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    Damas tirando piedras

    Mi amiga del parque, de Ana Katz
    Colaborador en la sección de Cultura

    Liz llora en la bañera. Se la ve y se la escucha detrás de la cortina de baño. Se frena, corta el llanto, se asoma para mirar a su bebé Nicanor, que está en su sillita, despierto, en su mundo. Con la cara regada de agua y llanto, los ojos cansados y apesadumbrados, Liz le tira besitos sonoros y le dice, con la tristeza velada y una voz que busca ser dulce y apaciguadora:

    —Mamá se está bañando. 

    Ser madre también implica ser actriz. De las mejores. Y Liz, que se va descubriendo a través de capas de emoción y nervio, de adentro hacia afuera por medio de la excelente actuación de Julieta Zylberberg, hace lo que puede con lo que tiene. Aunque por momentos no sabe muy bien lo que tiene y no tiene idea de lo que es capaz. Por esa razón, no alcanza a ver y juzgar lo que sucede con claridad. Por eso también encuentra en Rosa (Ana Katz) una ventana hacia algo parecido a la libertad. Madre primeriza, se mueve en una realidad nueva y brumosa. Se siente un poco perdida. También descuidada. Es ella la que, en soledad, se está encargando de una agobiante sucesión de pequeñas tareas. Su marido (Daniel Hendler) ahora está en Chile filmando un documental sobre un volcán. La del volcán es una imagen apropiada para sintetizar la situación de Liz; su padre, el abuelo de Nicanor, con las mejores intenciones, cree que aporta algo a la causa dejando mensajes en el teléfono que, a juicio de ese buen hombre, son simpáticos. Y los llantos de “la alegría del hogar” arruinan el sueño a Liz, que no come ni duerme bien, que parece tan frágil e indefensa como su bebé. “Tener un hijo te transporta al origen, a tu origen”, dice a Búsqueda Ana Katz, directora y coguionista de Mi amiga del parque, que se estrena este jueves 26. “Esa revisita al inicio, creo, te posibilita el renacer. Te permite cambiar. Creo que la llegada de un hijo es una revolución”.

    De esa revolución interior, tan auténtica que ni siquiera puede nombrarse, del difícil acto de hacer equilibrio en una insólita mezcla de emociones y sensaciones trata la cuarta película de la argentina, tras El juego de la silla (2002), Una novia errante (2007) y Los Marziano (2011). El guion lo firma junto a la escritora y guionista uruguaya Inés Bortagaray (coguionista de La vida útil, entre otras). La dupla ya había trabajado en Una novia errante, donde Katz también actuaba junto a Hendler, su esposo. El libreto fue premiado en la última edición del Festival de cine independiente de Sundance.

    Katz comenzó a escribir Mi amiga del parque a partir de su primera experiencia como madre: “Visitaba los parques en invierno, llevaba a mi primera hija, al mediodía, cuando toda la ciudad está en pleno movimiento, la gente yendo de un lado para el otro, y en el parque, alejadas del ruido, están las mamás con los bebés, llegan personas mayores o excursiones de gente del manicomio”.

    —¿Cómo fue la escritura del guion?

    —Súper compleja. No porque la historia lo fuera, sino porque buscamos la simpleza mayor para transmitir los conceptos acerca de las mujeres que se vuelven madres y las que deciden no ser madres. Trabajamos tres años para conseguir los pliegues más sutiles.

    —¿Qué imagen ilustraría ese proceso?

    —Yo disfruto mucho de la escritura con Inés. Nos metíamos con un asunto muy polémico, muy particular, aunque en realidad la llegada de los hijos y su crianza son temas tan viejos como el mundo. Aunque es cierto que el punto de vista y la decisión de hablar de la complejidad que implica esa transformación no es algo tan usual. Y con Inés nos íbamos incitando de a poco a explorar zonas, siempre tratando de mantenernos en un tono y una verdad sutil, pero por momentos de suspenso, de un suspenso doméstico, como nos gusta decir, que era parecido a tirar piedras, y que nos resultaba no siempre fácil. Creo que la imagen sería esa: éramos dos damas tirando piedras.

    A Katz le agradan las mezclas. Si bien mientras rodaba su referente fue Éric Rohmer, una de sus brújulas cinematográficas apunta a Italia: “Nanni Moretti se está volviendo, para mí, uno de los pocos representantes de un tipo de cine que es maravilloso y valioso: una contradicción y mezcla, de comedia y drama que me genera una admiración enorme”.

    Es en el parque, donde van otras madres con sus niños, donde Liz conoce a Rosa (Katz), que parece un tanto diferente al grupo de madres convencionales, con una bebé llamada Clarissa (“La que todo lo ve”, dice). Rosa tiene una hermana bastante particular, Renata (Maricel Álvarez, una joya), que parece que es mejor perderla que encontrarla. A pesar de que Liz cuenta con Yazmina (Mirella Pascual), que tiene un doctorado en bebés, para darle una mano, las cosas no andan como ella quiere. O es que Liz no sabe bien qué quiere.

    Katz, además de ser una hábil directora, es una gran actriz. Su composición de Rosa es magistral. Esos ojos firmes, que parecen trazar planes secretos cuando miran, se vuelven inquietantes, ahí, en las hamaquitas.

    —¿Cómo definiría a Rosa?

    —Un personaje bastante misterioso, una especie de diablillo de los dibujos animados, no porque recomiende cosas en sí malas, pero sí que espejan una zona menos habilitada de Liz. Es una madre atípica que representa a muchas mujeres que tienen que ganarse la vida y contener a otros familiares. Van con el bebé como canguros, y no tienen la posibilidad de eso que tanto se pide en la maternidad guiada a través de estos gurús de la clase media actual de los libros de crianza, con sus consejos de cómo deben ser los masajes, la alimentación y la psicología del bebé. Uno tiende a creer que nuestra época es más relajada en relación a ciertos dogmas de la época de nuestros abuelos, pero en paralelo tenemos un montón de condicionamientos para ser una buena madre y un buen padre, sobre todo en clase media, que uno ya arranca sospechado de estar metiendo la pata. Rosa pertenece a una clase sociocultural donde todos esos libros y cursos no tienen lugar, por lo cual es un poco más espontánea, en lo bueno y en lo malo. Y eso a Liz le representa un posible canal de libertad que necesita desesperadamente. La libertad del acierto, del error, pero que para ella, en este nuevo camino, es una gran necesidad.

    —¿Cómo relaciona Mi amiga del parque con El juego de la silla?

    —El juego de la silla la siento muy genuina, toca fibras que lograron mantenerse con fuerza. Para mí, a veces, es más interesante cuando uno filma preguntas que uno no se puede responder. La sensación que tengo es que filmás una película cuando tenés un problema, algo que no sabés explicar o no tenés a tu alcance. Por eso necesitás hacerla. Aparece como una especie de intento de resolver algo que no tiene una respuesta fácil. Creo que ahí las películas se vuelven más potentes, porque tienen el empuje de una pregunta que está vibrando y no algo ya cerrado. En las películas con preguntas se nota la necesidad de involucrar al otro, al espectador, y creo que se vuelven más importantes, más vitales.

    —Ya trabaja en un nuevo proyecto. ¿De qué trata?

    —Se filmará en Brasil a fines de este año o principios del próximo. Es la historia de una familia de clase media con dos hijos adolescentes que a principios de los 90 viaja a Florianópolis en auto, con la particularidad de que el padre y la madre se separaron hace unos meses pero deciden mantener las vacaciones juntos. Es todo medio extraño. Lo ya confuso se vuelve delirante. Lo escribí con Daniel Katz, mi hermano. Con Inés estoy escribiendo otras dos cosas, estamos empezando.

    —La familia es un gran tema.

    —La familia aparece y reaparece. Hay mucho del amor y la pareja. El tema son los vínculos entre las personas que se importan demasiado.