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    Del color de la sangre

    Director Periodístico de Búsqueda

    Nº 2264 - 15 al 21 de Febrero de 2024

    En política mandan los carnívoros. Así me lo hizo saber hace ya más de dos décadas el expresidente blanco Luis Lacalle Herrera. Son ellos los que llegan porque es la naturaleza también la que gobierna a las relaciones humanas. La ley del más fuerte se termina imponiendo. Lacalle Herrera, que ya había sido presidente, estaba compitiendo en las elecciones internas de 1999 con su exministro del Interior Juan Andrés Ramírez, cuando me lo comentó. Fue una disputa durísima, muy agresiva, en especial del lado de Ramírez. Lo acusó de actos de corrupción y voló todos los puentes que los habían unido en el pasado.

    “Ramírez es un herbívoro. Y está compitiendo con un carnívoro. Por eso no va a durar mucho”, me adelantó Lacalle Herrera, mostrando su visión de futuro. Ramírez se retiró de la política activa al poco tiempo. Él le ganó la interna, se mantuvo en la primera línea durante varios lustros y hoy su hijo, Luis Lacalle Pou, es el presidente de la República. Lacalle Pou se define como “un fruto que no cayó muy lejos del árbol”, en referencia a su padre. Aprendió de chico la importancia de saborear la carne.

    Esta anécdota ya la conté en este mismo espacio, cuando se estaba iniciando la campaña electoral anterior. Desde ese momento no hay mes en el que algún político no me la recuerde. La división entre carnívoros y herbívoros es vista como una excelente descripción de la disputa alrededor del poder. Trasciende fronteras ideológicas e incluso la división entre la actividad pública y la privada. Los carnívoros son casi siempre los que llegan, aunque haya excepciones.

    En la actual competencia electoral, que se hizo mucho más intensa en los últimos días, ya hay varios precandidatos que están mostrando sus dientes. Algunos son muy afilados y otros con curvaturas más inofensivas, útiles para triturar vegetales pero no para desgarrar la carne. De todas formas, recién entraron en el terreno de caza o de recolección así que es muy prematuro como para encasillarlos en uno u otro lado.

    Lo que sí parece bastante claro desde ya es que la intendenta de Montevideo y precandidata presidencial por el Frente Amplio, Carolina Cosse, pertenece al grupo de los carnívoros. Lo ha demostrado a lo largo de toda su carrera pública y hasta ha mejorado su técnica en los últimos años. Basta con observarla con detenimiento para darse cuenta que no le tiembla el pulso para hacer lo que un buen político tiene que hacer si pretende llegar fuerte y con posibilidades hasta la meta.

    También cumple con otra condición fundamental con la que cuentan los que logran obtener las principales victorias. Sobre eso escribió también en la última campaña electoral y en este mismo espacio nuestro columnista Facundo Ponce de León. Reflexionaba -en un artículo denominado “Matar al padre”- que los principales líderes, en especial los que logran ocupar los lugares más importantes e incluso ser presidentes, antes de llegar tienen que cometer un parricidio en sentido figurado, quitar del camino a quien en su momento los impulsó.

    Para detenerse solo en los ejemplos más recientes, Tabaré Vázquez lo hizo con Líber Seregni, José Mujica con el propio Vázquez y con Danilo Astori, que era el postulante elegido por Vázquez, y Lacalle Pou con su propio padre. Más literal, imposible.

    Pues entre los principales postulantes en carrera la que más claramente ha cometido un parricidio es Cosse. No lo hizo ahora, viene de antes. De hecho, hasta las últimas elecciones internas contaba con el apoyo del Movimiento de Participación Popular (MPP) y era especialmente apadrinada por la entonces vicepresidenta Lucía Topolansky aunque también por el expresidente José Mujica. Luego se fue alejando, abriendo paso, y acercándose al Partido Comunista, en especial a través de Oscar Andrade. Fue candidata a la Intendencia de Montevideo con ellos y así fue que ganó, incluso compitiendo con el MPP. Ahora tampoco se la va tan cerca de Andrade. Es ella, sola, sin nadie que la lleve de la mano. Esa etapa ya la dejó atrás.

    Así que Cosse no es una postulante del montón, testimonial. Dos semanas atrás el politólogo Adolfo Garcé dedicó su columna en Búsqueda a destacar su desempeño durante el mes de enero y a justificar por qué considera que puede llegar a ganar. El análisis de Garcé generó muchas repercusiones en la interna del Frente Amplio y algunos lo acusaron de escribir sin argumentos sólidos y en base a simples percepciones primarias o deseos. Criticar se puede siempre, y está bien que ocurra, pero lo que no parece lógico es desacreditar sin antes detenerse a hacer un análisis, aunque sea mínimo, de la realidad.

    Y ahí es donde entramos en el verdadero problema de las críticas: muchos (demasiados) están subestimando a Carolina Cosse. Que tiene muy mal talante, que es muy resistida en la interna frenteamplista, que no es conocida en el interior uruguayo, que no pertenece a ningún grupo político de peso que le responda de manera inmediata y la blinde… son muchas las cosas que se dicen. Pero ella sigue avanzando. Y hay muchos hablando de ella, la ponen en el centro, destacan cada uno de sus movimientos, aunque sea para cuestionarla.

    Hace un tiempo ocurrió algo similar con el actual presidente Lacalle Pou. Era una “pompita de jabón”, alguien criado “en cuna de oro”, que vivía en un barrio privado, perteneciente a una clase social privilegiada… imposible que llegara a ser presidente, decían. Y llegó.

    Esto no quiere decir que Cosse lo vaya a lograr. Pero va a ser una figura central del próximo gobierno, eso está cada vez más claro. Y parece bastante evidente que va a aceptar ser la candidata a vicepresidenta si pierde la interna. Primero porque no va a decirle que no al Frente Amplio si se lo plantea. Y segundo porque el cargo de vicepresidente es el segundo en importancia a nivel nacional y puede llegar a tener una incidencia crucial. Pensar que no le interesa es no conocerla y, otra vez, subestimarla.

    Porque la política también es pasión. Es roja, del color de esa sangre que tan atractiva resulta para los carnívoros y para los que tienen que cometer ese parricidio figurado fundamental al ir creciendo en su carrera. Y Cosse domina la pasión. La incorpora, la hace suya y va a buscar la mejor forma de que juegue a su favor, sea como candidata presidencial o también a la vicepresidencia.

    Porque el poder se ejerce desde el poder. Y la número dos de un gobierno puede llegar a ser muy poderosa. Alcanza con que en la negociación pida ser contemplada en varios ministerios, participar en las reuniones de gabinete y formar parte de las decisiones más importantes como para adquirir un rol protagónico. Y si no basta con preguntarle a Cristina Fernández de Kirchner.

    ¿Que de los vicepresidentes nadie se acuerda? Depende. ¿Alguien recuerda a los vicepresidentes argentinos antes de Cristina? ¿Y alguien no recuerda a Cristina? Todos la registran muy bien, incluida Carolina Cosse.