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    Buenos progresistas

    N° 1908 - 02 al 08 de Marzo de 2017

    “Son tiempos difíciles para los buenos progresistas”, acaba de descubrir el presidente ecuatoriano Rafael Correa, a la luz de los resultados de las elecciones del pasado domingo 19, en que “su” candidato no logró vencer en primera vuelta y le espera una más que incierta segunda vuelta  el próximo 2 de abril.

    Correa sabe leer los datos de la economía real. Es consciente  de que  ya terminó el “viento a favor” y conoce bien el estado de situación de la economía del Ecuador (accede a los números sin ningún tipo de censura). Resolvió, en consecuencia, dejarle la posta a otro y él irse a descansar y a vivir tranquilo con su familia a Bélgica.

    Sin que nadie lo moleste (en principio, habrá que ver).

    Por ahora no le ha salido como confiaba. Y las perspectivas no son tan buenas.

    Según una encuesta, Guillermo Lasso (CREO), el candidato opositor que salió segundo con el 28,1%, le ganaría en la segunda vuelta ( 52,1% contra un 47,9%) al candidato oficialista Lenin Boltaire Moreno. Este, con el 39,3% de los votos, fue quien salió primero en las elecciones del domingo 19, pero no llegó al 40% imprescindible para evitar el balotaje y alcanzar la presidencia directamente. Por tan solo un 0,7%.

    Ese tan pequeño porcentaje justifica el reconocimiento unánime al Consejo Nacional Electoral (CNE) del Ecuador, a los “observadores” del exterior y a las propias Fuerzas Armadas ecuatorianas, que, según trascendió, ya previamente remarcaron su decisión de garantizar unas “elecciones limpias” (sin la chance de admitir incluso un “error” del  0,7%). Es bueno resaltar además la buena performance de las encuestas.

     Pero por ahora nada está dicho. La última palabra la tendrán los ecuatorianos el día 2 de abril.

    Si gana el opositor Lasso, tras los festejos del triunfo (y la derrota de Correa), al día siguiente deberá hacerse cargo de la herencia “progresista”. Tendrá que destapar el tarro, y recién ahí sabrá cuán mal huele. Los “buenos progresistas” tienen tiempos difíciles, como dice Correa, pero tuvieron tiempos muy fáciles durante los que hicieron populismo a gusto y gana —“despilfarraron más de lo que robaron” al decir de Macri en España—, dejando las economías en ruinas, como ha ocurrido en Argentina y Brasil y ocurrirá en Venezuela y otros países manejados por “buenos progresistas”. Los tiempos difíciles entonces son más precisamente para quienes ahora tienen que hacerse cargo de lo que han dejado.

    Al propio Moreno, si llegara a ganar, le va a ser difícil. Con una economía en caída, muy endeudada, sin la “fuerza parlamentaria” que tuvo Correa y seguramente con casi un 50% de los ecuatorianos en contra, más la obligación casi ine­ludible de encarar el tema de la corrupción (Odebrecht y  algunas cosas más que van a saltar), la tarea se le va a hacer incómoda al heredero.

    El que sí va a estar cómodo es Correa, que una vez deje el bastón de mando se va a vivir a Bélgica, de donde es su esposa.

     Correa, mientras tanto, maldice el resultado electoral —solo 0,7%, no es para menos—, al opositor Guillermo Lasso y por supuesto a los periodistas y a la prensa, que cataloga de “indecente” y dice “que genera caos” (en esto también igualito a Trump).

     Se jacta de haber “ganado” el plebiscito, que se votó en forma simultánea, por el cual se impide a gobernantes y funcionarios públicos tener cuentas en paraísos fiscales (no incluye Bélgica, desde luego). Fue una iniciativa suya con un triple intento: legitimar su participación en la campaña, confundir al electorado y arrimar agua para Moreno, y posar como un adalid de la anticorrupción. Pero no le fue tan bien: solo tuvo el 54,9% de apoyo una propuesta que era como elegir entre ser rico y sano o pobre y enfermo. Más de cuatro de cada 10 ecuatorianos no “compraron” el espejito.

     Además, Correa amenaza con “volver” —da por hecho que se va— si gana Lasso y si es necesario. ¿A hacer qué? Puede que procure curarse en salud. No hay nada como estar activo en la política y buscar ampararse en la condición de “perseguido político” para neutralizar a jueces y fiscales y escapar de la Justicia (ver Lula y Cristina Kirchner).

     La cuestión no es, entonces, si Correa decide volver, sino si lo obligan a volver.

     Esto es: para rendir cuentas.

    © Danilo Arbilla. Derechos reservados. (Especial para Búsqueda)