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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAnte todo, señora, reciba Ud. mi mayor y sentida adhesión.
Me pregunto: ¿cómo puedo contribuir ante su tan tremenda e injusta pérdida? Quizás, sí.
Porque recientemente yo también sepulté a mi única hija. Y, aunque fue diferente, no se trata de competencia entre angustias y penas. Las madres no nacimos para eso. Mi hija tuvo también una muerte brusca e imprevista; pero estaba enferma y tenía 66 años. A pesar de las diferencias, ambas deplorables y tan dolorosas, las llevaremos de por vida en nuestra mente y el corazón.
Antes que Ud. vengo padeciendo y puedo comprenderla más que nadie. Yo también busqué responsables y primero a mí, injustamente. Por eso deseo evitarle esa confusión y ese hondo dolor que da la incertidumbre de “si hubiera o hubieran…”. Se trata de sentimientos adversos contra uno y los demás que buscan culpas que en nada mitigan y agudizan nuestro sufrimiento. No incurra en ello. ¡Por favor!
Por otra parte, con frialdad ajena pude reflexionar sobre cómo y quién hubiera podido evitar este desenlace y llegué a una conclusión que deseo compartir con Ud. Mi condición de persona obliga a actuar de inmediato en mi nombre, el suyo y el de todas las Valentinas futuras ante el “cuarto poder”, que es la prensa, al solo efecto de que esta desprotección no vuelva a ocurrir. Porque lo que falló no fue el Poder Judicial, ni la Policía, ni Ud. ni el padre del menor infractor. Falló el sistema. La ley impide ciertas actuaciones frente a la minoridad, como la tobillera electrónica para prevenir el no acercamiento. Y como consecuencia se responsabiliza a los padres de ambos de evitar el acercamiento, en nombre de los deberes inherentes de la patria potestad a los 17 años, de la “pareja tóxica”, como se le denomina.
Un adolescente desde los 16 años se siente libre, soberano, cree que sabe lo que quiere, dónde ir, con quién, y no escucha ni recibe consejos. La patria potestad no puede llegar hasta allí. El hijo se siente mayor y no obedece. Hace mucho tiempo se hizo un plebiscito para intentar bajar la edad de minoridad a los 16 años. ¿Y qué pasó? Vivimos, por suerte y así sea, en una democracia, y ella solo falla cuando la mayoría se equivoca. La mayoría dijo “no” y perdimos democráticamente los que dijimos “sí”. Todo siguió igual: minoridad hasta los 18 años, responsabilidad legal y hasta penal de los padres hasta esa edad. Y sabíamos que desde los 16 no nos escuchan. Prefieren equivocarse solos. Y saben muy bien distinguir entre lo correcto y lo incorrecto pero son inimputables por minoridad. Y los padres, responsables de lo delictivo en que incurren.
El error radica en que no se adecuaron los procedimientos, como las tobilleras electrónicas y otros, que aseguraran el distanciamiento del que se responsabiliza a los padres. Quizás entonces, de haberlo corregido, se hubiere podido incidir en la protección necesaria y probablemente estas dos familias no estarían enlutadas.
Sra., quiero recordarle que el estrés mata y que Ud. tiene aún a alguien que depende de Ud., que es muy importante para Ud. y sufre con Ud. la pérdida de su hermanita. Es alguien muy importante por quien vivir y ambos se necesitan más que nunca, y por favor, ¡refúgiense una en la otra!
Yo, que por suerte creo en Dios, pienso que Valentina es un ángel que ustedes tienen en el cielo. Y que Dios con su gran bondad, junto con vuestro inconmensurable dolor y el mío, nos mandará la resignación.
Dra. y profesora Malka Dora Rostiker
CI 529.163-0