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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLas pruebas PISA vuelven a interpelarnos como sociedad. Sus resultados son francamente alarmantes. Estamos peor que en el ranking anterior y nada hace suponer que no seguiremos descendiendo en el futuro. Los voceros del gobierno atribuyen a intereses políticos menores toda crítica que se haga de la gestión educativa. Molestos con el mensaje, disparan contra los mensajeros que no hacen otra cosa que señalar lo que la opinión pública califica como “improvisación y falta de gestión”. El propio presidente responde entre el rezongo y la resignación con un inefable: “estamos en campaña electoral y todo sirve…”. No advierte que hasta su propia fuerza política reconoce públicamente en sus congresos y con mayor preocupación en la intimidad de sus tertulias, que le será difícil explicar por qué, luego de 10 años de gobierno con mayoría parlamentaria y con una situación económica excepcional, no ha podido siquiera encaminar una solución para el sistema educativo.
Es que aquella “educación, educación, educación” de la que se habló al comienzo de esta gestión cuenta con recursos suficientes y, sin embargo, va en caída libre hacia un abismo del que las generaciones futuras no saldrán fácilmente si no se modifica —entre otras medidas— aquella malhadada ley de Tabaré Vázquez que entregó la enseñanza a las corporaciones.
Se dice desde el oficialismo que los esfuerzos de sus políticas estuvieron centrados en disminuir la pobreza de los sectores más vulnerables y que los números así lo demuestran. Seguramente esa será una de las credenciales con las que solicitará a la ciudadanía que revalide su permanencia en el gobierno por otros cinco años.
Sin embargo, esos números difícilmente podrán sostenerse en el tiempo. Es que buena parte de ellos son producto de planes asistencialistas que se han ido transformando paulatinamente en el “pan para hoy” mientras la ineficiencia del sistema educativo consolida el “hambre para el mañana”. Ocurre que esos sectores más vulnerables no podrán mantenerse fuera del umbral de la pobreza sin un sistema educativo que les garantice una preparación mínima para acceder en el futuro a empleos, oficios, especializaciones o profesiones que les permitan vivir dignamente y prosperar en forma sostenida.
Las drogas llamadas “duras” han causando un verdadero estrago en los sectores más pobres, condenando a la marginación a una cantidad de jóvenes que deambulan de contenedor en contenedor ante la resignada mirada de una sociedad cuyo gobierno critica el valor del trabajo con una confusa filosofía que alienta el menor esfuerzo y el disfrute de la vida con pocos bienes materiales.
Las pruebas PISA siguen denunciando nuestras graves carencias educativas; los niveles de nuestros muchachos caen prueba tras prueba como las fichas de un imparable dominó.
El Frente Amplio está en el gobierno preso del apoyo que durante décadas le dio a las corporaciones de docentes cuyo punto culminante fue la resistencia a la reforma de los profesores Germán Rama, Carmen Tornaría y José Claudio Williman, último intento serio y profesional de sacar adelante el sistema educativo. Basta recordar la patota sindical desgremializando a prestigiosos docentes por haber tenido “la osadía” de colaborar con aquel proyecto cuyas virtudes hoy se reconocen por el presidente Mujica, que —no obstante— justifica aquella virulenta oposición en el carácter de Rama que califica de “cascarrabias”.
Muchos profesores que hoy querrían modificar este lamentable estado de cosas se encuentran también atrapados en asambleas a las que ya no concurren y en las que cualquier idea que se salga del “libreto corporativo” es vista como una traición. Mayorías presas de una minoría sindical que pretende abrir y cerrar los centros de estudio a su antojo desconociendo el derecho de los estudiantes, como sucedió cuando se decretó el paro en respuesta al procesamiento del docente que participó en la asonada contra la Suprema Corte de Justicia.
Los cambios no admiten la menor demora. De lo contrario corremos serio riego de convertirnos en una sociedad definitivamente dividida en la que el Uruguay integrado, culto y educado que pretendimos ser en el pasado, quede definitivamente sepultado bajo el polvo de la vulgaridad que todo lo degrada.
Fernando Scrigna