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    Daniel, el travieso demagogo

    N° 1989 - 04 al 10 de Octubre de 2018

    Cuando un gobernante se equivoca tiene la obligación moral de admitirlo con la misma energía que metió la pata. Si no lo hace y para justificarse omite mencionar sus errores, miente o utiliza argucias, muy mal asunto para el ciudadano que tendrá sobradas razones para dudar sobre sus acciones de gobierno. Las presentes y las futuras.

    Ocurre con el intendente de Montevideo y precandidato presidencial del Frente Amplio, Daniel Martínez. Con bombos y platillos anunció que antes de fin de año se erigiría en la explanada municipal una estatua del director técnico celeste, Oscar Washington Tabárez, pero tras un debate público el entrenador le pidió que la dejara sin efecto.

    “Tal vez nosotros no visualizamos el impacto que (la propuesta) iba a tener. Yo no participé, por más de que obviamente me llevé todos los palos, pero tranquilo, ya se cerró el tema. Nos comunicamos con la familia de Tabárez y bueno, vamo’ arriba… No hay que buscar hacer drama por algo que no lo tiene”, anunció el travieso Martínez.

    Lo dijo como si ese “error” le fuera ajeno: “Yo no participé”. Para salvar su pellejo ante la opinión pública tiró a la hoguera a sus subalternos, los responsables de que se llevara “todos los palos”. ¡Muy feo, compañero! La única verdad es que el 18 de setiembre el intendente anunció en su Twitter personal que se haría la estatua. Con esa adicción las mentiras tienen patas cortas.

    Además, aun cuando Tabárez no hubiera desistido, no la habría podido concretar. El intendente les oculta a los montevideanos que hubiera necesitado la aprobación de 2/3 de votos de los ediles de la Junta Departamental (en total 21 y el Frente Amplio tiene 18). Difícil, por no decir imposible.

    Tampoco se refirió al decreto que solo permite incluir el nombre de personas en el nomenclátor (la estatua se considera dentro de ese rubro) luego de transcurridos 10 años de su fallecimiento para decantar el exitismo. El plazo se rebaja de 10 a cinco años cuando se trata de personas de relevancia nacional e internacional.

    ¿Qué relevancia internacional tiene Tabárez aparte de que para Uruguay ha sido un técnico destacado? ¿No es suficiente con que en 2012 la Junta Departamental lo haya designado ciudadano ilustre? En todo caso, si Martínez pretende que tenga una estatua, que la impulse en el Complejo Celeste, en la sede de la Asociación Uruguaya de Fútbol o en el Estadio Centenario, que es de propiedad municipal.

    Sobre la opinión de los montevideanos, Montevideo Portal hizo una encuesta mediante consulta a sus lectores: ¿Está de acuerdo en que se coloque una escultura del maestro Oscar Tabárez en la explanada de la intendencia? Respondieron 7.404 personas y 64,04% expresó no estar de acuerdo, 24,26% dijo estar de acuerdo, 4,75% dijo no saber y 6,90% que no le interesaba. Terminante.

    La oposición mantuvo un silencio cómplice, porque los pasionales irreflexivos del fútbol les pueden complicar los votos cuando enfrenten a Martínez en las elecciones nacionales

    En junio el travieso Daniel había mostrado su hilacha populachera y demagógica. Ordenó vestir la estatua del David con el equipo de la Selección. Algunos, como el exintendente Mariano Arana, lo consideraron solo una humorada. ¿Opinarían lo mismo si “vistieran” o “disfrazaran” las estatuas de Artigas, Batlle, Herrera, Oribe, José Pedro Varela o el monumento a Liber Seregni? ¡Las cosas en su lugar!

    La iniciativa partió del sociólogo Eric Álvez y Martínez la asumió. Propuso que su autor fuera Alberto Morales, el autor de la caricatura con forma de estatua de Luis Suárez erigida en Salto. De haberse concretado la idea, hubieran lucido juntas en la explanada de la intendencia obras de Miguel Ángel Buonarroti y de Morales. ¡Qué país de locos!

    Ni siquiera el primer intendente de Montevideo (1909-1911), Daniel Muñoz, político, escritor, periodista y diplomático, tiene una estatua allí.

    Dejemos de lado los aspectos legales, estéticos y políticos para ir a la historia deportiva. La mayoría de los uruguayos ignora quién fue Alberto Supicci, salvo los colonienses, porque el principal estadio de Colonia, donde nació, lleva su nombre. Fue director técnico de Uruguay en el primer Campeonato Mundial de 1930 y, en consecuencia, el primero en el mundo en alcanzar ese lauro. Entrenó a la Selección entre 1928 y 1941.

    Más notorio es Juan López. Dirigió a la Celeste para el segundo título mundial en Brasil, el mayor logro del fútbol uruguayo y uno de los más importantes en la historia deportiva mundial. Estuvo al frente de la Selección en dos períodos: 1949-1955 y 1957-1959.

    No recuerdo que se hayan propuesto estatuas de Supicci o López. No digo que sean más relevantes que Tabárez —aunque en títulos mundiales lo son ampliamente—, sino que erigir a perpetuidad una estatua sin sentido artístico o histórico, sería un despropósito propio de un populachero.

    Recientes designaciones muestran la contracara. En julio la Junta Departamental designó calles con los nombres de Adela Reta y Héctor Grauert. Reta fue catedrática de Derecho Penal, defensora de presos políticos, redactora de la ley de amnistía y ministra de Educación de la democracia recuperada. Grauert fue siete veces legislador, profesor de Derecho Constitucional, seis veces ministro y dos veces presidente de la Junta Departamental. Sobrados méritos.

    ¡Intente ser serio, Martínez! El fútbol es un negocio disfrazado de deporte que cada tanto vomita mafiosos. Pretender equipararlo con la patria, la educación o la historia grande del país es una barbaridad.

    Así nos va.