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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn el semanario Búsqueda del 18 de setiembre, luce en la página 7 un aviso de la “Comuna Canaria” en el que el gobierno departamental de Canelones invita para una función a realizarse el sábado 20, en el “Complejo Cultural Politeama - Teatro Atahualpa del Cioppo ”.
Es decir, se ha impuesto sigilosamente una nueva denominación del clásico teatro, sin que los órganos competentes se hubieran pronunciado y tampoco hayan existido las obligadas instancias de deliberación sobre la pertinencia de esa medida.
Quiero creer que se trata de un error burocrático, y que no existe, motivado por la agitación político-partidaria propia de este período pre-electoral, ningún otro designio de cualquier naturaleza.
Si así fuera, se estaría ante un perjuicio inferido sin motivo a nuestra cultura local y sus tradiciones.
Me consta, y lo consideré justo en su momento, que hubo una resolución formalmente dictada, para que el vestíbulo (es decir, la sala de acceso) del tradicional Politeama, llevara el nombre de “Atahualpa del Cioppo”.
También es sabido que simultáneamente se generó una corriente popular que patrocinaba realizar el mismo homenaje a la otra gran figura del teatro nacional, Carlos Brussa, designando con su nombre el escenario del Politeama. Esta aspiración, aún no consagrada, estuvo encabezada por su antiguo propietario, hoy extinto, Héctor Antonio Monserrat, quien ha sido la única persona que ha publicado la historia de ese cine-teatro de Canelones (“Un Siglo de Cine y Teatro en Canelones”, 2002), que desde mi punto de vista es también una historia de la cultura de esta ciudad. Implicaba un acto de justicia histórica la elección del escenario, dado que precisamente allí -y algunas veces en forma gratuita- Carlos Brussa actuó y representó obras de teatro (al contrario de Atahualpa Del Cioppo, que nunca tuvo ese tipo de actuaciones en el Politeama).
También en su momento, el Instituto Histórico de Canelones se pronunció en el mismo sentido que Monserrat.
Ambos fueron grandes promotores del teatro nacional. Del Cioppo como director, pero más que nada como teórico, enseñó a hacer teatro y difundió su verba por otros países, expandiendo nuestra cultura. Brussa como realizador-actor-director, llevando a todos los rincones del país el incipiente teatro nacional y haciendo conocer la obra de nuestros creadores (entre otros, Florencio Sánchez).
Tanto fue maestro educador quien enseñó técnicas como quien difundió obras, en ambos casos, de naturaleza artística. Sería un error cultural de inusitada gravedad oponerlos, cuando debemos enorgullecernos de ambos, e integrarlos en una evocación conjunta, agradecida y respetuosa.
Pero intentar sustituir “Teatro Politeama” por “Teatro Del Cioppo” o cualquiera otra denominación, constituiría un atentado a nuestras mejores tradiciones culturales.
Desde el sábado 26 de marzo de 1921 en que lo inauguraron con la película “Se vende un niño”, los empresarios Antonio Monserrat Casamiquela y su padre Antonio Monserrat Reig, con sus socios Ángel Romano y Bernardo Grolero, coincidieron en llamarlo “Teatro Politeama” (entendiéndolo como poli- temático, ya que en él se iban a representar obras teatrales, cine, boxeo, espectáculos circenses y reuniones populares diversas).
Y pretender que acompañara a los términos “Complejo Cultural” para, aprovechando la confusión del desplazamiento, sustituir el nombre del teatro mismo por el de una sala, contrariando la denominación que llevó el teatro durante casi cien años, puede considerarse una travesura de mal gusto, si no fuera además, un acto inconveniente que en nada prestigia a las autoridades departamentales ante la opinión pública, la que podría considerarlo —y no sin razón— un abuso de poder.
Prof. Agapo Luis Palomeque
CI 3.002.618-9