Inglaterra, ambos se habían comprometido con el otro y a su manera cumplen.
La vida de Tom Nevinson y en consecuencia de Berta Isla, sin embargo, dará un vuelco antes que ninguno de los dos pueda tomar la iniciativa.
Las piezas se mueven de tal forma que se arma una trampa construida por unos servicios de inteligencia que, con la excusa de defender a la Corona, violan principios elementales sin apenas sonrojarse.
Es así que Berta deja a una persona camino a Londres y al cabo de un tiempo recibe a otra, aunque en el mismo envase y con el mismo nombre. El casamiento en la iglesia de San Fermín de los Navarros no fue el fin de las anomalías.
Es una muy bien escrita y construida novela. Marías, nacido en 1951 en Madrid, ha recibido múltiples premios y ha sido traducido a más de 40 lenguas, se ayuda en esta novela en el hecho de que fue alumno y profesor de los lugares donde sitúa a sus personajes.
Una buena parte de la novela se concentra en describir los sentimientos de Berta Isla, mientras trata de descifrar algo del secreto, el ocultamiento y el fingimiento en el que otros la hacen vivir y acerca del cual nunca recibe una confirmación total. Tal es el estilo de la casa, es decir de la inteligencia militar que se conoce con los nombres MI5 (interior) y MI6 (exterior).
En varios momentos el lector se verá tan sorprendido como ella, aunque tendrá algunas certezas antes que la propia Berta, a la que a su vez va conociendo cada vez mejor, mientras esta viuda por etapas también aumenta el nivel de sus aprendizajes y abre paso a nuevas sospechas.
Durante bastantes páginas, el texto transcurre en la espera y en la repetición una y otra vez de las preguntas cruciales que ella se hace acerca de su esposo, al que primero imagina un correcto y diligente funcionario del Foreign Office y luego un desalmado infiltrado en el Ulster o un espía inglés en el Buenos Aires de otro dictador, Leopoldo Galtieri, en tiempos de la guerra de las Malvinas.
Es que Berta no se conforma con mirar el lado vacío de la cama y educar a sus hijos. Mientras su esposo desaparece y regresa sin previo aviso, tenso y hermético y luego cuando desaparece sin más, ella se dedica a estudiar y a pensar. También trata de sentir a otros hombres, aunque esto último, previsiblemente, no resulta tan sencillo.
A medida que pasa a conocer a fondo la filología y sobre todo la historia británicas, Berta se va formulando y respondiendo preguntas cada vez más serias acerca del trabajo de su esposo, del que tiene motivos para pensar, pero nunca confirmar, que se dedica a infiltrarse entre los enemigos de la Corona aprovechando sus siempre valoradas cualidades naturales para la imitación y el manejo de las lenguas.
“Me afanaba en pensar que Inglaterra era otra cosa, que allí no había habido dictaduras nunca y que sus Servicios Secretos se atendrían a leyes estrictas y estarían controlados por políticos elegidos y por jueces honrados e independientes, era una nación con separación de poderes y prensa libre, lo que apenas empezábamos a disfrutar nosotros”, reflexiona acerca de los empleadores de su esposo.
La lectura de algunos libros obtenidos en la biblioteca del Instituto Británico de Madrid acerca de las operaciones crueles de algunos servicios le pusieron los pelos de punta, aunque para calmarse se esforzaba en pensar que esas situaciones se debían al extremo de la guerra, en la cual vencer al enemigo lleva a excesos.
Pero Berta reflexionó también que “cuando se prueba algo, aunque sea obligado por una situación extrema (…), algo queda siempre de ese algo y se recurre a ello con más facilidad de lo que imaginamos”.
Aunque no vivieron bajo una dictadura, los ingleses también practicaron la guerra sucia. Y aunque oficialmente el Political Warfare Executive (PWE), el órgano que llevó adelante la guerra sin escrúpulos, fue disuelto apenas terminó la última batalla contra los nazis, sus lecciones del ‘todo vale’ que oficialmente nunca existieron, tampoco desaparecieron.
Berta había leído, en un inglés ya solvente, la biografía de Sefton Delmer, el padre de la guerra psicológica en versión inglesa y con esas armas logró penetrar un poco en el alma de su marido, sin que por ello él violara la famosa Official Secrets Act.
Al cabo de hablar un buen rato de la muy probable seducción de mujeres indefensas y de otras operaciones encubiertas logró sacarlo de quicio. “No me vas a explicar tú lo que pasa en mi trabajo. Sería el colmo”, le suelta finalmente con un desprecio poco común en él.
Nunca habrá más que diminutos indicios: una cicatriz, su desaparición rápida y profesional, una lucha callejera, la pequeña Charter Arms Undercover de 1964 en el bolsillo.
Pero Berta, es decir Marías, no se detiene. La historia sigue y el lector encontrará motivos fuertes para no apartarse de ella, mientras el autor va descargando sobre sus espaldas el drama de vivir sin problemas para llegar a fin de mes, pero siempre a punto de ser un poco más miserable.
Al final se trata de que “La Corona solo nos suelta cuando no le hacemos falta”.
Berta Isla, de Javier Marías. Alfaguara, 2017, 552 páginas, $ 690.