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La movilidad de la gente para ir a tiendas y realizar actividades recreativas se ubicó en julio un 26% por debajo de los niveles previos a la llegada del Covid-19 al país y la emergencia sanitaria. Con la gradual reapertura de comercios y otros rubros, ese porcentaje viene reduciéndose, desde el pico de caída de casi 60% en abril.
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Esas estadísticas de movilidad comunitaria informadas por Google tienen una fuerte correlación con el comportamiento de la recaudación de impuestos —más allá de cierto defasaje temporal debido a la mecánica recaudatoria— y son, también, un indicio de una posible evolución algo más positiva en los meses por venir. Con ese enfoque, el Centro Interamericano de Administraciones Tributarias (CIAT) empezó a elaborar informes mensuales para monitorear la situación en un grupo de países. En general, estos datos exponen la “espectacular caída registrada en la actividad medida por los desplazamientos a partir de mediados de marzo. Los movimientos a tiendas y lugares de ocio se desploman, al igual que el paso por las estaciones de transporte, hasta un 70% en abril, con una leve y paulatina recuperación posterior hasta el entorno del 40% en julio. La comparación con la evolución de la recaudación global muestra una enorme correlación entre ambos fenómenos, lo cual haría prever en media una ligera atenuación de las cifras negativas en junio y julio, mientras que en algunos países —Panamá, Argentina, Guatemala, Costa Rica, Estados Unidos— incluso se registran nuevos descensos en los desplazamientos en el último mes, ensombreciendo las perspectivas de recuperación de la recaudación”, señala en su primer Reporte de Recaudación Covid-19. En el promedio, los ingresos tributarios crecieron en enero (4,5%) y febrero (3,6%), pero luego, ya con medidas de confinamiento de distinto grado en aplicación que frenaron las economías, hubo caídas en cada mes siguiente al comparar con iguales períodos de 2019 y descontado el efecto de la inflación: –3,3% en marzo, –27,7% en abril y –24,8% en mayo. Dicho promedio refiere a 16 países miembros del CIAT para los que tuvo datos de las propias oficinas recaudadoras (salvo mayo, que engloba a ocho).
Dentro de ese panorama, la Dirección General Impositiva (DGI) uruguaya es de las que quedó mejor parada. En efecto, en marzo la recaudación aumentó en términos reales —pese a que desde mediados de mes estaba en vigor la emergencia sanitaria que instó al distanciamiento físico y cerró las fronteras—, mientras en abril y mayo se dieron bajas respecto a un año atrás, pero de menor magnitud que el promedio (–9,9% y –19,2%, respectivamente).
De esa forma, la disminución en la recaudación de la DGI en enero-mayo fue de 5,9%, lo que significa menos del doble de la caída promedio (–12,1%); las bajas más significativas en ese lapso ocurrieron en Estados Unidos (–20,4%), Ecuador (–16,2%) y Perú (–15,3%). El informe puntualiza que, aun en períodos normales, el peso de la recaudación no se reparte uniformemente entre los diferentes meses (ni con pautas homogéneas en los distintos países).
Por tributo
Para los meses recientes el CIAT solo tuvo información desagregada por tributo de algunas administraciones tributarias. En cuanto al Impuesto al Valor Agregado (IVA), la caída en valores constantes en el promedio de seis países fue de casi 12% en enero-mayo. La DGI presentó la menor baja del grupo, de 4,6%, siempre al comparar con el mismo lapso de 2019. En el otro extremo estuvo Ecuador (–18,5%).
En Uruguay, los impuestos sobre la renta —personal y empresarial— recaudaron 5,2% menos en los primeros cinco meses de 2020 que en igual lapso del año anterior. En otros cinco países las caídas fueron más grandes, mientras que en Guatemala hubo un leve aumento (0,3%). El promedio fue un descenso de 14%.
La comparación entre países es más compleja respecto al agrupado del “resto de los ingresos” tributarios, dada su heterogeneidad y un carácter residual, si bien para algunas oficinas recaudadoras tienen un peso relevante al tener atribuciones ampliadas (y cobran, por ejemplo, contribuciones a la seguridad social). De todos modos, la evolución mensual de este conjunto de impuestos fue similar a la de los otros, con un máximo de caída —promedio de siete países— de 29,4% en mayo. En el período acumulado desde enero la baja fue de 8,4%; es el único caso en el que Uruguay sufrió un retroceso mayor (–10,1%).
Covid-19 y guerra
En otro análisis reciente, el director de Estudios e Investigaciones Tributarias del CIAT, Santiago Díaz de Sarralde, evaluó cómo se podría financiar la crisis por el Covid-19. Señala que, ante la pandemia del coronavirus, los países fueron imponiendo confinamientos, toques de queda y distintas medidas de distanciamiento social para enlentecer los contagios. Las “recetas” de parte de los distintos gobiernos para esa etapa fueron “unánimes” —agrega—: sostenimiento de las rentas de los individuos, negocios y del sector financiero; flexibilización de los pagos tributarios; provisión de asistencia financiera. “¿Qué será lo siguiente? En medio de la incertidumbre, la teoría económica únicamente puede recomendarnos evitar el contagio, esta vez en un sentido económico. Y, de nuevo, parece existir un alto grado de coincidencia en que debemos hacer “todo lo que sea necesario” para “aplanar la curva” de la “depresión económica”, añade.
La situación actual causada por el Covid-19 “se parece mucho a una guerra —pero sin enemigo—, bastante a una crisis económica sistémica —pero sin causas económicas—; esta vez es diferente”. Y acota que “es encontrar pistas sobre cómo se va a pagar todo esto, especialmente en cuanto a las alternativas tributarias”.
En su opinión, la “única opción sin contraindicaciones” sería la reducción de la evasión y el fortalecimiento de las administraciones tributarias (no solo para aumentar su eficiencia en la lucha contra el fraude, sino también para facilitar el cumplimiento voluntario). Pero admite que pesan limitaciones temporales —los resultados solo son apreciables después de un cierto plazo— y de posible falta de cooperación internacional, “un campo en el que se han visto claras mejoras en la última década, pero que ahora se enfrentará a nuevos retos”.
Como tendencias “potenciales” recientes, Díaz de Sarralde menciona varias medidas que “se encontrarán con dificultades para implantarse”. En medio de una recesión, la “tributación verde” afrontará las “críticas habituales de dañar la competitividad si no se trata de una iniciativa coordinada a nivel internacional”. La tributación progresiva o sobre la riqueza recibirá la desaprobación de la teoría económica ortodoxa, por los efectos de los impuestos sobre los incentivos al trabajo, ahorro e inversión. Además, el consenso solidario (…) normalmente se encuentra detrás del aumento de la progresividad impositiva en las analogías con las guerras, no parece estar presente aquí y ahora”. Mientras, la imposición a las actividades digitales podría ser, a su juicio, la opción menos arriesgada, si bien “su capacidad recaudatoria es limitada”, a la vez que los ajustes basados en las diferencias de niveles impositivos entre naciones “siempre serán difíciles de acordar y podrían empeorar la confrontación comercial internacional”.
Para el investigador del CIAT, algunos —hasta ahora— “impuestos heterodoxos” podrían retornar o verse aumentados ante una urgencia recaudatoria. En esa categoría menciona posibles modificaciones en los métodos de cálculo de la base imponible (limitando deducciones o gastos deducibles, por ejemplo), la instalación de un gravamen sobre las transacciones financieras o impuestos de salida a capitales si hubiera riesgo de fuga, así como cargas sobre las exportaciones.
Algunas propuestas, dice, se centran en medidas “radicales” que “prometen no tener que preocuparse por quién va a pagar la crisis”. Un ejemplo sería lo que, citando a otros, sería lanzar “dinero desde el helicóptero”: la financiación directa y no reembolsable por el banco central de las transferencias fiscales que se consideren necesarias.