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    Casavalle

    Sr. Director:

    , regenerado3

    Bajo el título de Casavalle, la tiranía de los hombres rotos, leí el artículo del periodista Gabriel Pereyra publicado en El Observador, cuyo contenido comparto absolutamente. Básicamente describe cómo, dadas las condiciones de vida que reinan en dicho lugar, es prácticamente imposible que estas características no deriven en personas que terminen delinquiendo.

    Trabajé muchos años prácticamente al lado de la Unidad Casavalle y paralelamente en el Barrio Borro. Prácticamente no pasaba un día en el que no viera niños jugando en los basurales que abundaban en los baldíos vecinos, muchas veces buscando comida. Por supuesto, nunca ví a ninguno de túnica blanca y moña azul. Llegué a llevar a alguna madre, joven por cierto, con su hijo enfermo al hospital porque no tenía plata para el boleto del ómnibus. Siempre me preguntaba qué iba a ser de esos niños cuando crecieran. Como dice Pereyra en su artículo, mal alimentados, en general hijos de madres solteras, algunas incluso prostitutas, con padres desconocidos en el mejor de los casos o alcohólicos y drogadictos, viviendo en condiciones infrahumanas a veces de hasta ocho en una misma habitación.

    Hoy en día, la situación empeoró sensiblemente ya que, haciendo nuevamente referencia al artículo de Pereyra, antes, el que por diversas circunstancias se veía obligado a vivir en ese barrio era la víctima de su destino, hoy las víctimas son los vecinos de vida normal, los que son obligados por los delincuentes a emigrar.

    Siempre pensé que esa mezcla de situaciones era una bomba de tiempo que en algún momento iba a explotar y muchas veces me pregunté, y lo comenté con muchas personas, cómo es que no se podía hacer nada para apartar a esos niños de ese ambiente. Incluso llegué a conversarlo con algún político de la época, preguntando cómo, existiendo tantas visitadoras sociales en nuestro país, no se podía ir casa por casa averiguando en qué condiciones vivía cada niño. Sabíamos, además, que en los barrios marginales la natalidad era muy superior a la media del país. Puede sonar despiadado, pero estaba convencido de que de alguna manera había que apartar a esos niños de su lugar de convivencia. No conozco la legislación específica sobre este tema, pero estoy seguro de que como la mayoría de las leyes, sobre todo las penales, fueron redactadas para otro Uruguay que no es el de hoy.

    Me alegro de que por primera vez a los jueces no les haya temblado el pulso para firmar órdenes de allanamiento para unas 60 viviendas en dicho barrio. ¿No se podrá legislar para evitar que ese círculo vicioso continúe? Aquellos niños que yo veía hurgando en los basurales seguramente fueron los delincuentes de ayer y los padres de los delincuentes de hoy.

    Quiero hacer mención a una frase del escritor Frederick Douglas mencionada por Pereyra en su artículo, porque me pareció sumamente acertada: “Es más fácil construir niños fuertes que reparar hombres rotos”.

    Ing. Quím. Rodolfo Schaich

    CI: 555.942-6