Las industrias, los tambos y los poblados sin un adecuado sistema de saneamiento “vierten sus desechos diariamente al cauce del Santa Lucía, todos los días a todas las horas”, dijo a Búsqueda Luis Aubriot, profesor adjunto de la Sección Limnología del Instituto de Ecología de la Facultad de Ciencias.
Esa es la cuenca de la que OSE toma el agua para abastecer la zona metropolitana. En un documento del 24 de febrero el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento territorial y Medio Ambiente asume “problemas recurrentes en la calidad de las aguas del río Santa Lucía” que “sumados a los bajos caudales conforman un escenario que puede ser crítico para la principal fuente de agua bruta como destino al suministro de agua potable del país”.
En esa zona hay “un manejo muy antiguo de todo ese tipo de efluentes industriales”. “Nuestra tecnología para producir es muy moderna, de 2014, a nivel industrial y agropecuario, pero el tratamiento de los residuos que genera toda la industria es de la década de los 70”, indicó Aubriot.
El gobierno ha comenzado a abordar el problema de la cuenca del Santa Lucía y a tomar medidas con el asesoramiento de la Facultad de Ciencias y la participación de OSE. En el ámbito municipal Canelones ha inaugurado una moderna planta de tratamiento de aguas urbanas mientras los trabajos de saneamiento avanzan en toda la cuenca.
De todos modos, aún cuando llueve hay un “barrido muy grande” de aguas servidas, sobre todo en zonas como San Ramón, que terminan en el Santa Lucía, contó Aubriot. Hay otros puntos críticos como el del frigorífico Canelones, que tiene un sistema de tratamiento “totalmente obsoleto”. Según los análisis el arroyo Canelón Chico, al que vierte el frigorífico, tiene aguas “de alarmante mala calidad” con “valores superextremos”. El límite permitido de fósforo total es de 25 microgramos por litro, según la normativa, pero los investigadores detectaron niveles de 1.500.
Los problemas más grandes son causados por el exceso de nutrientes (materia orgánica y fósforo de la industria y el agro) que estimulan el crecimiento de cianobacterias. Las cianobacterias, además de transformar en verde intenso el color del agua, pueden ser tóxicas para la ingesta y provocar desde leves problemas gastrointestinales hasta la muerte.
Este es un tema que preocupa al presidente Tabaré Vázquez. En el discurso emitido en la noche del 1º de marzo destacó la necesidad de trabajar con los municipios de la cuenca del río Santa Lucía para preservarla “como fuente de agua potable, como factor productivo, como destino turístico y también como rica expresión de biodiversidad”.
Amortiguación.
El Ministerio de Vivienda ha diseñado un extenso “plan de acción para la protección de la calidad ambiental y la disponibilidad de las fuentes de agua potable”, que incluye varias medidas que han comenzado a tomarse de manera escalonada con plazo final en 2015. El plan “busca detener y revertir gradualmente el proceso de contaminación, que será posible si se generan cambios en las actividades vinculadas al entorno del río Santa Lucía y la utilización de sus aguas”, según el Ministerio.
El 24 de febrero una resolución ministerial (229/015) puso en marcha la medida de control 8, que establece “zonas de amortiguación” a ambos lados de los ríos y arroyos de la cuenca de Santa Lucía, en las que se prohíbe el “laboreo de la tierra y uso de agroquímicos para la conservación y restitución del monte ribereño” con el objetivo de controlar el transporte de nutrientes y contaminantes del suelo al agua. En el río Santa Lucía la zona es de 75 metros a cada lado, en el río San José entre 50 y 80 y en Canelón Grande 35 metros.
La medida está “orientada principalmente” a evitar que los cultivos avancen hasta las orillas de los ríos y arroyos y “proteger esas zonas que muchas veces fueron directamente deforestadas hasta la orilla”, señaló Aubriot.
La vegetación en las márgenes de los ríos y arroyos es beneficiosa y “tiende a captar parte de esas sustancias que estaban disueltas en el agua y a disminuir la concentración incluso de algunos tóxicos”, destacó Aubriot. Las imágenes satelitales dejan en evidencia la “necesidad de reforestar esas zonas y recuperar el monte”.
“Es fundamental que el Santa Lucía tenga un corredor preservado naturalmente y un curso lo más natural posible para poder tener agua de buena calidad, obviamente acompañado de la disminución de los aportes puntuales”, indicó.
Aubriot planteó “objeciones” respecto a la manera en que se definieron las zonas de amortiguación, que no se consideraron para cañadas que también aportan al río. Además, dijo que no debería fijarse el área con un metraje fijo sino en función de la zona inundable. Desde el punto de vista de la ecología fluvial la zona de inundación es parte del río. Cuando se inunda, los agroquímicos escurren hacia el río.
“Hemos propuesto a la Comisión de Cuenca del Río Santa Lucía la ampliación del área para que se tome en cuenta la zona máxima de inundación”, dijo Aubriot. La zona inundable depende de la pendiente del terreno, del cauce del río o arroyo, entre otros aspectos. Puede variar desde unos pocos metros a cientos de metros. La Facultad de Ciencias ya conoce hasta dónde se inundan los ríos y arroyos de la cuenca en cada tramo.
Embalses.
La construcción de tajamares para alimentar al ganado o las piletas obsoletas de las industrias con agua sin circulación son ideales para el crecimiento de las cianobacterias. Son como “incubadoras de cianobacterias”, indicó Aubriot, y las lluvias o accidentes pueden llevarlas al río.
OSE proyecta construir dos nuevos embalses en los arroyos El Soldado y Casupá como solución para el abastecimiento, algo que no convence a la academia, que tiene “ciertos reparos a la hora de alterar el régimen hidrológico”, dijo Aubriot.
“Hemos planteado la preocupación de que al embalsar agua siempre hay un riesgo alto de que existan floraciones de cianobacterias. Por la investigación que hemos realizado sabemos que las cianobacterias son muy eficientes en crecer con bajas concentraciones de nutrientes siempre y cuando el agua sea retenida durante un tiempo mayor a 20 o 30 días. En los dos nuevos casos de Casupá y El Soldado tendrían aguas relativamente claras y con concentraciones de nutrientes”, advirtió Aubriot.
“Asumimos que una vez que el embalse se inunde, y también su monte nativo, van a tener inicialmente un aporte de materia orgánica de la muerte de los árboles y la descomposición que puede dar lugar” a un ambiente propicio para las cianobacterias, afirmó. Consultado por Búsqueda, el presidente de OSE, Milton Machado, reconoció que en los embalses aumentan las probabilidades de floraciones de algas. De todos modos, ratificó la orientación tomada por el organismo argumentando que la “prioridad estratégica” fue tener fuentes alternativas en cantidad y calidad de agua. Recordó que en el verano 2007-2008 el embalse de Paso Severino (del que se abastece actualmente a la zona metropolitana) quedó al límite de poder suministrar agua potable por una sequía.
“Porque haya determinadas condiciones para las floraciones algales nosotros no podemos hipotecar el suministro, jugarnos a no tener alternativas y en el futuro no poder abastecer por temas de cantidad o por un tema real de contaminación. Lo vemos como estratégico”, respondió.
En cantidad, Machado explicó que el plan de construir dos nuevos embalses en los arroyos Casupá y El Soldado solucionaría los problemas de abastecimiento al menos hasta 2045 y les permitiría extender el suministro 60 días más de lo actual en casos de sequías intensas. En calidad, si existiera un problema de contaminación en Paso Severino (como ocurrió en 2013 con la floración de cianobacterias) OSE podría recurrir al agua de los otros dos embalses. Además, con la represa de Casupá podrían manejar el caudal del Santa Lucía Grande y evitar de esa manera estancamientos de agua en puntos medios que hoy existen y también favorecen las floraciones.
OSE decidió instalar las represas por la ubicación de la planta de Aguas Corrientes que abastece a la zona metropolitana. Construir otra, diseñar un acueducto o pensar en la desalinización triplicaban o cuadriplicaban la inversión necesaria y volvían inviable la solución.
“Yo no digo que lo que plantean no tenga razón. Pero creo que está en un escalón muy específico, mirando solo con la visión de los microorganismos y de algas y se están perdiendo todo el análisis político institucional y estratégico que se hizo para poder tener fuentes alternativas en cantidad y en calidad”, concluyó Machado.