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Una cinta de casete dibuja los números 50 y 25. Ese era el concierto que daría en el Solís el 10 de setiembre, junto a Walter Bordoni y Gastón Rodríguez. Sería el primer Solís como figura central en sus más de 60 años de carrera. Pero pocas semanas antes fue internado por un problema renal y el concierto se suspendió. “Venía repuntando, estaba con toda la energía para volver a tocar”, contaron sus allegados. Cuando muere alguien de sus quilates se suele caer en el lugar común “tenía mucho para dar”. Con frecuencia, cuando el sujeto en cuestión ya está en sus cuarteles de invierno, eso no es cierto. Pero en este caso, era literal: estábamos por verlo en el Solís, en un recital que sin dudas sería memorable. Pero el domingo 7, Gastón Ciarlo Arellaga, conocido desde muy joven como Dino (para muchos El Dino), se descompensó en su casa de Dolores, donde vivía con su esposa Margarita y, por la noche, murió. Tenía 76 años, fue padre de cuatro hijos, y no solo nos legó una formidable colección de canciones sino que dejó una sorprendente sensación unánime, en quienes lo conocieron, de buen tipo. Desde que se conoció la noticia, el lunes bien temprano en la mañana, el éter mediático y virtual se llenó —como pocas veces con un artista uruguayo— de testimonios de personalidades de la música y la cultura que expresaron su honda congoja y lo recordaron con profunda emoción, ya fuera con un concepto improvisado o con la letra de alguna de sus canciones. Desde sus íntimos como Bordoni y Rodríguez a sus compañeros de Los Kafkarudos, Tabaré Rivero y Alejandro Ferradás, a seguidores como Laura Canoura, Rossana Taddei, Rubén Rada, Garo Arakelián, Ney Peraza y Fernando Santullo, quienes, palabras más, palabras menos, lo señalaron como uno de los principales mentores de eso que conocemos como la canción uruguaya.
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Basta leer cualquier entrevista biográfica a Jaime Roos, Estela Magnone, Jorge Galemire, Eduardo Darnauchans, Mauricio Ubal, Laura Canoura o Fernando Cabrera para que Dino aparezca rápidamente en los cimientos de su formación musical. De hecho, Jaime eligió su canción Tablas para Contraseña, su disco de versiones, y en el caso de Cabrera, Dino es el único nombre que se repite en Canciones propias, su álbum tributo a la canción uruguaya: Vientos del sur y Arma de doble filo, las mismas que versionó en clave rockera La Trampa. La huella de Ciarlo es inabarcable, desde Alfredo Zitarrosa con su Milonga de pelo largo, grabada nueve años después de su edición original, en 1972, e incluida en Melodía larga (1984), a Arakelián con Guardo tantos recuerdos, que cierra su debut solista Un mundo sin gloria.
Además de su enorme cancionero, que a las gemas mencionadas suma otras como Días y días, Pasa la vida, Hay veces, Autobiografía, Un día se fue, Para hacer música, para hacer, Pasa el tiempo, El explorador y Hombre envejeciendo, Dino queda en la historia como el músico que destiló en su alambique la tradición rural norteamericana del blues y el country, que tuvo como hijo dilecto el rock and roll, con la tradición rural de esta parte del mundo, representada en la milonga, y la tradición ciudadana montevideana encarnada en el candombe. Y, por supuesto, será recordado como uno de los pioneros del rock en Uruguay, el músico que unió la rebeldía adolescente y las raíces criollas en Milonga de pelo largo. Según contó mil veces —una de ellas a Búsqueda en un reportaje otorgado en setiembre de 2010 en su casa de Dolores que seis años después fue destruida por el tornado— compuso esa canción en una casa situada en Galicia y Río Branco, donde por entonces vivía, “una tarde en la que estaba muy cansado de buscar trabajo, de caminar y caminar para todos lados”. En ese reportaje, publicado en la edición Nº 1.590 de este semanario, Dino contó sin ocultar su amargura, que su padre abandonó la familia cuando él era un bebé, que su madre no lo quiso criar y lo entregó a una tía, que lo crió, y que él sintió “una sensación de justicia” el día que murió su madre natural. Estas circunstancias, más una juventud “en la que era muy difícil ser joven, con el pachecato y las constantes patadas en los tobillos por tener pelo largo” fogonearon una rebeldía natural, que se tradujo en una temprana inclinación por el rock. Ayudó mucho toda la información musical que recibió al trabajar como operador en Radio Ariel.
Para apreciar sus raíces rockeras basta escuchar canciones como Cuna de mi muerte (ese riff bien podría ser de Black Sabbath o Deep Purple), Quizás hacia el norte (un blues rock furibundo a lo Creedence), Candombe 4, que alcanza un clímax de punk rock, la balada folk Los tanos, que suena como una de Dylan, Experiencia Nº 1 en ritmo y blues, que quedaría bárbara en la voz de Neil Young, y Cuando robaron la luna, rotundo candombe beat con letra de Cuque Sclavo y música de Quique Almada, grabado en 1981, con los Fattoruso a todo trapo. Es que Dino encontró una manera auténtica de cantar rock en español, sin copiar a nadie. Ahí está el CD Prehistoria de Dino (Perro Andaluz), que compila en 31 pistas lo mejor de sus inicios en bandas como Los Gatos y Los Orthicones. También está su paso por Montevideo Blues y sus años con Los Moonlights. Y, por supuesto, su enorme obra solista, desde la inoxidable trilogía Vientos del sur (1977) - Hoy canto (1979) - Milonga (1981) a sus últimos trabajos, fruto de sus años en Dolores (donde se radicó en 1994, al volver de su exilio en Suiza), como Cruzar el río (1977, con la banda La Dolores), Vivo y suelto (2010) y Memorias nuevas (2017), que contiene dos temas dedicados al episodio catastrófico que vivió la ciudad donde vivió sus últimos 27 años de vida: 15/04/16 y Amanece en Dolores.
Su discografía tiene otros hitos como sus dúos con Vera Sienra (Mi ciudad y su gente) y Carlos Alberto Rodríguez (Milongas cruzadas), Autobiografía, discazo producido por el sello argentino Barca en 2001, que reúne versiones de toda su obra en clave rockera (con una hermosa versión de Cuna de mi muerte cantada por Jaime Roos) y Punto y raya, su “disco perdido”, publicado solo en casete en 1984 poco antes de la partida de Dino a Suiza y editado en CD y plataformas, por Ayuí, recién en 2020.
Dino descansa en paz en Dolores. Queda el cariño que se ganó a pura nobleza. Y quedan sus canciones de hierro.