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    Contradicciones internas, cambio de autoridades y falta de una estrategia sostenida llevaron a “fracasos” en la educación

    Un monstruo. Así se define desde adentro a la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP): 685.509 alumnos, 45.322 docentes, 11.932 funcionarios, 2.800 centros educativos y una eterna lista de sedes, oficinas, divisiones, direcciones, departamentos, programas y proyectos. Un ente autónomo complejo de entender para los que están afuera e incluso en ocasiones para los que trabajan en él, que le colocaron ese mote como reflejo de un tamaño, aunque también de un desafío constante ante una maquinaria colosal construida con ciertas deficiencias.

    Las autoridades del Frente Amplio en la enseñanza, de ayer y de hoy, admiten que les ha sido difícil generar desde la ANEP los cambios prometidos en la educación, uno de los territorios con más pozos para la fuerza política desde que asumió el gobierno en 2005.

    Técnicos, oposición, votantes propios y ajenos e incluso los mismos integrantes del Frente Amplio apuntaron en más de diez años a los diversos problemas que tiene la enseñanza pública. Miembros del FA señalaron defectos y propusieron soluciones, en ocasiones actuando como si estuvieran fuera del gobierno. Por eso surge la pregunta: ¿ha seguido el oficialismo una misma estrategia educativa desde el 2005?

    “La estrategia fue la misma en términos conceptuales, pero las fases de instrumentación son distintas. No es lo mismo un discurso teórico respecto a lo que debería ser, a estar en el momento de la instrumentación”, señala Wilson Netto, presidente del Consejo Directivo Central (Codicen) de la ANEP, y uno de los pocos hombres que ha mantenido puestos de jerarquía en la Administración durante toda la gestión frenteamplista. Para Netto se pueden planear muchas soluciones previas, pero “en la instrumentación aparecen problemas de la realidad y ahí aparecen diversos modelos”.

    Fernando Filgueira, ex subsecretario del Ministerio de Educación y Cultura y la cara más visible de que al Frente Amplio le costó mantener una misma estrategia, comparte que “hay una dificultad para generar líneas sostenidas en el tiempo”. Llegó a su cargo en marzo de 2015 para liderar desde el Ministerio una transformación que se clausuró menos de un año después. Con él se marchó Juan Pedro Mir, ex director de Educación, para quien “el Frente Amplio no generó en estos períodos transformaciones estructurales por sus contradicciones internas”.

    Las diferencias ideológicas entre Tabaré Vázquez y José Mujica, ¿modificaron la estrategia para la educación? Los jerarcas que ellos colocaron al frente de los distintos organismos educativos, ¿aplicaron políticas diferentes?

    Netto admite que “el Frente Amplio conoce el diagnóstico de la educación”, pero las distintas personas que ocuparon puestos de gestión en la enseñanza “al final del día trabajan sobre problemas de la realidad y toman diversos modelos de salida”. Filgueira no está de acuerdo: “cuando no hay líneas sostenidas y además se suman autoridades bastante cambiantes, en definitiva se vuelve mucho más complejo”.

    De manera similar piensa Héctor Florit, hoy consejero del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) y quien, junto a Netto, se ha mantenido en jerarquías de la ANEP ininterrumpidamente desde 2005. Afirma que las políticas diferentes quedaron más en evidencia en el Codicen. “Los cambios que ha tenido la presidencia del Consejo marcaron énfasis distintos. Por ejemplo, hoy hay un énfasis sobre la descentralización que quizás en la política anterior tenía un enfoque más global. Son énfasis distintos, claramente”.

    Mir cree que estos énfasis distintos recorrieron al Frente Amplio en todas las materias durante sus tres gobiernos, pero se notaron con más claridad en educación por la falta de un sector político que tomara las riendas. “Las mismas diferencias se pueden dar en política económica, pero en cierta forma se saldaron con una fuerte presencia del Frente Líber Seregni. Eso no sucedió en educación, donde la apuesta del primer gobierno, del segundo y la de este es lograr un camino al medio que no genere contradicciones”.

    ¿Qué hubiera pasado?

    Las contradicciones del oficialismo quedaron particularmente en evidencia con la Ley General de Educación (N°18.437). Creada en el 2008 durante el primer gobierno de Vázquez, fue saludada como la base sobre la cual se construiría la reforma educativa de izquierda, pero muchas de sus banderas no flamean. El artículo 45 obliga a llamar al inicio de cada gobierno a un Congreso Nacional de Educación para asesorar en políticas. Se hicieron dos congresos (uno de ellos fuera de fecha) y sus documentos finales quedaron olvidados. El tercero fue postergado.

    El artículo 84 ordena crear un Instituto Universitario de Educación para profesionalizar la carrera docente. El proyecto de esa universidad está guardado en el Parlamento y el Consejo de Formación en Educación proyecta, recién para 2018, aplicar un nuevo currículo que haga la carrera más atractiva y actualizada.

    Pero el artículo que quedó más desamparado fue el 62, que eliminaba el Consejo de Educación Secundaria para crear dos organismos más específicos: el Consejo de Educación Media Básica para ciclo básico y el Consejo de Educación Media Superior para bachilleratos. Secundaria sigue existiendo como tal y ninguno de los dos consejos fueron creados. El porqué puede encontrarse en las distintas opiniones de los protagonistas.

    “La ley laudó establecer esos consejos. Pero en definitiva no tenerlos permitió que avance UTU por un lado y Secundaria por otro. Eso ha permitido que miles de jóvenes hayan tenido la oportunidad de pasar por la educación básica. ¿Qué hubiera pasado si teníamos un modelo de una propuesta única para todos, como con esa división de consejos?”, cuestionó Netto. Filgueira, sin embargo, argumenta que esa división habría sido positiva. “Hay un conjunto de dispositivos que la ley esperaba que se crearan y no lograron despegar, y es un debe que tenemos. Para mí la producción de un Consejo de Educación Media Básica podía ser un camino”.

    Aunque prefiere no valorar si hubiera sido bueno o malo, Florit considera que el artículo 62, como la ley entera, fue mal planteado. “La creación de ambos consejos es quizás el ejemplo más claro de que superar inercias históricas solamente se logra con acuerdos políticos y sociales más amplios que los que surgen de la ley”.

    Grandes fracasos.

    Los diversos modelos del oficialismo, los énfasis distintos de las autoridades y la falta de aplicación de la Ley General de Educación no impidieron al Frente Amplio avanzar en puntos que estaban hundidos en la educación pública. Se disminuyó el tamaño medio de las clases, se expandieron las escuelas de tiempo completo, se amplió la cobertura a menor edad y se mejoró la infraestructura edilicia: entre 2005 y 2015 se construyeron 121 locales nuevos, fueron ampliados 233 y se realizaron 4.720 mantenimientos. También se aumentó el salario docente, permitiendo que hoy un maestro y un profesor grado 4 de 20 horas efectivo gane alrededor de $ 24.000 nominales contra los $ 14.00 que ingresaba en 2005. Todo se basó en el fuerte aumento presupuestal a la ANEP, que pasó en esos años de $ 22.585 millones a $ 45.016 millones, acercándose al 4.5% del PIB para educación pública que tanto se reclamó.

    Factores ajenos también ayudaron, por ejemplo la disminución de la matrícula pública (de 230.743 a 220.366 en Secundaria y de 309.286 a 250.483 en Primaria), que facilitó un mayor gasto anual por alumno: se pasó de $ 29.760 a $ 65.669.

    Pero ninguno de esos avances logró terminar con la patología más grande (y más criticada) del sistema educativo: los índices de repetición y abandono en educación media. Más allá de que se discuten los conocimientos con que los alumnos egresan de Primaria, los números dicen que en ese nivel la promoción alcanza el 95%. En el ciclo básico de Secundaria, sin embargo, no promociona el 26,8% de los estudiantes, una mejora leve respecto al 28,5% de 2005. Estos malos resultados posibilitan explicar, en parte, el aumento de la matrícula privada (de 45.491 a 53.577 en Primaria y de 36.309 a 43.592 en Secundaria).

    “Es uno de los grandes fracasos de país, uno de los grandes problemas del Frente Amplio”, dice Filgueira sobre la baja promoción liceal. “Los graves problemas en Secundaria no han sido tocados. Hay miradas a largo plazo que la izquierda no ha logrado colocar”, sustenta Mir, cuyo último argumento comparte Florit: “Tuvimos una dificultad en colocar la educación pública como una política defendida por todos, más allá de sectores políticos”.

    Netto, un profesor de Física que hizo toda su carrera en UTU y dirigió ese organismo por siete años, intentó expandir la enseñanza técnica a todo el sistema para paliar las débiles cifras de Secundaria. Los aumentos en la matrícula de UTU (de 66.429 a 93.022) y las salidas laborales que ofrecía abrieron los ojos de Mujica y llevaron a Netto al Codicen con la idea de descentralización que hoy lidera. Pero desde lo académico no tuvo éxito: repitieron o abandonaron el ciclo básico de UTU un 41,4% de los estudiantes en 2007 y un 39% en 2014, según las últimas cifras disponibles.

    Nueva concepción.

    Los problemas de repetición y abandono se suman a otros como la extraedad de los alumnos, la falta de titulación docente, la rotación docente y los episodios de violencia en los centros educativos. Están profundizados por una latente conflictividad con los sindicatos de la enseñanza, que cuestionan muchas de las políticas del gobierno, aun en las que se progresó, como las edilicias y salariales.

    Pero, al contrario de la idea popular, las autoridades afirman que el principal obstáculo para solucionar los problemas no está en los sindicatos sino en el propio alumno, al cual no pueden motivar con los aprendizajes, aspecto que esperan resolver en este período: el “cambio de ADN de la educación”.

    “Ahora estamos tratando de mejorar la calidad de los contenidos, es el deber que hoy nos queda pendiente”, asegura Florit. Según Netto “el camino está centrado fundamentalmente en un avance sustantivo de los contenidos”.

    Con ese objetivo en mente se ponen en jaque currículos elaborados por el propio Frente Amplio, como Reformulación 2006 en Secundaria, pues para mejorar los aprendizajes se pretende que haya menos materias y más competencias con la creación de un marco curricular que comprenda desde los 3 a los 17 años de edad. La idea fue muy impulsada por Filgueira, pero tras su paso por el Ministerio considera que será difícil de ejecutar por la organización del sistema educativo, dependiente enteramente de ANEP. “Hay una confusión de a quién le competen qué decisiones. Yo sigo creyendo que el Poder Ejecutivo debería tener un rol más importante en el ‘para qué’ de la educación, mientras que el Codicen debería tener una función más técnica”.

    Netto prefiere no opinar del tema y explica que algunas de las herramientas del marco curricular (una enseñanza enfocada en lo socioemocional, y la definición de perfiles de egreso) van “hacia una nueva concepción que el Frente Amplio no discutía en 2005 porque todavía no existía”. Entre otras cosas, esa concepción pone en entredicho si vale la pena seguir utilizando la repetición. Es la más reciente propuesta que empieza a debatirse en ese monstruo llamado ANEP, y que tal vez en 2020 se sepa si sigue en pie o fue guardada en algún cajón.

    Información Nacional
    2016-10-06T00:00:00